CAPÍTULO VEINTICINCO

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 ❛un lugar de fantasía❜  

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 ❛un lugar de fantasía❜  


    HOY ERA EL DÍA por el que tanto tiempo habíamos estado esperando. Narnia aguardaba al ciervo blanco, el cual por cazarlo te concedería tres deseos. Yo no estaba muy de acuerdo en atacar un animal tan valioso por una estúpida superstición, pero los chicos se veían realmente entusiasmados por ello. Quizá no hiciera falta herir al pobre cervatillo, al menos, eso esperaba.

Svenia resoplaba frustrada mientras colocaba mi silla de montar sobre ella. La pobre ya era algo mayor, pero seguía corriendo como un rayo. Le acaricié la crin mientras ésta me miraba con cierta molestia.

─¿Ahora qué ocurre, vieja amiga? -le pregunté riendo- Cualquiera diría que estás haciéndote mayor.

─El tiempo pasa para todos -me respondió airada- Y no eres tú quién tiene que aguantar tu peso cabalgando durante horas.

─Sabes que después te lo compenso bien -le recordé dándole una palmadita en el lomo- Las mejores zanahorias del castillo siempre son para ti.

─Ahora entiendo porque se sirven tan pocas en las comidas -contestó una voz burlona a mis espaldas.

Me giré, topándome con el Sumo Monarca y sus relucientes ropajes. Llevaba su respectiva silla de montar en las manos para colocarla sobre su caballo y una sonrisa de oreja a oreja.

─En mi estómago mejor que en los vuestros, Su Majestad -replicó Svenia.

Su comentario hizo reír a Peter, el cual acarició también el lomo de mi vieja amiga. Siempre había sido una muy buena y fiel compañera, pero cuando abría la boca era lo más sarcástica y mordaz que pudieras encontrarte en el Reino.

Un mozo de caballeriza se acercó a Peter, cogiendo su silla de montar y encargándose él de preparársela en su caballo. El Rey se lo agradeció con una humilde sonrisa a la par que se acercaba a mí y me rodeaba los hombros.

─¿Ya estás lista? -me preguntó frotándome los hombros con cariño y plantando un beso en mi sien.

─Claro -asentí sonriente.

─Entonces, andando.

─¿Andando? -se burló Svenia- Querrá decir cabalgando. Y por cierto, soy yo la que cabalga.

Reí, montando sobre Svenia al mismo tiempo que lo hacía Peter. El resto llegó para unirse a nosotros y pronto partimos nuestra marcha.

El bosque nos recibió con alegría. Los ríos silvaban corriente abajo y los árboles susurraban el mecer de sus copas. Algunos animalillos salían de sus escondites para observarnos curiosos, contentos al ver quiénes eran los que interrumpían el silencio de aquella mañana tan cálida.

En ningún momento vi al famoso ciervo blanco, y aunque no fui la única, no perdieron la esperanza. Aunque sí el aliento.

─Venga, Ed -le apremió su hermano mayor al ver que se había quedado atrás en el camino.

THE GUARDIAN | PETER PEVENSIE 1 ✔ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora