YA PODÍAMOS ESCUCHAR los pasos retumbando por la casa y supimos
que estábamos a segundos de que el ejército en el nivel inferior se dirigiera
hacia el segundo piso. Los tres retrocedimos, y para mi sorpresa, fue
Sydney la que reaccionó primero.
—Salgan de aquí. Yo los voy a distraer.
Su clase de distracción probablemente sólo quería decir que bloquearía por un
momento el camino hasta que ellos la hicieran a un lado, pero esos segundos extras
podrían hacer una gran diferencia. Sin embargo, no podía soportar tan solo pensar
en abandonarla. Dimitri no tenía tales reservas, particularmente cuando
escuchamos pasos en las escaleras.
—¡Vamos! —gritó él, agarrando mi brazo.
Nos apresuramos por el corredor hacia el cuarto más lejano, el de Victor y Robert.
Justo antes de que entráramos, grite a Sydney —¡Lleva a Jill a la Corte! —no sé si
ella me escucho porque por el sonido podía decirse que los guardianes la habían
alcanzado. Dimitri inmediatamente abrió la ventana más grande de la habitación y
me dio una mirada de complicidad. Como siempre, no necesitamos comunicación
con palabras.
Él saltó primero, sin duda alguna deseando tomar por completo cualquier peligro
que nos esperara abajo. Yo lo seguí de inmediato. Caí sobre el techo del primer
piso, me deslicé por él, y luego tomé la caída más larga hasta el nivel del suelo.
Dimitri agarró mi brazo, estabilizando mi aterrizaje… pero no antes de que uno de
mis tobillos se torciera ligeramente. Era el mismo que había llevado la peor parte de
la caída donde Donovan, y me estremecí cuando el dolor me atravesó, dolor que
ignore de inmediato.
Oscuras figuras se movieron hacia nosotros, emergiendo de las sombras de la noche
y de puntos ocultos alrededor del patio trasero. Por supuesto. Los guardianes no
solo vendrían irrumpiendo por la puerta. Ellos también mantendrían vigilado el
lugar. Con nuestro ritmo natural, Dimitri y yo luchamos espalda-a-espalda contra
nuestros atacantes.
Y
Vampire Academy Richelle Mead
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Como siempre, era más difícil incapacitar nuestros enemigos sin llegar a matarlos.
Difícil. Pero necesario si podíamos manejarlo. Yo no quería matar a mi propia
gente, personas que solo estaban haciendo su trabajo apresando fugitivos. El
vestido largo tampoco me estaba ayudando. Mis piernas se seguían enredando en la
tela.
—Los otros saldrán en cualquier momento —Dimitri resopló, derrumbando un
guardián en el piso—. Tenemos que movernos… allí. Hacia esa puerta.
No pude dar más respuesta que seguirlo, abriéndonos camino hacia la puerta en la
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