El funeral

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El maestro falleció a los pocos días de mi llegada.
Su pérdida había sido para todos como un gran jarro de agua fría que hizo que inundó nuestros corazones de tristeza.
Desde aquel día, Stephen sería el que se encargase de todo pero yo no acudiría en su ayuda.
No era que no confiase en él, si no el miedo que tenía de perderle.

Terminé de arreglarme para ir al funeral del maestro cuando unos golpecitos tocaron en mi puerta.
Salí de la habitación y me encontré con Stephen, el cuál tenía los ojos rojizos.
-Hola- dije acariciando sus mejillas.
-Hola- dijo aspirando con fuerza -¿Lista?-
-No- dije mirando al suelo evitando llorar -pero así es la vida-
-¿Sabes que puedes acudir a mí?- dijo él -no tendré ningún problema para ayudarte mi amor-
-Lo sé- dije -pero con mi padre me será suficiente-
-¿Vendrás a visitarme?- dijo Stephen.
-Si- sonreí -siempre que pueda-

Stephen tomó mi mano para luego posar un delicado beso en mis labios.

Todo el mundo nos esperaba en un cerezo un poco alejado del templo.
Era un árbol hermoso donde el maestro solía ir a meditar muchas veces, era el lugar idóneo para enterrar su cuerpo.

Cuando el cuerpo fue sepultado con la tierra, noté como mi mundo se destruía poco a poco.
Mi padre depositó un beso en mi cabello y me abrazó con suavidad mientras Stephen acariciaba mi cabello para consolarme.
Todos nos daban el pésame e intentaban consolar nuestra pena, pero no era lo suficiente.

Comenzaba a sentirme agobiada con tanta gente, por lo que decidí ir a la biblioteca del templo.
Contemplé el escritorio del maestro donde todo estaba según lo dejó.
Me senté en su silla y pude percibir aquel olor tan característico suyo.
Era una mezcla de hierbas y tabaco que traía a mi mente muy buenos recuerdos.

De pronto la ira de no poder ver al maestro nunca más comenzó a invadirme.
Mis manos comenzaban a quemar y aquel intenso dolor se repetía una vez más.
Debía liberar mis poderes pero no podía hacerlo allí, por lo que abandoné la biblioteca.

Me alejé un par de kilometros y dejé que la lava fluyese de mis manos llenando un hueco entre las rocas.
Una vez noté que el dolor había cesado, me senté en el suelo y seguí llorando.
No entendía como en tan poco tiempo el maestro había podido fallecer.
Él había sido todo un luchador a lo largo de su vida, un hombre increíble, sin miedo a nada... y por culpa de esa criatura ya se había ido.

Se acercaba la noche cuando, sin esperarlo, una mano se posó en mi hombro.
Giré mi rostro y pude ver como Stephen tomaba asiento a mi lado.
-¿Estás bien?- dijo él.
-Me costará- dije suspirando -pero acabaré aceptándolo-
-Yo también- dijo agarrando sus rodillas para contemplar la lava que aún no se había enfriado -¿Esto siempre ha estado ahí?-
-Si- dije con seguridad.
-Juraría que...- dijo confuso -hace un par de días no estaba-
-Siempre ha estado- dije -pero pronto se endurecerá-
-Si- dijo él contemplando el magma -igual que nosotros-
-Ahora tu serás el hechicero supremo- dije -tendrás muchas responsabilidades-
-Si- dijo él con una sonrisa ladeada -pero nunca seré tan bueno como el anciano-
-Serás mejor- dije para besar su mejilla -y él  estará orgulloso de su alumno-

Stephen mostró una suave sonrisa y me besó con mucha delicadeza.

Le continué el beso con suavidad, disfrutando de cada segundo.
De repente, un carraspeo nos interrumpió a nuestra espalda haciendo que nos separásemos rápidamente.
Era mi padre que nos contemplaba con seriedad.
-Hija debemos irnos ya- dijo papá -o se nos hará tarde-
-Papá...- dije mirándole con seriedad.
-Tenemos que tomar un vuelo en un par de horas- dijo él -no podemos esperar-
-Yo la llevaré a tiempo- dijo Stephen -se lo prometo-
-Está bien- dijo -espero que esté en perfectas condiciones-
-Descuide- dijo Stephen con una sonrisa.

Cuando mi padre se fue, noté como mi cara se volvía roja por la vergüenza.

Al ver mi rostro de aquella forma, Stephen se moría de risa pero a mi no me hacía gracia.
Nos fuimos a cenar al pueblo para disfrutar el poco tiempo que nos quedaba juntos.

Hacía muchísimo tiempo que nunca había estado con un hombre como Stephen.
Él era totalmente distinto a todos los demás, me protegía, se preocupaba por mí constantemente, me consentía, me trataba como a una reina... si Loki me hubiese tratado así las cosas hubiesen sido diferentes.

Volvimos al templo en torno a las nueve de la noche yel avión lo tomábamos a las diez y media.
Stephen tomó mi cintura entre sus brazos mientras revisaba mi maleta y comenzó a devorar mi cuello.
Aquello me gustaba demasiado, pero al estar mi padre en el tiempo me cortaba.
-Stephen- dije separándome un poco -mi padre puede venir-
-Me da igual- dijo quitando mi maleta de la cama -quiero disfrutar otra noche con mi novia-
-Doctor- reí -no es una buena idea. Acabaría en el hospital-
-Me gusta correr riesgos- dijo tumbándome sobre él para besarme intensamente.

No podía negar que Stephen sabía como provocarme y aquella situación era un tanto morbosa.

ME deshice de su ropa rápidamente al igual que él de la mía mientras nos besábamos como si fuese el último día de nuestras vidas.
Cuando me penetró, un gemido se escapó de mis labios.
Los movimientos de Stephen comenzando siendo lentos pero poco a poco aumentó la intensidad.

No tardamos demasiado en llegar al orgasmo pero aún así fue genial.
Terminé de hacer mi maleta y como lo prometió Stephen me llevó al aeropuerto donde mi padre esperaba impaciente.
Entendía muy bien el humor de mi padre, ya que era su única hija y no quería perderme o que alguien me hiciese daño.

Abracé a Stephen con suavidad y al separarme deposité un suave beso en sus labios.
-¿Estarás bien?- dijo Stephen acariciando mi cintura.
-Si- sonreí para abrazarle con fuerza -te extrañaré mucho-
-Y yo a ti princesa- dijo él para volver a besarme.

Tras un carraspeo de mi padre, me subí al avión para volver a casa una vez más.

Cosa de magia (Dr. Extraño y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora