Capitulo 12 El regalo previo a la boda.

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Mariel era realmente jovial, fuerte de temperamento y a la vez muy dulce, tenía un cuerpo bien formado con pecho pronunciados, en ella había un pudor exagerado, que suscitaría inconvenientes, Amelia era más natural claro no era extrovertida pero en ella había ese aire de tranquilidad, de su piel en contacto con la naturaleza. Al verles correr de la casa a la campiña se sorprendían en la tierra después de la larga carrera. Era la despedida de esa época de inocencia para Mariel.

Lorenzo pasó imaginando el derroche de pasión que tendría con Mariel, muy a su pesar, se sorprendía por las noches con esos pensamientos, los reprendía y se mostraba preocupado, había tenido aventura con una chica llena de ímpetu y sed de caricias que al llevarla a la cama jamás imaginó que fuera virgen, fue una situación difícil al momento de penetrarle, sólo entonces supo que ella jamás... recordó el grito ahogado de aquella a la que no trato con la delicadeza suficiente, sus lágrimas, la confusión y el pesar, lo mucho que le costó a esa chica adaptarse a su pronunciada masculinidad. Si él lo hubiera imaginado jamás la habría comprometido, era una chica humilde muy inquieta y coqueta, fue su amante durante un tiempo. Pero el jamás hacía promesas y la chica sabía que no se quedaría con ella, se enamoró de un hombre candente de piel oscura, que supo amarla con ternura y pasión en una larga ausencia de Lorenzo por sus tierras.
Cómo sería un encuentro con Mariel, era virgen, y recordando su pudor cubriendo sus pechos encima del suéter, recordó que su vestimenta difería mucho de la de Amelia que siempre era más destapada con ropa sencilla, en realidad el único día que recordaba haber visto el nacimiento de sus pechos fue en el río, debió ser la travesura de Amelia que le quitó el suéter y creyendo que no había nadie no se lo puso inmediatamente.

Tendría que olvidar ese pudor pues deseaba mirarle desnuda detalladamente. Hundirse lentamente en ella incansablemente.

Pensando constantemente en ella, le mando un pañuelo con el aroma de su perfume. Quería que Mariel lo tuviera en sus pensamientos, envió una peineta y un pensamiento.

Cerca de mis pensamientos estás,
Tanto como
si estuvieras presente,
Anhelo tibio de tu boca besar
Probar la miel que aún no me pertenece
.

No soy bueno con los versos Mariel.

Lorenzo compró la hacienda El álamo cercana a la de don Pedro, donde llegarán a ella después de pasar su luna de miel en la capital, donde sería fácil encontrar todo lo que Mariel pudiera desear para hacer de ese un lugar acogedor para ella. La pasión de Lorenzo crecía. Nunca imaginó casarse a la edad 27 años. Pensaba pasar sus días en Las Azucenas disfrutando de la Sierra Mixe, de la compañía de sus amigos y de don Pedro que le ganó su aprecio viendo a las hijas mimadas de este sin gran empeño. Mariel llamaba su atención cada que la sorprendía mirándolo como para descifrar algo, en realidad era su perfume eso le divirtió tanto, percibió que para ser una mujer que se comportaba como una niña, ponía especial cuidado en su espalda y más abajo de ella, lo cual le causaba mucha gracia. Para Mariel, Lorenzo le suponía gracia mezclada con perfección, era algo natural que a sus años le llamara la atención un caballero de su porte. Su esencia le había nublado los sentidos. Pero en sí, era el perfume sobre su piel la combinación perfecta que Mariel no podía descifrar alguna vez se percató de un aroma similar y el sujeto que lo portaba, no tuvo más importancia.

Mariel inquieta ante el pañuelo, lo mantuvo con ella y a veces no podía dormir recordando el verso anhelo...
La reunión que aconteció la mañana que partió Lorenzo, se levantaron para salir del estudio y Lorenzo se acercó para darle un beso. Sin palabras tomó su mano para acercarla y su barbilla con la otra, se inclinó y ella se hizo a un lado dando un beso más bien en la mejilla y la comisura de su boca, Lorenzo quería intentar nuevamente pero ella lo evadió.

Mariel recordó el beso de Lorenzo y su segundo intento, el calor al tacto con su piel, el roce de su labios y el aroma. La despedida con aire delicado en que pidió un minuto más para despedirse a solas. El susurro de su voz diciendo esperaré por ese beso hasta octubre Señorita Mariel, y el abrazo que no esperaba, que la había inquietado. Le pertenecería a ese hombre en una semana. Cómo podría negarse a sus besos, a que la tocara, que la mirara, dormirían en la misma cama. En realidad no sabía más allá de dormir en la misma cama. Le asustaba el hecho de estar con él a solas, ir con él a lo desconocido, en realidad el era un desconocido, que dormiría con ella un desconocido de perfume exquisito, de sonrisa agradable, poseedor de un buen humor, que no gustaba de niñas mimadas, esto lo pensó mucho, le había reclamado la actitud con su padre y dijo que debía ser una esposa obediente, estas últimas palabras le infundieron temor.

Ella compró un libro sobre insectos como regalo para su esposo después de la boda como símbolo de paz, quería ablandarlo. Sugerir un tiempo en diferentes habitaciones, adaptarse a su presencia, crear un vínculo de confianza y después tomaría valor para dormir en la misma cama, imaginando cómo sería si Lorenzo estuviera en ese mismo momento, se sonrojo de solo pensarlo, estaba de pie a un lado de la cama con un camisón de franela color rosa que le cubría desde el cuello hasta los pies. No teniendo conocimiento de la prenda de dormir que guardaba su tía para entregarlo a la nana de Lorenzo para la noche de bodas, habría llorado tan sólo de imaginarse frente a él, con el escote generoso y sutiles transparencias.

La Trampa Del DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora