Ella era pequeña, una niña a penas. Le gustaban las historias o cuentos de princesas, aquellas cómicas de dibujos animados que solían poner en los canales infantiles por la mañana, jugar con muñecas, pintar lo que le pusieran en la escuela, acompañar a su niñera y a su mamá a ver novelas en secreto de su padre para que no se enojara, le gustaba jugar con su hermano menor y muchas otras cosas más.
Sus preocupaciones más grandes eran no salirse de la raya al pintar, aprender más o menos a escribir, comer su merienda, portarse bien y esperar por cumplir un año más... Eso era lo que quería, lo que la emocionaba. Ella quería cumplir un año más y ser más grande, ser tan grande como lo eran varios de sus amigos.
Y así era siempre durante un tiempo: ella quería crecer y a pesar de que su madre le decía que disfrutara cada día porque ya llegaría el momento de crecer, ella no hacía caso en serio y seguía con su deseo incesante de crecer.
El único problema era que todas esas historias y cuentos de hadas y novelas y libros que vería y leería después ella quedaría en el algún lugar de su ser creyendo que la vida era así, como un cuento o una historia en la que podían ocurrir eventos malos pero que luego todo se solucionaría y mejoraría y habría un bonito final. Pero lo que ella no sabía era que la vida no es como en los cuentos.
En la vida se tienen malos momentos y otros mejores, pero no siempre hay buenos finales. A veces ni siquiera hay un final propiamente dicho para ciertas situaciones.
Y como había obtenido una idea errónea sobre lo que ocurre en la vida real, le tocaría aprender por ella misma que las cosas no siempre son buenas ni tienen un buen final. Le tocaría darse cuenta de que al crecer querría volver a ser pequeña y tal vez algunas ocasiones se comportaría como una niña y tal vez ni siquiera entendería por qué lo haría, pero en el fondo sabría que anhelaba aquella época de su vida en la que todo era más simple... En la que todo era más sencillo.
En la que no debía preocuparse por tantas cosas y en la que era feliz sin saberlo si quiera, incluso quizás sin llegar a pensarlo.
Así que crecería y se daría cuenta de por qué Peter Pan en aquella película no quería crecer y convertirse en un adulto como todos los demás. Crecería y se daría cuenta de que habría momentos en los que preferiría no pensar en nada en absoluto o incluso no hablar con nadie acerca de nada. Solo limitarse a hacer lo que debía y le gustaba porque para entonces ya no habría forma de volver el tiempo atrás y disfrutar un poco más de esa época en la que aún sin quererlo era feliz y todo parecía ser bueno y en la que la magia, los príncipes que te salvaban y te defendían o protegían y las hadas que te ayudaban a cumplir tus sueños parecían existir de verdad y ser reales.
Se daría cuenta de que algunas ocasiones solo estaría ella contra todo lo demás y no habría quién la salvara en todo momento y que en algunas ocasiones no todo parecería ser justo desde su manera de ver las circunstancias que atravesaría.
Aunque tal vez sí llegaría alguien a salvarla del dragón malvado que la atormentaría de vez en cuando con malos momentos y malas experiencias y se encontraría en el camino con una especie de hada que la ayudaría a ver las diferentes situaciones desde otro punto de vista y la cual intentaría ayudarla y apoyarla siempre en cualquier momento y se daría cuenta de que, después de todo, sí hay algo de cuento en la vida real.
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Agonías de una mente loca
AcakQuizás suene estúpido o como que es algo de aventura, pero solo son los textos que salen de mi mente, de una chica común y corriente sin nada de extraordinario y cuya forma de escapar del mundo y de sus problemas es escribir... algunas veces.