capítulo 27 tres noches

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Sebastian recibió a Amelia con ansia la primer noche. Asistida por una linda negra que se sentía orgullosa de servirla.
— No quiero salir.
—ya pasó lo peor, si esposo la está esperando, un amante desesperado...
— Saldré -dijo interrumpiéndola. Le dio un beso en la mejilla y listo.
Salieron y en un segundo estaban mirándose el uno al otro.
- estas hermosa -se acercó para retirarle la bata lo cual a Amelia no le gustó.
- Tres días recuérdelo.
—Amelia hasta dentro de tres días no te penetraré tengo palabra. Amelia perdió el color en un instante. Él era un hombre que decía las cosas tácitamente por su oficio y naturaleza.
— No vuelvas a repetir eso.-mencionó apesadumbrada.
— Meli lo siento, me molesta, me duele tu rechazo, no quiero que me hables de usted -Amelia no era rencorosa pero estaba asustada, aún le temía aunque no fue el de antes, el agresivo, el que la jaloneaba, solo su presencia sin mirarla saber que estaban en la misma habitación. Ella no se daba cuenta que pelear por su dignidad la hacia valiente y desesperante.

  —  Disculpame Sebastian, yo no pensé jamás en unir mi vida a ningún hombre. Aun sin color en el rostro menciono estas palabras. La palabra penetrar le retumbaba en los oídos.

  — Pues bendigo el día en que la pasión me enloqueció para desearte y comprometer tu honor para que te casarás conmigo, por que pronto serás mía y no me arrepiento y no me arrepentiré de nada. -Sebastian se altero al ver un rechazo tan rotundo de su parte, la dejo sola por la tarde para que le extrañara, para tener algo que preguntar, camino por el sendero que lleva al riachuelo de la zona y regreso cargado de energía, un hombre como él no andaba de mujer en mujer, aunque algunos oficiales llevaban mujeres o salían a diversos burdeles, realmente gustaba de amantes apasionadas aunque no recurría frecuentemente a ellas, gustaba de observar a las mujeres que les gustara bailar, coquetear y más ver hombres enamorados perseguirlas, no quería caer en las manos de una linda arpía, cuantos compañeros de milicia eran embaucados por mujeres sin escrúpulos, ella era lo que siempre había querido en una mujer y la deseaba como jamás deseo a ninguna, hacia mucho que no estaba con una mujer más de un año para ser exacto, desde que murió su padre, paso recorriendo entre el trabajo y las propiedades del padre, supervisando el trabajo de diversos administradores, hasta que llego a la finca vecina de las Azucenas era su último destino y después volvería con su madre que tanto le preocupaba y si su madre tenia agrado en alguna chica él la desposaría. Amelia despertó la pasión que parecía extinta en él. 

  — ¿Me obligará? -hizo una pregunta sin pensarlo no quería respuesta y no la necesitaba al pasar las tres noches estipuladas él vendría a tomarla por que era su derecho, que podría objetar lo que hizo en la noche de bodas no lo haría ningún hombre , pero no estaba lista y ella no busco la boda, sentimientos contradictorios cruzaban en su mente haciendo que le doliera la cabeza, mientras el cuerpo le temblaba, el temor aumentaba "un amante desesperado..." odiaba recordar esas palabras... deseaba encontrar una forma de evadirlo de huir de él y para su fortuna llegaría la salvación que necesitaba sin discusiones.

  — No quiero obligarte, tu debiste tener una platica que...

— Me hiciera saber todas mi obligaciones como esposa -dijo en voz baja con la mirada en el suelo. Todo lo que escucho aquel día la dejo horrorizada su recién casada doncella que también la asistió le dijo que dolía muchísimo y que sabia por lo que le contaron las demás mujeres de servicio alguna vez que al oponerse era mucho más terrible, pero que no sería su caso pues estaba enamorada como ella. Deseaba con todo su corazón contener el llanto y no pudo. Hizo todo lo contrario a las indicaciones de su tía y de su hermana. No debía resistirse pero era una reacción instintiva.

