CAPÍTULO VEINTIDÓS

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 ❛y arrancó, rápida, súbita y desmesuradamente❜ 

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 ❛y arrancó, rápida, súbita y desmesuradamente❜ 

 

EL VALLE DE BERUNA parecía que se extendía hacia el infinito. Una kilométrica superficie de verde esmeralda se perdía en el horizonte. Habría sido un paisaje al que poder admirar, pero no en mitad de una batalla. Sinceramente, no sabía qué esperar de esto. Estaba ansiosa por empezar pero preocupada por acabar; acabar a poder ser con vida, al igual que el resto de mis compañeros. Sentía cierta inseguridad hacia cómo iba a desenvolverme en una pelea cuerpo a cuerpo. Oreius se había encargado de que supiera tener buen manejo de la espada, rápidos reflejos y ágiles movimientos, pero todo contra Peter, Edmund o cualquiera de mis camaradas, que no tenían ninguna intención de matarme salvo de enseñarme. Esta vez iba a ser un duelo de vida o muerte, contra mis reales enemigos.

A mi lado, Peter se encontraba luciendo su armadura de plata, a lomos de un radiante unicornio. Oreius le seguía, armado y con la vista al frente. A mi espalda, toda Narnia aguardaba a la señal del rey. Me giré, contemplando la multitud de soldados, tanteando las posibilidades de ganar y de perder. Éramos muchos, pero no se sabía sobre quién estaba echada la suerte.

Un grifo que habíamos enviado para espiar a la Bruja Blanca y a su ejército sorteó los cielos, deteniéndose entre Peter y yo. Sus majestuosas alas fueron plegadas y su pecho se hinchó y desinfló en excitadas respiraciones.

─Ya llegan, Alteza -avisó- Y nos superan en número y armamento.

Miré a Peter, tragando saliva.

─Los números no ganan las batallas -comentó Oreius con la cabeza alta, agarrando con firmeza su escudo de plata.

─No, pero seguro que ayudan -contestó el futuro rey a mi lado.

En la lejanía, los pasos y los rugidos empezaron a llegar a nuestros oídos. Poco a poco, pero salvajemente, fue apareciendo el ejército de Jadis, y esta última, sobre un carro llevado por osos, llevaba su lanza en una mano y la melena de un león rodeando su cuello. Respiré hondo, apretando los dientes con demasiada fuerza. Se alinearon a lo lejos, en el otro extremo, pero en una perfecta posición para saber discernir la magnitud de soldados con los que la Bruja contaba. Desde animales salvajes como panteras, jaguares y hienas, a gnomos, minotauros y gigantes.

Empezaron a avanzar y Peter, sacando su espada, provocó una oleada de hojas saliendo de sus vainas, alzándose al cielo al igual que las voces de nuestro ejército. Gritaron de expectación, para liberar tensiones o nervios, por la excitación del momento y para demostrar que estaban ahí por la libertad de sus hogares. Los enemigos, tan ingenuos, continuaron aproximándose sin tener la más mínima idea de que, a una señal del rey, nuestras aves surcarían por encima de sus cabezas con grandes y pesadas rojas para arrojarles.

Y así fue como sucedió. Él dio la orden y en seguida el azulado y resplandeciente cielo que cubría Beruna se llenó de decenas de grifos portando piedras que soltar contra nuestros enemigos. El sonido de los impactos sobre el enemigo y el suelo que estos pisaban, hizo vibrar el valle. Aún así, y con la cantidad de soldados que disponía la Bruja, nuestro primer ataque no los frenó en absoluto.

THE GUARDIAN | PETER PEVENSIE 1 ✔ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora