Capítulo 3.

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Me encontraba sentada en el pequeño muro que tenía la ventana de mi habitación

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Me encontraba sentada en el pequeño muro que tenía la ventana de mi habitación. Sostenía mi lápiz de dibujo y trazaba finas líneas a través de la hoja blanca de mi bloc. Aún no conseguía una forma, estaba totalmente distraída con el recuerdo de Connor Pirce, pero no lo malinterpreten, el chico intocable me debía tres lápices y no los devolvía. Aunque yo técnicamente se los había regalado, pero pensé que iba a comprarme los lápices que había perdido y entregármelos.

Aunque todavía me estuviera pidiendo más y más lápices.

¡No tenía más reservas y necesitaba comprar más lápices de dibujo!

Empiezo a notar que mi dibujo ya está tomando forma pero cuando descubro que es lo que mis dedos han obligado a trazar, me quedo pasmada.

Joder. Era Connor.

Muevo mi cabeza en negación y procedo a arrancar la hoja de bloc. Decido bajar al despacho de mi papá a buscar una caja de lápices de dibujo, se iba a molestar pero se le pasaría rápidamente.

Mi padre es arquitecto y necesita con más prioridad ese tipo de lápices, pero yo no podría dejar de dibujar, lo veo prácticamente imposible. El sentir rozar la punta de grafito en una hoja de cualquier color, me tranquiliza. A muchos le calma la lectura, la música o tocar un instrumento, para mí el dibujar, me transporta a un lugar feliz y tranquilo.

Salgo del despacho, entro a la cocina encontrándome a mi madre preparando un pollo.

—Oh, Daisy. Menos mal que decidiste bajar. Tenemos nuevos vecinos—canturrea alegremente.

— ¿Enserio? ¿Qué casa?

—Donde vivían los Marshall.

¿Otra vez? En los últimos tres meses se habían mudado cuatro familias a esa casa, esta es la quinta.

— ¿Será que esa casa esta embrujada, mamá?—pregunto con miedo.

—No seas ridícula, Daisy. A lo mejor a los otros vecinos no le gustaba el lugar—Saca un pie del horno para pasarlo a un plato—. Necesito que le lleves esto a la familia como bienvenida—miro a mi mamá con súplica. No quiero salir de casa—. Por favor, Daisy.

—Está bien—suspiro. Cojo el plato y salgo en busca de mis nuevos vecinos. Cruzo la calle, paso por el jardín de la casa color verde lima. Al estar frente a la puerta, diviso un timbre y lo presiono.

Unos minutos después, la puerta se abre mostrándolo a él.

—Hola, Daisy.

— ¿Qué coño haces aquí, Connor?

—Pues ésta es mi casa—responde mientras se toca el pelo.

¿Ahora también es mi vecino?

Me quita mis lápices y ahora mi zona confort.


Regálame un lápiz | Los Intocables #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora