capítulo 7 La trampa del Destino

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A casi dos semanas de la llegada de Lorenzo, Amelia y Mariel platicaban del hombre que reía con aire descarado de muchas cosas, Amelia notó que Mariel ponía cuidado a encontrar defectos y lo que encontró fue su aire desenfadado, que le agradaba demasiado a su padre que decía que hombres como Lorenzo estaban apunto de extinguirse siendo que el mundo necesitaba hombres como él para salvarlo. Agradaba a Mariel pero su padre definitivamente estaba exagerando necesitaba el mundo otros hombres como su padre.
-Padre, haces mal en enamorarte de él- dijo riendo sonoramente.
-Reconozco las virtudes de un hombre como Lorenzo y espero que seas tú quien te enamores.

La mañana del lunes Arturo decidió tomar un día con su esposa y partieron a un paseo de compras por el pueblo, Mariel y Amelia se enfrascaron a caminar por el bosque hasta llegar a una parte del río en el que amaban jugar desde niñas no se fueron muy temprano y al no encontrar a su padre en la casa asumieron que se habría ido de caza con Lorenzo o a enseñarle cosas de hombres que siempre es tema para Don Pedro(sinónimo de aburrido), Mariel era un tanto pudorosa el día era fresco y aunque llevaba un vestido que dejaba ver el nacimiento de su pecho por lo cual casi nunca usaba, llevaba un pequeño suéter con botones hasta el cuello, sombrero y unas botas bajas, un collar discreto y la mitad del cabello suelto. Amelia un vestido ligero completo trenzas en los cabellos con listones de color rosa pastel acorde al tono del vestido, no llevaba sombrero se perdieron en un juego de niñas. Amelia más traviesa propuso esconder el suéter y el sombrero se fue corriendo y aventó en aire el gracioso sombrero quedó atorado en lo alto entre las ramas de un árbol de ébano y el suéter lo dejo tirado cerca del mismo árbol como guía, se perdió de su vista por largo rato y así siguieron jugando. Al tiempo de decidir regresar se habían cansado de reír que guardaron largo rato silencio. Lo último que Mariel dijo fue que buscaría el sombrero Amelia se sentó cansada de sus botas y esperando que su hermana no la regañara por dejar atorado el sombrero.
Encontró el suéter y de alguna forma extraña vio el sombrero en la rama del árbol ébano, bastante frondoso cerca del río, buscó como llegar a el sombrero con un palo perdió el equilibrio, lo soltó, resbaló y con tres pasos atrás definitivamente llegaría al suelo.

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Lorenzo se vio aburrido al ser abandonado por el matrimonio y Don Pedro no le dio un panorama más divertido, se dirigió a caminar al rió, después de dejar el caballo atado, estaban tan distraído con el paisaje, caminando y absorto con las formas irregulares que toman las corrientes del río, que sólo sintió que algo le caía encima. Fue algo tan rápido, justó caía la Señorita Miel que ella quedó boca arriba al caer, haciéndole perder el equilibrio y cayendo el encima de ella de una manera absurda y bochornosa con su cara casi a la altura de sus pechos, no supo cómo sucedió fue un suceso tan confuso que trato de asimilar mirando a los lados mirando debajo de su barbilla y mirando el rostro de Mariel para cuando se quiso reponer del asombró así como ella. Amelia vio una situación muy diferente él estaba encima de su hermana de una manera escandalosa solos en medio del bosque, venía en busca del bendito sombrero y de la hermana que la había dejado atrás mientras descansa por los doloridos pies. No sabía exactamente qué estaba pasando pero parecía estar besando sus....
-Mariel deberás casarte- gritó - como es que mis tíos se fían de usted, ¿papá donde está?.
- Amelia no se como sucedió, no se que crees, que viste.
- Estaba encima de ti, claro que se lo que vi.
-Si le dices a mi padre me obligará a casarme- entre un frío miedo y con la voz temblorosa trato de explicarle.
-No es necesario que vos aclararéis nada, me casaré contigo, nada me dolería más que decepcionar a vuestro padre. No hagáis de esto un escándalo.
- Sería una desgracia - escupió Mariel- escuchame Amelia nadie nos ha visto, sino le dices nada a mi padre, nadie más se lo dirá, esto me arruinara.
-Mariel el debe responder por lo que hizo.
- Que crees que viste- Mariel exigía una respuesta, en una ola de acontecimientos Amelia vio como este tipo había pasado más de 15 minutos a solas con su hermana la cual tenía una clara debilidad por él, y había logrado seducirla, y ahora descubierta y arrepentida quería que la encubriera-no te vayas, regresa.
-Debemos hablar- fue tan rápido Lorenzo y tan lenta Amelia con sus doloridos pies, que sólo podía pensar que era lo que pensaba la chica de él, quizás lo más ruin. Necesitaba tranquilizarla estaba tan acorralado como Mariel y sólo quedaba responder por estar distraído y tomar tiempo para ver qué estaba sobre los pechos de Mariel necesitaba tranquilizarla, evitar un escándalo y ahorrar un momento demasiado vergonzoso a Mariel con su padre - deseo casaros con ella lo juró, hoy mismo en la cena le pediré su mano a vuestro padre, pero por favor no habléis sobre lo que creéis que has visto o romperéis el alma a tu padre, Mariel es su princesa, una noticia así no podrías darle.
-Esta noche o le diré a mi padre-indignada se fue dejando a Mariel helada e inmóvil mientras que la veía alejarse.
-No me casaré con usted -dijo Mariel firme mientras que su cuerpo no decía lo mismo estaba pálida, evitaba mirarlo, a punto de llorar.
-Es posible que no tengais sentimientos hacía mi que le hagan desear una alianza matrimonial, pero su hermana imagina lo peor de mi, y su honor esta en juego -maldijo para sus adentros la trampa del destino, a menos que Mariel convenciera a Amelia de lo que había sucedido estaría casado con la Señorita Miel, como la llamaba cuando no estaba presente -señorita Mariel procuraré ser un esposo dignó de una mujer como usted. Al tiempo que tomaba su mano hincado de forma solemne.

-No diga estupideces, por favor- dijo alterada, yo no quiero abandonar a mi padre, se dijo- yo no quiero casarme. En un segundo puso las mano sobre el escote de su pecho que ya estaba cubierto por el delgado suéter, ruborizándose nuevamente al recordar lo que había llevado a Amelia amenazar con decir a su padre.
- Estoy perdida.
-No lo está, su padre no tiene que saber ese momento bochornoso, yo os diré que me he ganado su corazón y que deseo casarme y pasaremos el mayor tiempo cerca de tu padre, no estaríais lejos de él, y tendremos tiempo de conocernos pediré casarme con usted en tres meses.
-No quiero casarme y en cuanto haya un compromiso formal, no habrá tiempo de conocernos, no entiende las costumbres -algo que Lorenzo no pudo entender.
- Señorita Miel no puede llegar así al lado de su padre, debemos avanzar para llegar con Amelia. Tomo al caballo y se subió y con diestro movimiento la subió al caballo sobre su regazo, sintiendo ella el aroma de Lorenzo, encontró una calma que no esperaba, tratando de descifrar las notas de su delicioso perfume.
-No me llame señorita Miel, nadie aparte de mi familia me llama Miel.
-He escuchado a todos los criados de la casa llamarla igual.
-Usted, no es mi criado, ni mi padre. Sintió que la sangre le hervía pues consideró que el no quería que los criados le hablarán con tanta confianza.
- Pero desde hace menos de 1 hora sois su prometido creo tener el derecho de llamarle Miel, si así lo deseo.
-No soy su prometida, y su deseo no le da ningún derecho a llamarle como le plazca.
- La señorita Amelia no opina lo mismo.
- Amelia es una estúpida.
- Señorita Miel como mi prometida le exijo que cuida las palabras que ocupáis para referirse a mi querida hermana Amelia.
-No será su hermana hasta que estemos casados.
Sonrió ante la victoria que las palabras de Mariel le habían regalado. Mariel lamentó su vocabulario delante de Lorenzo pero ¡oh Dios estaba tan enfadada, asustada y angustiada, el calor de este hombre era agradable al tacto, nunca había experimentado esas sensaciones!
Que pasaría si su hermana no cambiaba de parecer. En un segundo comprendió que el calor de Lorenzo le daba tranquilidad. No podía negar que la trataba con sumo respeto, que nunca había buscado situaciones imprudentes. Como habían caído en semejante trampa.

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