Ella

13 1 1
                                    

Ella no era como las demás chicas prototipo que tiene la sociedad y a las que están acostumbradas la mayoría de las personas. Ella era media complicada y difícil si la llegabas a conocer bien, pero parecía valer la pena tomarse el trabajo de conocerla; podía ser alguien maravillosa en sus mejores momentos.
Sin embargo, algunas ocasiones ni a ella misma le gustaba ver lo que había en su interior. A veces era muy sombría y lo que había ahí dentro espantaba.
Pero en general era un gran persona; es mas, había alguien que algunas veces le decía cosas que le hacían pensar que era mucho mejor de lo que ella creía cuando se ponía a pensar y terminaba triste por las cosas que le ha hecho a los demás. Pero lo cierto era que en el fondo, ella era una persona buena que se preocupaba por los demás y los ayudaba en todo lo que estaba a su alcance cuando podía.
Ella aprendía a hacer las cosas por sí misma. Nadie nunca le enseñó cómo debía enfrentarse a esos días en los que estás triste sin remedio porque no estás segura de la razón ni de cuándo exactamente sucede, solo sabes que lo estás e intentas sentirse mejor de alguna manera, pero a veces ese sentimiento puede más que ella así que deja que entre y la llene de todas esas sensaciones, incluida de vez en cuando la de sentirse algo vacía, hueca, por dentro.
El problema era que no estaba segura de qué era eso que le hacía falta para llenar ese espacio así que intentaba llenarlo con actividades como leyendo o escuchando música y haciendo cualquier otra cosa que pudiera entretenerla y mantenerla alejada de esos pensamientos e incluso hacerla sentir un poco mejor... pero habían ocasiones en las que hacer todo eso no era suficiente y  simplemente no tenía ánimos de hacer todo aquello que se suponía que debía hacer en un día normal como cualquier otro. Pero a veces se aburría de llevar una vida que podría llamar "monótona".
Se cansaba de hacer las mismas cosas una y otra y otra vez y quería hacer algo distinto de vez en cuando por lo que, cuando podía, intentaba hacer algo diferente a lo de siempre.
Pero en general podrían decir que eran pocas las cosas que lograrían animarla un poco.
Se sentía como un robot que actuaba de manera automática como si la hubieran programado al nacer para que hiciera todas las cosas que solía hacer.
A veces no tenía ganas ni de hablar con las personas; solo con algunas. Sin embargo, había alguien con quien siempre hablaba y se sentía a gusto y con quien los momentos de silencio eran reconfortantes y no incómodos como podrían ser con otros.
Esa persona hacía que su vida fuera un poco más llevadera y siempre la acompañaba en sus peores y mejores momentos desde que se habían vuelto tan unidas. Ella pensaba que por personas como esa era que valía la pena levantarse cada día y mirar la nueva oportunidad que te ofrece el destino de cambiar o lograr lo que quieres, como un regalo.
Aquella persona le daba la esperanza de que no todo en el mundo estaba perdido. De que aún habían personas que se preocupaban por ser amigos de verdad sin importar las circunstancias que se presenten porque se ayudaban mutuamente y se entendían o hacían el intento por entenderse la una a la otra y eso era reconfortante.
Aunque no se lo haya dicho nunca, quizás esa persona era una de las razones por las que ella se levantaba cada día y, generalmente, veía la vida con los mejores ojos que podía. Ella apreciaba el hecho de que esa persona estuviera siempre con ella y que si alguna caía, la otra se sentaba con ella y esperaba hasta que se levantaran las dos juntas y aunque no tuvieran tanto tiempo de conocerse, la unión que tenían valía más que la que habían llegado a tener con otras personas a quienes llamaban "mejores amigas".
Era un lazo mucho más profundo que esas dos palabras y solo ellas dos podían entender la magnitud de su unión y al hacerlo, valoraban lo que una hacía por la otra lo mejor que podían.
Ella siempre hacía su mejor intento por ser fuerte y soportar todas las vicisitudes que le ocurrían de la mejor manera, pero habían unas pocas ocasiones en las cuales ella se cansaba o le caía todo el peso de lo que vivía encima y se derrumbaba. Y casi nadie se enteraba de esas veces... solo las personas que ella quería que lo hicieran se daban cuenta.
