XX

18 3 0
                                    

La miré nuevamente. Estaba desconcertada, pero una pequeña sonrisa en su rostro me demostraba que era feliz.

— Iré a... servir la cena. Ve a sentarte.

— ¿No quieres que te ayude? –Ella rió un poco mientras negaba y tomaba los cubiertos para ponerlos a la mesa.–

— Avisa que la cena está lista, Chris.

Sólo asentí, e hice lo que me indicaba. Subí las escaleras y fui al cuarto donde se oían las voces de los chicos. Me detuve un momento. No sabía si entrar, o tocar la puerta... Ni sabía cómo convencer a Destiny de que me creyera. ¿En serio era para tanto? Espero que mis hermanos le expliquen algo.

Opté por ir primero a avisarle a papá. Debería estar en su estudio ocupado, así que toqué la puerta y esperé... Pero nada. Volví a tocar, pero nada nuevamente. ¿Algo le habría pasado?
Abrí la puerta, pero para mi sorpresa no había nadie dentro. ¿Pero por qué, si el estudio era su lugar favorito en la casa? Supongo que era momento de... Divertirse un rato.

Cerré tras mío la puerta, y con cuidado puse el seguro. Nada ni nadie interferiría ahora.
Tanteé la pared hacia la izquierda en búsqueda del interruptor que encendiera la luz, pero no hallé nada. Lo mismo hice a la derecha, y obtuve el mismo resultado.
Daba lo mismo, eso no impediría que fisgoneara un poco por ahí.

Creo que desde hace muchos años que no entraba de esta manera tan sigilosa, ni caminaba a través de la oscuridad de este sitio. Aunque iba apenas, tratando de no tropezar con algo, logré llegar al escritorio, encendiendo la pequeña lámpara que había en él. Seguía igual que siempre. La madera predominaba en el lugar, tanto en las paredes como en los muebles, bastantes libros, todos ordenados alfabéticamente en la estantería, y varios papeles en el escritorio. Parece que estuvo viéndolos recientemente.

Me senté en su sillón. Era muy cómodo. Con razón se pasaba horas sentado aquí dentro, y ni se quejaba. También había un pequeño retrato familiar: Papá, mis hermanos, yo y... Mamá.

Cuánto te hecho de menos... –Pensé mientras tomaba la imagen enmarcada y la observaba detenidamente.– ¿Por qué te fuiste?

Suspiré pesadamente. Alcé la vista, y noté que había otro retrato donde aparecían papá, mis hermanos y Nina. Aún recuerdo ese día. No quise aparecer en la nueva foto familiar.

"¡Esto ya no es una familia! ¡Esta ya no es MI familia!" –Recuerdo haber dicho antes de irme de la casa aquella mañana, para volver a la tarde del día siguiente. No recuerdo qué pasó durante ese lapso de tiempo, sólo sé que tomé demasiado en aquel bar que... Bueno...–

Dejé todo en su lugar para seguir revisando qué otros recuerdos tendría papá guardados. Decidí ver en los cajones del mismo escritorio, pero todos estaban cerrados. Fruncí el ceño, tratando de imaginar dónde guardaría la llave, hasta que recordé. Busqué entre los libros de la estantería hasta encontrar el libro llamado "La Llave maestra" de Charles F. Haanel. Había dos de ellos, uno hueco, y dentro de este se encontraba la llave dorada que abría todos los cajones. Literalmente una llave maestra. No sé cómo papá nunca se enteró de que sabía su secreto... Uno tan fácil de descifrar.

Revisé cada cajón. Me sentía como un niño nuevamente, tratando de encontrar algún juguete que me quitó papá, o ya en la adolescencia buscaba dinero que papá no me había querido prestar, pero en esta ocasión no había más que documentos aburridos de la automotriz.

Me di por vencido. Fui a devolver la llave a su libro, pero al abrirlo me di cuenta de que tomé el equivocado, el que se suponía que era el libro "normal", pero también estaba ahuecado. La diferencia es que dentro había un papel:

"Da Vinci – 8846"

¿Para qué era esto? Vi a mi alrededor, y caí en la cuenta a qué se refería... O algo así: Al cuadro de la Mona Lisa que tenía en la pared. ¿Pero para qué los números?

Dejé todo en su orden original y me acerqué al cuadro. No tenía nada de llamativo. Era un cuadro normal, con un marco plateado que, para mi gusto, le quitaba la belleza.

Quise ver si era posible sacar aquel marco, así que traté de retirar el cuadro de la pared, pero por alguna extraña razón no se quitó por completo, sólo se abrió, como si fuera una puerta.

"Estúpido, se trata efectivamente de una puerta..." –Dije para mis adentros mientras rodeaba los ojos.–

Al parecer mi padre era toda una caja de sorpresas, pues a propósito de ello, lo que el cuadro ocultaba era una caja fuerte digital. Había que ser un tonto para no saber cuál era el paso que seguía.
Claro, introduje el código, que instantáneamente consiguió abrir la caja para mí.

Lamentablemente no había ni dinero, ni libros, ni siquiera el testamento de papá. Lo que más había eran hojas y periódicos viejos. Creo que había tenido unas expectativas demasiado altas. ¿Para qué necesitaba guardar todo eso papá?

Lo más destacable eran un par de cajitas con los anillos de bodas de papá y mamá. No tenía idea de que aún los conservaba. Al menos de esa manera podrían seguir juntos.

Había dibujos hechos por mis hermanos y por mí de cuando éramos pequeños. ¡Qué arte! Picasso no era nada en comparación a esto.

Y lo más hermoso que pudo haber: Una foto de mamá. Sólo ella y su bella sonrisa. Traté de sacarla, pero al tirar de ella cayó junto con unas hojas de periódicos. Alcé todo, maldiciendo entre dientes por el ruido que hacían.

Pero, ¿qué era esto? También en las hojas viejas estaban imágenes de mamá... ¿Por qué? Mamá nunca hizo nada como para salir en la portada de un diario, y menos en los más importantes...

¡¿Quién está ahí dentro?! –Escuché a papá exclamar desde afuera mientras manipulaba la manilla de la puerta con urgencia.–

Oh, oh...

Cristian Grey, estás en problemas...

FAKEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora