capítulo 23 La sábana blanca

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Amelia estaba espléndida con el vestido con piedras y encajes detallado transparencias en las mangas y en parte del escote, su tocado con flores blancas y el velo le daba un aire angelical. Sebastian deseaba con todo corazón, manchar la sábana blanca.
Sebastian lleva el uniforme militar en que Lucía especialmente guapo con su 1.78mts. de estatura su cara cuadrada y varonil con la patilla unida a la barba en su piel blanca y su cabello negro azabache con sus labios delgados pero a la vez prometedores de sonrisa cautivadora de ojos oscuros provocadores, con ceja recta, nariz afilada, eran un ejemplar exótico, al que ninguna mujer se le resistía, con ese cuerpo que estar en la milicia le había perfeccionado, de piernas extremadamente perfectas briosas que sobresalían del pantalón. Más damas de las que las manos pueden contar aquella tarde se le oyó suspirar su despido de la soltería con melancolía.

Sebastian miro a cada una de las bellezas de piel blanca y trigueña, de caballero rubio, castaño o rojizo, altas y bajitas, voluptuosas y escuálidas que estaban ahí con las que alguna vez bailo, ninguna habían despertado lo que está mujer morena de rasgos indígenas y españoles, de ojos color miel, su cuerpo era exactamente lo que el deseaba su rostro angelical mezclado con la sensualidad natural de su andar, una amazona única.
Mujeres jóvenes y casadas reconocían la belleza mística de mestiza, aunque preferían a una mujer francesa que una indígena para tan bello hombre.

Se celebro todo lo tradicional y el baile de los cantaritos donde los novios los rompen mientras bailan, con las matronas tecas de la zona encargadas de mostrar la sabana blanca.

Sebastian había dejado a su esposa un momento para decirle a la madrina que se llevaría a Amelia en unos momento pues como parte de las costumbres los padrinos debían hacer guardia fuera de la alcoba y solo la madrina ayudaba la novia.

Mariel aprovecho el momento para hablar con Sebastian.

- Debemos retirarnos, ha sido un placer conocerlo.

- Querida hermana, nos veremos en 6 meses en la hacienda de tu padre pero también seras reciba en "la mestiza" así se llamara la hacienda donde viviré con tu hermana cerca de tu padre. pero al notar cierta tribulación en su rostro pregunto:

-¿Mariel esta preocupada? -Sebastian trato de disimular los celos esta mujer sabia lo que él sospechaba. Mariel asintió.

-la separación puede ser un pesar pero después del tiempo que piden las costumbres no la volveré a separarle de su padre.

-No es por eso, ella jamas pensó en casarse quería permanecer al lado de mi padre y ha aceptado casarse con usted o la casaría con cualquier otro. -Mariel se ruborizo pero necesitaba ayudar a su hermana y lo único que se ocurrió fue decirle a su esposo que entendiera que ella no sentía deseo, y que estaba aterrada.

-Me dice usted que Amelia no me ama ¿acaso ama a otro?

-Si, a mi padre, nosotras no teníamos en la vida otro amor más que a mi padre. Me case y ahora tengo dos amores, pero no me case enamorada. -Al diablo con el padre esta mujer sabia de su otro amor.

-Amelia me amará.

-Cuide de mi hermana, ella es muy frágil, a pesar de ser mestiza y se crea que pueda ser rebelde, siempre estuvo mas apegada a mi padre que yo. La única vez que le ha desobedecido es para no aceptar la boda con Don Joaquin de Toledo y sino termino casada con él fue por la oportuna intromisión de mi muy coherente tía Catalina. Sebastian agradeció con todo su corazón la ausencia de catalina en aquellos días pues amándolas como una madre le hubiera arrancado el corazón por su ofensa.

-Esa tía es sensacional, Mariel hermana mía dime en realidad que es lo que quieres, que olvide la tradición de la sabana blanca porque Amelia no esta enamorada, la noche de bodas no se aplaza con o sin sabana en ninguna parte del mundo. -dijo en un tono pícaro restando importancia a las malditas sabanas, él no creía que la platica se debiera a otra cosa que ayudar a Amelia, ella sabia de quien estaba realmente enamorada pero no diría absolutamente nada. Mariel cambio de color, muy pocos hombres dejarían para después lo que la noche de bodas implica(la gloria).

