CUANDO TU NOVIO ES UN caminante de sueños, aprendes algunas
lecciones. Una de las más importantes es que hacer cosas físicas en sueños
se siente exactamente igual que cuando se hacen en el mundo real. Digo,
como besar a alguien. Adrian y yo habíamos compartido un sin número de sueños
con besos bastante intensos que encendían mi cuerpo y provocaban que quisiera
mucho más que eso. Aunque en realidad yo nunca había atacado a nadie en un
sueño, estaba dispuesta a apostar que se sentiría tan doloroso como si fuera
verdadero.
Sin vacilación, me lancé hacia Victor, insegura de si debía pegarle o estrangularlo.
Ambas parecían como si fueran buenas ideas. Resultando que no hice ni la una ni
la otra. Antes de que pudiera alcanzarlo, me estrellé de golpe contra una dura pared
invisible. Que me bloqueó de él y me lanzó hacia atrás por el impacto. Tropecé, e
intenté recuperar mi estabilidad, pero por el contrario aterricé dolorosamente en el
suelo. Sí, en los sueños se sentía tal como en la vida real.
Miré a Robert, sintiendo una mezcla de cólera e inquietud. Intenté ocultar esa
última emoción.
—¿Eres un usuario del espíritu con telequinesis?
Nosotros sabíamos que era posible, pero era una habilidad que ni Lissa ni Adrian
habían dominado todavía. A mi realmente no me gustaba la idea de que Robert
pudiera tener el poder de lanzar objetos de un lado a otro y crear barreras invisibles.
Era una desventaja que nosotros no necesitábamos. Robert se mantuvo enigmático.
—Puedo controlar el sueño.
Victor me miraba con esa expresión petulante y calculadora que lo destacaba.
Dándome cuenta de la posición indigna en la que me encontraba, salté sobre mis
pies. Guardando una postura dura, mi cuerpo tenso y listo mientras me preguntaba
si Robert mantendría puesta la pared continuamente.
C
Vampire Academy Richelle Mead
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—¿Has terminado con tu rabieta? —preguntó Victor—. Comportarte como una
persona civilizada hará esta charla un tanto más amena.
—No tengo ningún interés en hablar contigo —espeté—. La única cosa que voy
hacer es capturarte en el mundo real y arrastrarte para entregarte a las autoridades.
—Encantador —dijo Victor—. Podemos compartir celda.
Hice una mueca.
—Sí —continuó—. Sé todo acerca de lo qué sucedió. Pobre Tatiana. Que tragedia.
Que pérdida.
Su tono melodramático y burlón despertó una idea alarmante. —Tú… tú no tienes
nada que ver con eso, ¿o sí?
El escape de Victor de prisión había provocado mucho miedo y paranoia entre los
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