AMENUDO ANHELABA DESPERTARME CON Dimitri, levantarme
de cierto modo que fuera… ordinario. Dulce. No porque tuviéramos prisa
de alcanzar a dormir antes de luchar con nuestro siguiente enemigo. Ni
porque apenas nos recuperáramos de aquellas reconfortantes horas de sexo que
teníamos que pasar por alto, horas interminables de sexo llenas de complicaciones.
Solo quería poder despertarnos juntos, en sus brazos, y expresarle un ―buenos
días‖.
Hoy fue ese día.
—¿Hace cuanto que estas despierto? —pregunte soñolientamente. Mi cabeza
reposaba en su pecho. Y estaba todo lo junta a el que podía estar. Mis heridas se
curaban rápidamente pero aun necesitaba ser mimada un poco más. Habíamos
encontrado una manera muy creativa de pasar la noche.
La luz del sol se filtraba por las ventanas, llenando mi habitación de un
resplandeciente dorado.
Él me miraba de aquella manera pausada, y solemne suya, con aquellos ojos
oscuros en los que era tan fácil perderse.
—Hace poco —admitió, dirigiendo la mirada hacia la resplandeciente luz que se
derramaba por la ventana—. Creo que todavía estoy en el horario humano. O eso,
o mi cuerpo solo quiere funcionar cuando el sol esta. Aun me asombra poder
presenciarlo.
Sofoque un bostezo. —Deberías haberme levantado.
—No quería molestarte.
Pase mis dedos sobre su pecho, suspirando de satisfacción. —Esto es la perfección
—le dije—. ¿Cada día va hacer así?
Dimitri apoya su mano sobre mi mejilla luego la bajo, y me levanto mi barbilla. —
No todos los días, pero si la mayoría.
A
Vampire Academy Richelle Mead
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Nuestros labios se encontraron, y la calidez y la luz de la habitación palidecieron
comparado con lo que bullía en mi interior. —Me equivoque —murmure cuando
finalmente rompimos el interminable y excitante beso—. Esto es la perfección.
Él rió, algo que estaba haciendo en gran medida últimamente. Me encantaba.
Probablemente las cosas cambiarán una vez que estuviéramos de regreso en el
mundo real. Aun cuando estuviéramos juntos, el lado guardián de Dimitri siempre
estaría allí, listo y vigilante. Pero no ahora.
No en este momento.
—¿Qué pasa? —me preguntó.
Como un fogonazo, me di cuenta que había empezado a fruncir el ceño. Traté de
relajar mi cara. Pero inesperadamente, las palabras de Adrian habían regresado a
mi mente, que la próxima vez que estuviera en la cama con Dimitri, debería pensar
en los otros que no corrieron con la misma suerte.