-Hermana debo irme, te amo. Dijo Mariel en el momento que la vio frente a ella, deposito un beso en su frente y antes de retirarte agrego:

-Sebastian, cuídela mucho... -Mariel se fue con el corazón contrito, Sebastian tomaría a su hermana aunque no lo amaba, Amelia sufriría demasiado entendió su pesar y lo que sufrió al verla partir cuando se fue con Lorenzo, ahora esperaría 6 meses para saber de Amelia, sintió coraje de pensar que este tiempo prolongado lo pidió Sebastian, sabiendo que Amelia necesitaba tiempo para acostumbrarse a él. Se consoló pensando que era joven y guapo y que ella pronto estaría enamorada de él.

- Debemos irnos Amelia - Sebastian la miro con intensidad.

-yo quería bailar un poco más - dijo como única salida para retrasar lo inminente.

-La habitación esta lista y nos espera. -Amelia volvió a perder el color y le temblaba las manos, quiso mirar a su padre y suplicarle que no la dejase ahí con ese hombre que lo único que le inspiraba era terror, para su desgracia su padre y familia ya se habían retirado. 

-Habrá tiempo de bailar si la sabana blanca que extienda la madrina junto a las matronas muestre la prueba de tu virginidad.

- ¿Que pasará conmigo? por que no podrás botarme como querías hacer en la finca, no podrás regresarme, devuélveme a mi padre antes de que se vaya y no diré nada solo que me he arrepentido. -dijo esto sin mirarlo a la cara esperando convencerlo de que la sabana lo humillaría, para que la dejara marchar..

— Ya es tarde, no importa, -menciono en un terrible tono frió- serás mía, eres mi capricho eso es lo que dirán,  cuando me aburra de ti te llevare a "la mestiza" y me olvidare de ti sin dejar de cumplir mis obligaciones como esposo tengo tierras por todo el país donde no importara nada lo que ocurra mañana aquí. Amelia sintió una punzada en el corazón solo era un capricho y la veía con a una .... ¿por que? ¿que hizo ella? era su castigo, así debió sufrir Amelia.

—Yo tengo la culpa... -dijo en voz alta lo que su mente pensaba. Sebastian supo que esas lagrimas y esas palabras no se referían a él.

Se despidieron de todos y se dirigieron a la habitación con sabanas blancas y una vez consumado el matrimonio mostrarían la sabana y partirían a una casa de campo cercana a la hacienda para hacer de ella lo que le placiera. Jamas sintió Sebastian de la Vega tanta pasión por una mujer, desde que la miro sintió una atracción que se combino con desesperación cuando al llorar, lo hacia por algún hombre en su imaginación, su primera impresión sobre ella fue ternura, la imagino lastimada pero al escucharla sentenciarse culpable, muy dentro de él maldijo la ternura que despertó en su corazón. Quizás de alguna manera también alimento esperanzas en Joaquin, era un demonio debajo de esa cara de ángel en esa piel morena que lo invitaba la pasión.

Amelia iba jalada a la habitación y antes de llegar a ella ceso el forcejeo y se acerco hasta los padrinos de lado de su esposo, la madrina noto que esta tan pálida que no dudo de su virginidad, como Sebastian estaba cegado de celos por los sentimientos que le sobrepasaban al sentirse vulnerable ante la pasión que sentía por ella, solo lo atribuía a que su deseo estaba en otro, sin imaginar que ella en realidad era lo que reflejaba, ingenuidad, inocencia, pureza. Todo lo que su padre sabia de ella se lo dijo, era lo único que había de Amelia dulzura, inocencia, obediencia, delicadeza. Sebastian aseguraba que era un tanto falsa o débil para enamorarse y olvidar sus principios y mentir a su padre y abandonar a su hombre por una posición, la posición que él le ofrecía.

- Pasa niña.

- Yo me encargo. -Dijo Sebastian a la madrina y cerro la puerta, la madrina estaba sorprendida esperaba poder prepararla y tranquilizarla pero él no le dio la oportunidad, sería una noche bastante difícil para Amelia, por lo que en su rostro pudo notar la madrina...

La Trampa Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora