XII

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Suspiré pesadamente, barriendo lo más rápido que pude los vidrios, y los tiré para que nadie más se lastimara (¿quién más?).

La llevé al baño y saqué un botiquín para curar sus heridas. Estaba sentada sobre la tapa del inodoro mientras sujetaba algunos algodones para absorber la sangre que emanaba de sus manos. El corte que más me preocupaba era el que se había hecho en la palma derecha: Había tardado en dejar de sangrar, pero al fin pude detener la hemorragia.

- Creo que no podrás seguir trabajando. -Sonreí mientras me ponía de rodillas frente a ella a la vez que terminaba de vendar su mano y daba un suave beso en ella. Notaba el rubor en sus mejillas-

- Muy chistoso... -Miró su mano y sonrió suavemente- Gracias, Chris... y lo siento, a veces soy algo desobediente. -Rió algo apenada y me miró-

- Tranquila, yo te enseñaré disciplina. -Sonreí de lado.- Y... Deja de morderte el labio.

El rojo de su sangre parecía irse a sus mejillas con mayor intensidad. Me divertía ponerla nerviosa, era algo... no sé, atractivo. Sí, era atractiva, bastante. No sé cómo no había despertado antes en mí otra cosa que no fuese un inocente cariño. La quería como a una amiga de años, como alguien de la familia... pero no podía negar que había momentos en que la veía como la chica más guapa de todas, tan perfecta con esa sonrisa que sólo ella sabía otorgar. Ese cuerpo... y ni decir esa risa, era tan contagiosa que hasta en el día más triste de mi vida podía hacerme feliz.

En verdad tenía algo que me atraía, más allá de todo lo que se podía apreciar física o sentimentalmente... era algo que tenía guardado como para sí misma... ¿Pero qué era?

Olvidando aquel incidente decidí llevarle a su casa. Me invitó a pasar, pero tenía asuntos importantes que arreglar conmigo mismo.

Recordé que había guardado el número de Katherine cuando me lo envió Destiny, así que decidí llamarla. No sabía para qué me buscaría, pero quizá me haría bien distraerme un poco de todo.

El teléfono sonó una... Dos... Tres veces, y contestó una suave y animosa voz desde el otro lado.

- ¿Sí, hola?

- ¿Katherine Everdeen?

- Mmmm, sí. ¿Quién habla?

- Christian Grey. No sé si recuerdas que le pasaste tu número a mi secretaria...

- ¡Christian, claro! ¿Cómo has estado? Han pasado muchos años desde que dejamos de vernos.

- Sí, en realidad ha sido bastante tiempo. ¿No te gustaría que nos juntáramos para hablar más a gusto? En verdad me haría bien despejar un poco mi cabeza.

- ¿Algo anda mal?

- Sólo... Cosas del trabajo...

- Mmmm, termino mis clases a las 4. Soy profesora de danza y, bueno, tendría que pasar a mi casa, ducharme... -Siguió haciendo sus cálculos entre lo que tenía que hacer y cuánto demoraría en ello un poco más alejada del teléfono hasta que quedó con su horario más claro.- ¿Puedes a las 7? Puede que no haya muchos panoramas a esa hora, pero quizá podríamos ir a tomar algo, si sabes a lo que me refiero.

- ¿Tomas? -Alcé las cejas algo sorprendido y empecé a usar un tono burlón.- ¿Qué pasó con esa chica sanita, vegetariana, que no consumía nada dañino para su frágil organismo?

La oí reír. Al parecer esa amistad entre nosotros tan sólo había quedado congelada en el tiempo.

- ¿Puedes pasar a buscarme a casa? Te mandaré la dirección.

- Por supuesto. Entonces nos vemos.

No había resultado lo que en verdad quería. ¿Qué haría en estas horas hasta la noche?

El sonido de la puerta principal cerrarse me inquietó. ¿Quién tenía copia de mis llaves? Fui cautelosamente escaleras abajo y vi cómo un grupo de chicos entraba con botellas de refresco, licor, también comida y parlantes como para una fiesta.

Stefan. Él tenía que ser la mente maestra tras esta fiesta pero, ¿por qué no me lo pidió? Siempre lo hacía. Bajé cuando lo vi entrar junto con unas chicas, cada quien con un paquete de cervezas.

- ¿Y cómo es que tu hermano te dejó venir a festejar entre semana? -Preguntó una chica mientras dejaba las cosas sobre la mesa-.

Antes de que Stefan pudiese inventar cualquier mentira yo me acerqué por atrás, cruzándome de brazos y usando el tono que más detestaba mi hermano.

- Ese es el punto. Yo no le dejé, pero parece que no salió bien su plan.

Volteó rápidamente, quizá asustado por haberle pillado con las manos en la masa, o quizá temiendo que no pudiese realizar la fiesta, y en verdad que le dolería, pues desde pequeño adquirió ese "trauma", por así decirlo.

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