Otoño.
Caminaba por el parque mientras las hojas caían a mi alrededor, la cantidad de árboles que tenía a mi lado superaba los 30 y perfectamente podría ser un bosque. Con la única compañía de mi cámara profesional en la cual captaba todo lo que mi imaginación quería. Tienes un don me repetían mis profesores, al principio me lo creía, pero luego con el tiempo me di cuenta que ese don lo tenían todos. Ahora observaba mi alrededor sin ver nada que captará mi atención. Me senté en unos juegos que habían en un rincón, sentado sobre el columpio di con un chico alto, tenía unos rulos muy lindos y lloraba con mucha pena. Encendí mi cámara y apunté al muchacho, decidí cambiar el filtro a uno que resaltará más su tono de piel y saqué las fotos. Me levanté en silencio y caminé a un negocio cercano, decidí comprar un chocolate para alegrar al chico - me cago si no le gustan - pensé.
Hola, ¿necesitas hablar? - me miró en silencio, secó sus lágrimas con su polerón - toma, espero que te alegre un poquito el día.
Gracias - susurró, su voz se perdía con la angustia que sentía. Decidí marcharme con la foto del muchacho en mi cámara, del ruliento de ojos marrones que tan triste estaba.
Manuel, está foto es hermosa - soltó mi profesor frente a la clase - de verdad tienes un talento único.