CAMINO A DREST Y MÁS ALLÁ
Otoño de 795
Amelia
Dos de los hombres me agarraron de los brazos y me arrastraron hasta la mujer. El tercero, que estaba encima de ella, la penetraba violentamente. Justo cuando acabó con un sonoro gruñido cuando nos acercamos y se dejó caer a un lado.
Entonces vi la cara de la mujer.
-¡Brunelda!
Me miró con ojos aterrados, pero antes de que pudiera hablar otro de los hombres se dejó caer sobre ella y la violó del mismo modo salvaje que el primero. En ese momento, mi cuerpo golpeó con fuerza el suelo cubierto de hojas y uno de ellos se cernió sobre mí.
Brunelda gritó algo en un idioma que no había oído nunca, y el hombre retrocedió y me miró con miedo. Incluso el que estaba sobre ella detuvo su ataque y se me quedó mirando. Brunelda volvió a gritar en el mismo idioma. Al instante, los tres huyeron, el último que había violado a Brunelda, sin pantalones.
Me levanté e intenté ayudarla, pero me empujó y se puso de pie por sí misma.
-¡Corra! –gritó, esta vez en lengua sajona-. Les he dicho que es usted Hela, la diosa vikinga de la muerte. ¡Le tienen miedo! –Seguía gritándome, para que pensaran que ella también tenía miedo-. ¡Corra! –repitió y se alejó de mí corriendo.
Corrí por el bosque hasta que vi a los hombres delante de mí. Hablaban en voz alta, asustados. Me detuve y me escondí detrás de una gran roca hasta que me pareció que se habían ido. Estaba a punto de salir cuando oí otro grito aterrador. Era Brunelda.
Corrí hacia ella y me detuve cuando la vi con los tres hombres en el bosque, lejos del río. Estaba otra vez en el suelo, y los hombres la miraban desde lo alto.
Mi mente volaba mientras intentaba dar con la forma de ayudarla. Mientras estaba allí de pie, paralizado por el miedo y la indecisión, los tres hombres dieron media vuelta, dejaron a Brunelda en el suelo y se dirigieron hacia el barco de madera que había visto antes en el río. Esperé todavía unos instantes antes de deslizarme tan silenciosamente como pude hasta mi amiga.
Estaba muerta. La sangre le salía cada vez con mayor lentitud del cuello, donde la habían acuchillado.
Me desplomé sobre su cuerpo y lloré en silencio, para no atraer la atención de los hombres. Sentía la calidez de la sangre que rezumaba y me empapaba el hábito.
No se cuánto tiempo permanecí allí, pero finalmente me levanté. Tenía que volver a Temse a decírselo a Conwoin. Me dirigí hacia el camino que iba junto al río y que llevaba al pueblo, pero al llegar vi que otro barco había ascendido por el río y estaba anclado detrás del primero. Había una decena o más de hombres por allí. No podía volver a Temse sin que me vieran.
Volví al lado de Brunelda y me senté a su lado. Mientras miraba su cuerpo sin vida, me caían lágrimas por las mejillas. Había dado su vida por mí y lo único que podía hacer yo era mirar las moscas que pululaban alrededor de su cuerpo y se alimentaban de su sangre.
Se me escapó un gemido de agonía; me levanté y busqué algo que sirviera para cavar. Con una piedra afilada, conseguí sacar suficiente tierra para tener una tumba poco profunda. Mientras cavaba, perdí el sentido del tiempo. La cubrí con la tierra para protegerla de las moscas, y apilé rocas encima para mantener alejados a los animales. No dejé de rezar por su alma ni un momento.
Y me dormí.
Cuando me desperté, el cielo estaba plagado de nubes grises que oscurecían el sol. Caminé hacia el río hasta que vi que ambos barcos seguían allí y que había más hombres. No podía volver a Temse.
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LA TENTACIÓN DE LA MONJA
RomanceEn el siglo XII, una mujer con ideas propias y que quisiera elegir libremente su destino no recibía más que escarnios e insultos por su atrevimiento. Esto es lo que le ocurre a Amelia de Ardennes hasta que se convierte en novicia de la abadía de Mün...