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La alarma comenzó a sonar, y me arrepiento de haber puesto de tono algo muy suave, ya que en vez que me despierte hace que me de más sueño del que ya tengo.

Froto mis ojos y bostezo. Saco los pies del edredón y sintió frio el suelo, tanteo con mis pies la localización de mis pantuflas y las encuentro.

Camino hacía el baño y hago mis necesidades matutinas. Opto por quedarme en pijama y bajo a tomar el desayuno, sin embargo... susurros se escuchan desde la planta baja.

La curiosidad me mata y bajo las escaleras hasta llegar al pasillo. Doy pasos lentos y me asomo para encontrar a mi mamá colocando una nueva alfombra.

―¿Mamá? ¿Qué haces? ― dejo caer mi peso en la pared y cruzo los brazos― ¿otro ataque de decoradora?

Ella me mira de manera confusa, cómo si no entendiese lo que pasa.

De pronto un chico de mi edad aparece desde la cocina con una taza de café en las manos. Los recuerdos de anoche me golpean con brutalidad. Demonios.

―Buenos días― dice y joder su voz ronca me eriza por completo. Lleva otra camisa y reconozco los pantalones de pana de mi padre.

Sigo muda y mi madre me lanza una mirada asesina, ya que no correspondí el saludo.

―Buenos días.

Es lo único que digo y me encamino a la cocina. Mi mamá me sigue el paso y cierra la puerta de la cocina.

―¿Y papá?

―Fue por pan para el desayuno.

Sólo asiento y saco el cereal junto con un bowl y leche. Me sirvo y comienzo a comer.

―Iré por la ropa a la secadora, ve a la sala y has sentir al muchacho más cómodo.

―¿Ah? ¿Por qué debo hacer eso? ―sí, acabo de ganarme un castigo― mmm está bien.

―Así me gusta. Cualquier cosa grita y bajare de inmediato.

Salimos y el tipo está sentado en el mueble, observando con curiosidad las fotos que adornan las paredes y jugando nervioso con la taza.

Doy un pequeño suspiro y me acerco.

―Hola.

Él me sigue con la mirada hasta que tomo asiento enfrente. Intenta sonreír pero sale más como una mueca.

―Hola.

― ¿Te sientes mejor? ―quiero formar una conversación pero estoy demasiado nerviosa. Qué tal si es un asesino o algún traficante de órganos.

―Sí, mmm, gracias por curarme. Tus padres me han contado todo.

―No es nada, es lo primero que nos enseñan en la escuela de enfermería. Ayuda a quién lo necesite ―por alguna razón ya me siento en confianza y me calmo.

― ¿Enfermería? Es una bonita profesión la que has elegido ―dirige la vista al reloj y vuelve hacía mi― ¿No deberías estar en la escuela?

―Oh, estoy estudiando la facultad en horario nocturno. Hasta las 7 entro a clases.

Sólo asiente y vuelve el silencio. Termino de comer el cereal y por suerte aparece mi padre con una bandeja de pan. Nos observa y frunce levemente el ceño.

―Mandy sube a cambiarte que pronto abriremos la panadería.

Siento ponerme roja y recuerdo que mi cabello y ojeras son un desastre total. No digo nada y subo a mi alcoba.

(...)

―Aquí tiene, serían cinco con ochenta ―le digo a la señora Rosa. Una dulce ancianita que es cliente diario de la panadería.

Estira su mano y me da el dinero exacto.

―Gracias querida. Dile a tus padres que les envió un saludo.

―Claro que si, tenga un lindo día.

Guardo el dinero en la caja registradora y continuo acomodando la mercancía de hoy. En general el día había ido bastante bien, teniendo los clientes de siempre y algunos nuevos que visitan el condado y siempre nuestra panadería es recomendada por los pueblerinos.

 ―Hola hola ―Suena la campanilla que cuelga en la puerta y es mi novio Mathew ―¿Cómo estás pequeña?

 ―Bien, ¿tu que tal? ¿ya quedó todo arreglado con tus padres?

―Algo así, en eso están.

Veo que busca entre los estantes su pan favorito pero frunce el ceño al ver la bandeja vacía.

―Desde muy temprano se llevaron las magdalenas, tendrás que esperar a mañana para comprar una.

―Debería dejarle un recordatorio a tus padres de que me deben guardar una magdalena al día, soy un cliente frecuente, debería tener un pase VIP o algo así ―Comenzamos a reír y me da un beso en la mejilla― debo irme, paso por ti a la misma hora para irnos a la facultad. Cuídate princesa.

 ―Salúdame a tus padres.

Sólo asiente y sale del local.

 Mathew Collins, es mi novio desde hace tres años. Nos conocimos el primer día en la facultad y desde ese día todo el romance empezó. Prácticamente hicimos "clic" al instante. Realmente es un chico bastante mono, respetuoso y sobre todo adorable. Me divierto bastante con él y aprecio que mis padres lo aceptarán cómo mi novio, aunque claro cómo se iban a negar si es el hijo del señor Collins, el más famoso y reconocido médico cirujano de la ciudad. Una familia conocida por todos.

Las amigas de mi mamá dicen que soy la envidia de las chicas de mi edad al estar con alguien de tal altura, que debería estar orgullosa y pensar en un matrimonio próximo. 

Sólo rió ante esos comentarios y los evito. Soy joven para casarme, y aún tengo muchos planes en mi vida, cómo para amarrarme a un hombre. 

La campanilla suena de nuevo y  me sorprendo al saber que es el morocho de largas pestañas.

 ―Hola, mm tu papá me mando a buscar unos sacos de harina. ¿Dónde están? ―Se rasca la nuca nervioso y creo me pega el mismo efecto.

―En la bodega. Puedes pasar al pasillo y es la puerta café.

Asiente y camina hacía la dirección que le indique. Pasan los minutos y escucho un estruendo que me hace brincar, el sonido viene directo de la bodega y temo que algo le haya sucedido. Así que corro al rescate y al abrir la puerta lo veo bañado en el polvo blanco, no puedo evitar carcajear y el sigue mi risa.

―Quise bajar el saco del estante de arriba y se me a caído encima ―se disculpa sacudiéndose el cuerpo―lamento el desastre.

―No importa, yo lo limpio. Puedes llevar al saco que está detrás de la puerta.

―Gracias. Por cierto... mi nombre es Zayn ―extiende su mano y la tomo gustosa― Espero y nos llevemos bien Mandy.

―Lo mismo digo.

"Pero Mandy no sabía que había hecho un pacto con el diablo" 

Delirium |Zayn|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora