Juró desde chico que su límite serían veinte, que no asesinaría más personas después de ese número pero, ¿dónde podría buscar algo que ocupara su tiempo y le diera la misma satisfacción? Lo veía tan difícil y lejano.
Caminaba por su patio donde en pequeños montículos casi imperceptible guardaba los cuerpos sin vida ya en gran estado de descomposición.- Vamos amigos, deberían celebrar conmigo que cumplí la meta - se sentó en el suelo.
Una pulsera que mantenía distintos recuerdos de cada muerte, algo especial que le trajera la misma sensación que la de esa noche, de esa muerte o de los gritos de angustia de cada persona.
Se mantenía quieto, aún sentado frente a las veinte tumbas improvisadas cuando la puerta se abrió con fuerza, se levantó se golpe, asustado y con el corazón latiendo con fuerza. Se ocultó por el lado de la casa mientras con rapidez las fuerzas policiales ocupaban cada rincón de su hogar.
Decidió correr, correr por su libertad, correr porque sabía que todo había terminado, lo habían descubierto y en muy poco tiempo descubrirían los cuerpos, sus cuerpos, su gran trabajo y obra de arte.
No pudo hacerlo por mucho tiempo, los ladridos de varios perros se acercaban a su lugar, aunque intentara llegar a la carretera ya sabían su nombre, conocían su rostro por las fotografías y varias cosas en los cuerpos lo señalaban claramente. La televisión lo mostraría como prófugo de la justicia, enseñarían todos los cargos por los que a sido culpado.
Se detuvo, colocó sus manos detrás de la cabeza y se arrodilló, esperaría que lo encontrarán, ayudaría con su testimonio. No era capaz de vivir en la nada, sobrevivir sin las comodidades acostumbradas y oculto en el bosque, no era como quería terminar, se iría preso pero, éste no era el final.