DESEÉ QUE LISSA ME HUBIERA "necesitado" para ir a eliminar a un
ejército de Strigoi. Me hubiera sentido más cómoda con eso que con lo
que ella necesitaba que hiciera ahora: encontrarme con Jill para discutir la
coronación. Lissa me quería ahí para apoyarla, como una especie de intermediario.
No era capaz de caminar así de bien aún, así que esperamos otro día. Lissa parecía
contenta por la demora.
Jill estaba esperando por nosotras en un cuarto pequeño. Nunca hubiera esperado
verla de nuevo: el salón donde Tatiana me había reprendido por andar con Adrian.
Había sido una experiencia muy extraña en el momento, ya que Adrian y yo no
habíamos estado involucrados en ese entonces.
Ahora, después de todo lo que había pasado entre él y yo, solo se sentía… extraño.
Confuso. No sabía aún lo que le había pasado desde que Tasha fue arrestada.
Caminando por allí, me sentía terriblemente… sola. No, no sola. Desinformada.
Vulnerable. Jill estaba sentada en una silla, las manos cruzadas en su regazo.
Miraba de frente con un rostro ilegible. A mi lado, las propias facciones de Lissa
estaban igualmente en blanco. Ella se sentía… bueno, ese era el asunto. No lo
sabía. No lo sabía. Me refiero a, podía decir que ella estaba incómoda, pero no
había pensamientos en mi cabeza que me advirtieran. No tenía ninguno en
específico.
De nuevo, me recordé a mi misma que el resto del mundo trabajaba así. Tú
funcionabas solo. Hacías tu mejor esfuerzo para manejar situaciones extrañas sin la
percepción interna de otra persona. Nunca me había dado cuenta de que tanto
había dado por sentado incluso los pensamientos de solo otra persona.
De la única cosa de la que me sentía segura era que ambas, Lissa y Jill, estaban
impresionadas la una por la otra, pero no por mí. Ese era el por qué yo estaba aquí.
—Hola, Jill —dije, sonriendo—. ¿Cómo estás?
D
Vampire Academy Richelle Mead
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Ella se sacudió de cuales fueran los pensamientos que habían estado ocupándola y
saltó levantándose de la silla. Pensé que era extraño, pero entonces tuvo sentido.
Lissa. Tú te levantas cuando una reina entra al salón.
—Está bien —dijo Lissa, enredándose con sus palabras un poco—. Siéntate. —Ella
tomó un asiento opuesto al de Jill. Era la silla más grande del cuarto, la única que
Tatiana siempre tuvo para sentarse.
Jill dudó un momento, entonces regresó su mirada a mí. Debí haberle
proporcionado algo de ánimo porque regresó a su silla. Me senté en una al lado de
Lissa, haciendo una mueca mientras un pequeño dolor apretaba en mi pecho. La
preocupación por mi distrajo momentáneamente a Jill de Lissa.
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