La lluvia caía mansa una tarde de domingo. Los nubarrones anunciaban que las pequeñas gotas caerían hasta muy avanzada la noche. Podía ver desde la ventana de mi habitación los charcos formándose en el pasto verde del jardín y como el pequeño arbusto que había plantado hace unos meses se mecía con suavidad a causa del viento.
Hacía un día muy bello para quedarse en casa y ver un maratón de películas o realitys shows con pizza y cerveza en la mano, con bromas de por medio, charlas sin sentido, besos y caricias que podrían llegar a más o simplemente estar acurrucada junto al cuerpo del amor de tu vida. Pero Josh hacía un mes que estaba fuera de la ciudad por trabajo y por ese motivo ahora me encontraba sola, sentada en un sillón a lado de la ventana de mi habitación viendo como pequeñas gotas resbalan por ella.
Cerré los ojos por un segundo y apoyé mi cabeza en el vidrio de la ventana. Bufé cansada y volví a abrir los ojos para fijarlos en las gotas de lluvia que ahora caían con más fuerza.
Extrañaba a Josh, a mi esposo. Lo extrañaba mucho. Muchísimo. Es cierto que todos los días me llamaba o me enviaba miles de mensajes con frases tan dulces o tan tontas que siempre me sacaban una sonrisa o una sonora carcajada, pero lo necesitaba conmigo. A mi lado.
Aparté un poco molesta un mechón de pelo rubio que caía sobre mi cara y solté un quejido que sonó un poco infantil. Estiré mis brazos y mis piernas. Decidí levantarme y preparar chocolate caliente. Caminé arrastrando mis pies haciendo el suficiente escandalo para que se pueda oír en toda la casa y así despertar a mis dos perros que dormían en paz en el salón.
Después de lo que parecieron horas llegué a la cocina perseguida por Pipi y Driver que movían sus colas pidiendo también algo que comer. Doy a cada uno su alimento balanceado y pongo a hervir el agua para mi chocolate. Me apoyo en la mesada mientras espero a que el agua hierva y recuerdo que solo faltan un par de semanas más para que pueda volver a ver a mi esposo.
Esas semanas que faltan me parecen eternas. No sé cómo sobreviví este mes pero ha sido horrible. Me he acostumbrado espantosamente a él y a veces me descubro buscándolo a la hora de dormir o cuando me levanto cada mañana. Es algo que me hace sentir como una colegiala de 15 años pero no puedo evitarlo. Lo necesito.
Los primeros días fue casi imposible conciliar el sueño y se lo dije cuando me llamó. Josh no lo pensó dos veces y el fin de semana volvió a mí con su mochila de viaje y una gran sonrisa. Voló 10 horas desde Londres hasta Los Angeles, solo por mí. Solo para pasar un día y medio conmigo. Está demás decir que me volví loca y que al verlo en el umbral de mi puerta había saltado literalmente a sus abrazos, y que el pobre tuvo que cargarme hasta nuestra habitación porque no pensaba soltarlo. Esa noche habíamos hecho el amor tantas veces que recuerdo perfectamente que antes de caer rendidos a Morfeo podía ver por la ventana los colores del amanecer.
Un trueno me regresa a la realidad recordándome del agua que había puesto a hervir. Apago la hornalla y preparo mi chocolate. Luego de unos minutos voy de vuelta a mi habitación seguida de mis bebés. Me acuesto en la cama.Pipi y Driver hacen lo mismo a un lado de la misma. Le doy un trago a mi bebida y saboreo el dulce sabor. Sonrío con gusto.
Otro trueno se escucha a lo lejos y cierro los ojos. Pienso en Josh y si le estará yendo bien en el rodaje. Josh es el protagonista y además el productor de la película por lo tanto el rodaje y la producción me lo robarían por un tiempo. Teníamos un trato de no separarnos más de dos semanas cuando trabajábamos o tratábamos de no trabajar al mismo tiempo. Lo último era la mejor opción, así si él trabajaba yo me iba con él y viceversa pero en estos últimos meses ambos coincidimos en proyectos que ninguno podía rechazar. Él en Londres y yo aquí en Los Ángeles además que tenía algunas promos de películas y galas que asistir que no podían ser canceladas. Así que estaba sufriendo y a veces me arrepentía de haber aceptado este proyecto, pero Josh me había apoyado tanto que no lo pude rechazar.