Capítulo 1

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NO ME GUSTAN LAS JAULAS.

Ni siquiera me gusta ir a los zoológicos. La primera vez que fui a uno,

casi tuve un ataque de claustrofobia mirando a todos esos pobres

animales. No podía imaginarme a ninguna criatura viviendo de esa manera. A

veces hasta me sentía un poco mal por los criminales, condenados a vivir en una

celda. Ciertamente no esperaba pasar mi vida en una.

Pero últimamente, la vida parece estar lanzándome un montón de cosas que nunca

había esperado, porque aquí estaba yo, encerrada.

—¡Hey! —grité, agarrando las barras de acero que me aislaban del mundo—.

¿Cuánto tiempo voy a estar aquí? ¿Cuándo es mi juicio? ¡No pueden mantenerme

en este calabozo para siempre!

Bueno, esto no era exactamente un calabozo, no en la oscuridad, en el sentido de

cadenas oxidadas. Yo estaba dentro de una pequeña celda con paredes normales,

un piso normal, y así... todo normal. Inmaculado. Estéril. Frío. En realidad, era

más deprimente que cualquier calabozo mohoso en el que podría haber estado. Las

barras en la puerta se sintieron frías contra mi piel, duras e inflexibles. La

iluminación fluorescente hizo un destello en el metal de una manera que parecía

casi demasiado alegre para mi escenario. Podía ver el hombro de un hombre de pie

firmemente al lado de la entrada de la celda y sabía que había probablemente más

de cuatro guardianes en el pasillo fuera de mi vista. También sabía que ninguno de

ellos iba a responderme de vuelta, pero eso no me había impedido que

constantemente exigiera respuestas de ellos durante los últimos dos días.

Cuando llegó el silencio habitual, suspiré y me dejé caer sobre la cama en la

esquina de la celda. Como todo lo demás en mi nueva casa, la cama estaba

descolorida y dura. Sí. Estaba comenzando a lamentarme por no tener un calabozo

real. Las ratas y las telarañas al menos dejaban algo para ver. Miré hacia arriba y de

inmediato sentí la desorientación que siempre sentía aquí: que el techo y las

paredes se cerraban en torno a mí. Como si no pudiera respirar. Como los lados de

la celda seguían viniendo hacia mí hasta no quedar ningún espacio, eliminando

todo el aire...

N

Vampire Academy Richelle Mead

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Me incorporé bruscamente, jadeando. No mires fijamente ni las paredes ni el techo,

Rose, me castigué a mí misma. En cambio, miré hacia abajo, a mis manos

entrelazadas, y traté de entender cómo me había metido en este lío.

La respuesta inicial era obvia: alguien me había acusado de un crimen que no

cometí. Y no era un delito menor tampoco. Era un asesinato. Ellos habían tenido la

audacia de acusarme de un delito mayor de lo que cualquier Moroi o dhampir

Last SacrificeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora