Prometí no matarte, juro que lo que menos quería en mi vida era hacerte daño pero, ¿tú pensante en el daño qué me hacías cada vez que te veías a escondidas con él?.
Prometí no matarte el primer día que te vi jugueteando con él, con el descaro de hacerlo a mi lado, con la excusa de que solo era un juego, ¿por qué con Edgar?, ¿por qué con mi mejor amigo?.
Sabías de mi baja autoestima, sabías que me hacías daño y aún así continuaste tu juego. Continuaste viéndolo a espaldas mías y jugando a que yo no sabía.
Mi querido Nicolás, mi hombre perfecto, el pilar fundamental en la vida que tan mal me a tratado. La primera vez que me dijiste Naiko, cuando estábamos en el jardín infantil sonó tan linda que la ocupé para todo lo demás. Todos mis personajes tenían ese nombre, ¿sabes por qué? Porque me recordaban a ti y lo mucho que jurabas amarme.
No olvidaré la sonrisa que tenías mientras estabas en la parrilla con él, bromeando de cosas sin sentido mientras yo, yo observaba desde la casa cada gesto que hacías. Cuando él tomó tu mano, cuando tocaba tu cabello y tú no rechazabas sus actos. De a poco cegaba mi razón, atándola en lo más profundo de mi cerebro.
Poco recuerdo de lo que pasó, todo fue demasiado rápido y ahora, sentado en el sillón, con tu rostro entre mis piernas, acariciando tu morena piel me doy cuenta del error que cometí. Te juro amor mío que no quería matarte, te juro príncipe de mis tormentos que los celos y el miedo a que me dejarás fueron más grande que todo lo demás.
No puedo vivir sin ti, te seguiré hasta el último lugar donde vayas, donde tú alma quiera estar conmigo, donde podamos cumplir nuestros sueños y donde nadie pueda ni siquiera intentar separarnos.