Weasley, como la palma de mi mano (ATP)

~Weasley, como la palma de mi mano

-Rose... Rose... ¡Rose!

-¿Qué pasa? ¿Qué hora es?

Scorpius la miró y le sonrió, siempre era difícil despertar a la pelirroja, pero le había pedido que lo hiciera, además de que no se atrevería a dejarla en el sillón, incómoda, cuando podía estar en su cómoda cama.

-Es la una de la mañana -dijo Scorpius. Rose se restregó los ojos y bostezó -. Ve a dormir, anda.

Rose negó con la cabeza y miró a Scorpius, luego se recargó en su pecho y le tendió la mano.

-¿Quieres leerlos ahora? -Preguntó el chico. Rose asintió -. Es muy noche, mejor mañana; tendrás todo el día.

-Ya esperé todo el día... si encuentro algún error, Scorpius, no seré tu esclava ni nada, eh.

-Como quieras...

-¿Por qué usaste tanto pergamino? -Preguntó Rose, frunciendo el ceño.

-Hice mi trabajo completo -Rose levantó la ceja -. Te puse por qué lo sé, y te puse las pruebas escritas -. La chica abrió los ojos como platos y luego gruñó -. Rose has perdido la apuesta.

-Los leeré a solas- dijo la chica -. Iré a mi cuarto, los leeré y luego me dormiré.

-No te he dado permiso -dijo Scorpius, sonriendo burlonamente.

-No te dije cuándo empezaríamos -sonrió Rose, con autosuficiencia. Y Scorpius entrecerró los ojos -. Algo Slytherin se me tenía que pegar de ti, cielo.

Scorpius le besó la nariz y sonrió.

-Léelos, buenas noches. Estoy algo cansado.

-Buenas noches.

Miró cómo Scorpius se iba a su cuarto mientras ella caminaba hacia el suyo. Les había venido como anillo al dedo el ser Premio Anual ése año, aunque no todos lo vieran conveniente.

Entró al cuarto y cerró la puerta tras de ella, luego se recostó en la cama. Suspiró, y se puso a leer.

...

-¡Scorpius!

-¿Qué haces aquí? ¿Qué hora es? -Preguntó Scorpius enderezándose -. ¿Por qué estás despierta?

-Terminé de leer -sonrió Rose.

-Ah... podemos discutir eso luego, ¿por favor? Tengo ganas de dormir...

-Ya es de día -dijo Rose.

-¿Y desde cuándo eso te importa? -Preguntó Scorpius, alzando las cejas.

-Scorpius...

-Ahora que lo pienso, los pergaminos no estaban tan largos, Rose, y tú lees rápido, debiste haber terminado hace horas.

-Terminé hace horas -sonrió.

-¿Entonces...?

-Acabo de terminar treinta y dos pergaminos para ti -sonrió.

-¿Qué?

-Así queda pagada mi apuesta, ¿ves? No me tardé todo el día como tú, pero sí toda la noche casi.

-¿Treinta y dos?

-Como los que escribiste, sí.

-¿Puedo leerlos después? ¿Puedo dormir ahora?

-Er... no lo creo -dijo -. De cualquier forma no puedes leer, tenemos que irnos a Hogsmade, bobo.

-No tenemos qué...