Capítulo 2

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COMO SIEMPRE, ERA DESORIENTADOR. Los rostros y los cráneos,

traslucientes y luminiscentes, todos revoloteando a mi alrededor. Eran

atraídos hacia mí, conglomerándose en una nube como si necesitaran con

desesperación decir algo. Y en realidad, probablemente lo necesitaban. Los

fantasmas que permanecían en este mundo no tenían paz, eran almas que tenían

razones que les impedían seguir hacia el otro lado. Cuando Lissa me había traído

de la muerte, yo había mantenido una conexión con su mundo. Me había tomado

mucho trabajo y autocontrol aprender a bloquear esas apariciones que me

perseguían. Las protecciones mágicas que protegían la Corte Moroi, en realidad

mantenían lejos de mi a la mayor parte de los fantasmas, pero esta vez, los quería

aquí. Darles ese acceso, atraerlos dentro…bien, era algo peligroso.

Algo me decía que si había algún espíritu sin descanso, sería el de la reina que

había sido asesinada en su propia cama. No veía rostros familiares entre este grupo

de fantasmas, pero no perdía las esperanzas.

—Tatiana —murmuré, enfocando mis pensamientos en la cara de la reina

muerta—. Tatiana, ven a mí.

Una vez había sido capaz de convocar a un fantasma fácilmente: mi amigo Mason,

quien había sido asesinado por un Strigoi. Aunque Tatiana y yo no fuéramos tan

cercanas como lo habíamos sido Mason y yo, nosotras ciertamente teníamos una

conexión. Por un rato, no ocurrió nada. El mismo montón de rostros se

arremolinaban frente a mí en la celda, y comencé a desesperarme. Luego,

repentinamente, ella estaba allí.

Estaba de pie con la vestimenta en que había sido asesinada, un camisón largo y

una bata cubierta de sangre. Sus colores eran apagados, titilando como una pantalla

de televisión que funcionaba mal. No obstante, la corona en su cabeza y la pose

real le daban el mismo aire de reina que recordaba. Una vez que se materializó, no

dijo ni hizo nada. Simplemente se limitó a mirarme fijo, con su oscura mirada

prácticamente taladrándome el alma. Una maraña de emociones se apretó en mi

pecho. Esa reacción instintiva que siempre tenía al estar cerca de Tatiana —ira y

resentimiento— se desencadenó. Luego fue enredado por una sorprendente ola de

C

Vampire Academy Richelle Mead

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compasión. La vida de nadie debería terminar de la manera en que lo había hecho

la de ella.

Vacilé, temerosa de que los guardias pudieran oírme. De alguna manera, tenía el

presentimiento que el volumen de mi voz no importaba, y que ninguno de ellos

podría ver lo que yo veía. Sostuve en alto la nota.

—¿Usted escribió esto? —dejé salir en un aliento—. ¿Es verdad?

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