Y ella hacía eso porque sabía la clase de persona que eran cada uno de sus conocidos y a quiénes les importaría de verdad cómo se encontrara e intentarían ayudarla, con una palabra de aliento, con intentar entenderla. Sin embargo, por desgracia esas personas eran pocas porque algunas de ellas no parecían preocuparse o interesarse de verdad en lo que le pudiera ocurrir a ella.
Así que si te contaba o te dabas cuenta de que no estaba bien debías considerarte afortunado e importante de que confiara tanto en ti.
Para ella las amistades tenían gran importancia porque no le gustaba confiar en cualquier persona para contarle algo personal: ya la habían decepcionado un par de veces así que mejor prevenir que lamentar. Por lo que se aseguraba de que podía confiar en alguien realmente antes de llamarla "amiga". Incluso habían quienes la llamaban mejor amiga, pero ella no podía decir lo mismo de esa persona. Habían quienes eran tan egoístas que al intentar contarles algo no te prestaban atención como se suponía que un amigo lo haría. Que solo hablan de sí mismos y lo que les sucede y está bien sentirse a gusto contigo y lo que te pase, pero a veces los demás también requieren de alguien que los escuche y hay muchos que fallan en esto, pues saben hablar pero no escuchar.
Y quizás en parte era por eso que a ella cada vez la decepcionaba más la sociedad y el mundo decadente en el que vivía. Todos llenos de estereotipos, amistades falsas, personas hipócritas, padres que no tienen ni idea de quién eres en realidad, personas tan superficiales que solo se fijan en el dinero, el celular, la ropa, la casa y todas esas cosas materiales que tienes, pero que no se interesan demasiado en lo que sí es importante... en quién eres en el fondo de tu ser. En descubrir todas las ventajas y momentos buenos que podría traer tomarse la molestia de conocer a alguien al punto de darse cuenta, por ejemplo en el caso de ella, de los mensajes que enviaba a través de una frase, de una simple oración que podría indicarte cómo se encuentra, de ver reflejado en su mirada si se encontraba bien o mal o simplemente si no era ni un buen ni mal día, solo un intermedio.
Pero ya casi no habían personas así.
A ella le habría gustado vivir tiempos atrás en la época en la que los matrimonios eran reales, en los que las personas se amaban y estaban enamorados y no se divorciaban al paso de unos cuantos años de estar juntos. Cuando podías salir y jugar con tierra y lodo y subirte a un árbol o correr por ahí con tus amigos al jugar la queda o algún otro juego así. Le había tocado vivir un poco de eso, pero no lo suficiente. Le habría gustado vivir cuando las amistades eran verdaderas, no solo un par, sino todas o la mayoría al menos.
Pero le ha tocado vivir en una sociedad que en lugar de avanzar lo que hace es atrasarse y por más tecnologías que hayan, jugar en una tablet, computadora, celular o lo que fuera no llegaría nunca a ser tan divertido como corretear y atrapar a tus amigos, o al menos para ella no.
Pero desgraciadamente no a muchas personas parecía importarle nada de eso. Pero a ella le importaban.
A ella le importaban los pequeños detalles, las pequeñas acciones que los demás hacían por o para ella y con los demás. Le podría importar más un regalo que le hicieras tú con tus propias manos a que le compraras un suéter o cualquier otra cosa. Le importa más que estés ahí cuando te necesita que cuando todo está bien. Le importa mucho más que te des cuenta por ti mismo de cómo es, las mañas que tiene, su reacción a diferentes situaciones, lo que le gusta y lo que no, y todas las características que la hacen ser ella, a que tenga que contártelas.
Ella era todo eso y muchas cosas más, pero debías prestar atención para poder darte cuenta y llegar a conocerla.
Habían cosas que le gustaría que no fueran como son y que si estuviera en sus manos las cambiaría, pero estaban más allá de lo que ella podía hacer. Así que no le quedaba más que aprender a vivir con todas esas circunstancias y, sobre todo, seguir siendo ella misma sin importar todo a lo que se enfrentara ni lo que pensaran los demás sobre ella; pues si había algo que le gustaba y que no cambiaría al menos que ella lo permitiera, era su manera de ser.

Agonías de una mente locaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora