《¿El AdriNette es real?》

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Ellos continuaron así, abrazados sin decir ni una sola palabra. A pesar del nerviosismo, se sentían realmente cómodos con esa posición que habían tomado, aunque para ser sinceros era un poco cansado seguir así por tanto tiempo por lo que Marinette se removió un poco en su lugar.


– L-lo siento. – Se disculpó el modelo se parándose. – ¿Estás bien?

– ¡Sí!


Ella se asustó, por lo que en un solo movimiento se abrazó a él, escondiendo su rostro sonrojado en su cuello permitiéndole inhalar su loción cítrica. El rubio atendió de la misma forma ese gesto, ella olía a granada.

Esto se le estaba yendo de las manos. Estaba comenzando en pensar que era buena idea besarla. Nadie los veía, ni los iban a interrumpir. ¿Pero estaba bien? Después de todo eran amigos, pero se habían vuelto tan cercanos en ese mes que sentía una maraña de emociones con sólo estar con ella. Le había escrito tremenda carta y más aparte había mandado un montón de regalos que le hicieron pensar en ella mientras compraba.


– Adrien... – Susurró la azabache cerca del oído varonil.

– ¿Sí?

– ¿Puedo contarte algo?

– Claro. – Se le hizo un nudo en el estómago al joven. – ¿Qué pasa?

– ... – Pudo escuchar como tragaba saliva pesadamente. – Me gusta mucho estar contigo.


Tras esas palabras ambos se tensaron. La ojiazul se abrazó más a él y buscó ocultarse aún más en aquel abrazo, estaba muy apenada con sus palabras. Por otra parte, el rubio se estaba sintiendo muy feliz, él se movió en su lugar haciendo que su nariz rozara con el cuello femenino causando una risilla por la sensación que provocaba.


– Mari... – Le llamó.

– ¿Sí? – Ella sólo respondió.

– Levanta el rostro.


Ella hizo todo con delicadeza, lo que desesperó un poco al heredero Agreste, que sólo tomó su rostro para propiciarle un beso en la comisura de aquellos labios rosas. Se mentiría a sí mismo si decía que no quería probar más aquel suave gesto que estaba teniendo con la chica, pero no podía ser descortés (más de lo que ya lo había sido).

La chica estaba sorprendida, deseosa de más y valía la pena continuar si él ya había dado el primer paso. Giró un poco su rostro, forzándolo a acercarse más al centro de su boca que igualmente estaba deseosa de probar más.

Todos esos movimientos eran torpes y lentos, con una inocencia sinigual pues este era el primer beso que daban por decisión propia. Estaban a punto de profundizarlo, pero de nuevo estaban esos clicks extraños. La joven Dupain giró su rostro hacia el ventanal del salón: estaba un paparazzi. Adrien tronó la lengua y la jaló para salir de ahí rápidamente.

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