Rumores [Miraculous Ladybug Fanfic]

《Marinette Dupain-Cheng, ¡semidesnuda por la calle!》

El teléfono del joven no dejaba de sonar, algo que lo desconcentraba. ¿Qué era tan importante para tener más de veinte llamadas de sus amigos de piel canela? No tenía la menor idea. Es por ello que fue al baño del lugar a regresarles la llamada, pues si contestaba cerca de su padre le llamaría la atención por no terminar de coser para luego responder.

– ¿Bueno?

– ¿Por qué demonios no respondías? – Gritó del otro lado Alya que era tranquilizada por Nino. ¿Qué hacían ellos dos juntos? – ¡Debiste llevar a Marinette a casa!

– No podía, estoy trabajando en unas cosas que ahora mismo no puedo dejar. – Esto no le estaba agradando. – Ella vino y se fue sola, no quiso usar el automóvil.

– ¡Bro! – Le reclamó su mejor amigo. – Marinette se encontró con Nathanaël y no sabemos exactamente qué pasó, pero hay fotos en que parece que él la quiere besar. Ella se sube a un taxi y se quita la chaqueta que dan en...

– ¡En brassier!

– ¿Qué? ¿Están hablando en serio?

– Muy en serio. – Hablaron al mismo tiempo.

– Bien, gracias. Creo que necesito comunicarme con ella. – La sangre le hervía. – Nos vemos.

Cortó la llamada e intentó comunicarse con su musa, pero no respondía. Quería saber lo que había pasado. De antemano sabía que ella no llevaba ninguna chaqueta es día, llevaba una de las prendas que le había regalado.

Volvió a ver la pantalla de su teléfono y tenía varios mensajes en Whatsapp, unos en los cuáles se mostraban las fotos que ya rondaban por internet, capturas de comentarios insultándola, diciéndolo lo que le harían e incluso llamándola de todo tipo de formas. No podía aguantar aquello por lo que simplemente golpeo la mesa donde estaba el lavabo.

Definitivamente no permitiría que eso volviera a pasar con ella. No se merecía ese tipo de trato por parte de un tomate que habla y los paparazzi.

Abrió la llave para comenzar arrojarse agua sobre su rostro, como una forma de calmarse. Le era imposible. Jugó con su cabello, haciéndolo hacia atrás. Su cara demostraba la preocupación que estaba sintiendo desde lo más profundo de su ser. La inutilidad de su ser era lo que más demostraba.

– Idiota. – Suspiró golpeando su frente en la puerta antes de salir de la habitación.

– Adrien. – Lo llamó su padre. – ¿La señorita Dupain está bien?

– No responde mis llamadas.

– Déjale un mensaje, salgan más tarde. – Le estaba dando sugerencias. – Vayan a hablar.

– Me parece bien.

– Igual, tendrás que hablar de esto. – Le extendió su teléfono celular con otra noticia que tenía que ver ahora con él.

– No puede ser... – Volvió a encerrarse en elcuarto de baño. – ¡Demonios! ¡Maldita sea!