— Meli, no llores, no hago daño alguno al quitarte la bata, te tuve desnuda e inconsciente y no te toque y no te mire, debes empezar a confiar en mi, déjate querer... Al tiempo se acerco para abrazarla y retiro la bata después de terminar las palabras. La llevo en brazos hasta la cama la arropo y seguía llorando. Sebastian le dijo que la quería, que era hermosa y muchas cosas que sentía para enamorarla, sabía que lo escuchaba y que esas palabras se quedarían en su corazón hasta que se quedo dormida.

*****

—El té esta listo Señora, el señor Sebastian esta triste por que cenara sin su compañía.

—  Yo realmente quisiera acompañarlo si el quisiera cenar aquí, los cólicos me están matando. 

—Hacer el amor ayuda mucho. -dijo la negra mientras le acomodaba unas almohadas.

— ¿A qué? -pregunto confundida.

— Se deja de sufrir de cólicos cuando se es mujer, pero todavía no ha practicado mucho, pero después lo verá. Le dijo con una sonrisa en los labios.

— No deberíamos hablar de eso -contesto apenada.

— Tonterías hablar de eso es muy interesante. Otra vez la sonrisa, que acaso todos eran tan picaros como él. estaba tan sonrojada que la negra se echo la carcajada ante de salir. Cuando se vieron interrumpidas por Sebastian.

— Negra linda que le dices a Meli que es tan colorada. Ni yo tengo esos efectos -dijo pellizcándole juguetonamente el cachete antes de que se retirara.

  — Nada nada niño, nada. -Amelia observo como le querían todos sus empleados, lo felices y amables que eran y los ojos de Sebastian reflejaban autentica bondad. Su corazón se sentía más tranquilo, pensar que realmente fue un momento de locura el comportamiento de su esposo y que ahora estaba más cuerdo la reconfortó cuantos libros leyó acerca de la locura del amor, amor... se quedo con esa palabra como suspendida en el aire... amada por un hombre. La idea de lo que sucedería en cuanto terminara su periodo la puso muy nerviosa. Ya tenia junto a ella a Sebastian, esperaba que no intentara acercarse más por que de noche le temía más.

  — Se me quito el apetito, creo que de lo único que realmente tengo hambre es de ti. -Dijo al tiempo que besaba sus nudillos después de tomarle la mano. Amelia retiro su mano.

  — Eres un atrevido, en realidad me siento indispuesta y tú y esa negra coqueta me molestan...

— creo que estas celosa por que pellizque a mi negrita chula, eso que por respeto a ti no le di una nalgadita. El color le regreso a la mestiza.

— Me respetas, no se te ocurra hacer algo así en mi presencia no la quiero cerca de ti, con su contonear de caderas.

— Entonces si estas celosa se estiro a lo largo de la cama suspirando mientras se le dibujaba una sonrisa.

— Por Dios que no estoy celosa, pero esta mujer excita tus sentidos y no pagare yo las consecuencias. -Sebastian soltó la carcajada ocultando su decepción.

— En realidad por eso la traje, ella me reconforta por las tarde cuando me voy, sabes un hombre tiene necesidades.

— No creo que eso sea conveniente, además que dirán si ven... -Se le acabaron los argumentos y sintió pesar de su suerte, si su marido era tan mujeriego por hacerlo con el personal de servicio. Se mantuvo cabizbaja mientras tomaba el te. Sebastian mantuvo la risa, la había derrotado, pero arrepentido por sus tontería le dijo:

— Estoy jugando contigo, no he tocado a esa negrita nunca, voy a confesarte que... -dijo con la voz más seductora que tenia- me estoy guardando para ti desde hace mucho tiempo. -Amelia siento un calor en los hombros al sentir su aliento tan cerca y su palabras la incomodaron tanto que salio de un salto de la cama olvidando que solo llevaba un camisón puesto, sus pezones estaban erectos por un súbito frió y él miraba detenidamente, era la primera vez que la miraba con esos detalles resaltando para su deleite. Amelia se cubrió rápidamente con las manos. y regreso a su cama.

  — Necesito descansar...

Pasaron las tres noches y el periodo de Amelia duro 2 días más. 

La Trampa Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora