XIX

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No podía creer lo que oía. Simplemente me era imposible creer que, mis dos pequeños hermanos, habían recurrido a las drogas para olvidar sus problemas. El alcohol era pasable, pero yo sabía lo que era el consumo de drogas, y no quería ese mundo para mis dos (aún para mí) pequeños.

— ¡Christian! ¡Te lo puedo explicar todo!

Stefan se acercó para contenerme, pero me alejé, pasando las manos por mi rostro, y después por mi cabello, incrédulo.

— Sólo... –Cerré un instante los ojos. No quería sacar todo lo que estaba pensando en ese momento.– Quiero saber dónde está Ryan... Luego hablaremos de esto...

— No dijo a dónde iba, sólo... Dijo algo así como que "tenía que atrapar a algo, o alguien en el agua"... No recuerdo. Quizá estaba alucinando, no lo sé. –Se encogió de hombros. Parecía preocupado, pero no lo suficiente como para salir y buscarlo.– Oye, viejo, debo seguir atendiendo mi negocio, quizá puedan ir a buscarlo, y si me entero de algo los tendré al tanto.

— ¡Me delataste, idiota! ¿Y me vienes con que en serio no sabes nada más?

— ¡Oye, no es mi culpa que le ocultes cosas a tu familia! Además nadie te obligó a consumir nada, tú viniste solo.

— ¡Eres un...!

— ¡Stefan, al auto! –Dije, justo en el momento en el que se abalanzaba sobre su "amigo" para iniciar una estúpida pelea.–

— ¡Pero...! –Dijo, aún agarrando el cuello de la camisa de su contrario mientras este lo empujaba, quitándoselo de encima y murmurando lo patético que se veía intentando creerse un buscapleitos.–

No dije nada más, ni le esperé, sólo fui en dirección a la salida de aquel repulsivo sitio. Me daba asco hasta pensar en qué cosas sucedieron en aquella habitación, e inclusive aquel sillón en el que me digné a sentarme.

Subí al auto, y no pasaron más de 2 minutos cuando Stefan llegó, algo molesto.

— Christian...

— Stefan, jamás creí que fueran capaces de esto...

— No empieces, por favor. Hay que concentrarnos en lo que dijo Cristóbal. Después dime todo lo que quieras.

— Es que es inaceptable. Cuando papá lo sepa...

— Tú no dirás nada.

El ringtone de mi celular nos interrumpió. Suspiré pesadamente mientras fulminaba a mi hermano con la mirada.

— ¿Hola?

— ¿Hablo con el señor Christian Grey?

— Sí, ¿con quién hablo?

— Chris, ¿con quién hablas?

— Es la policía. –Murmuré, separándome un poco del teléfono.– ¡Parece que encontraron a Ryan! –Seguí escuchando lo que me decían por el teléfono, para así saber a dónde teníamos que ir.–

45 minutos después

Había sido fácil llegar al departamento de policía por Ryan. Lo habían encontrado en el Pier de Santa Monica cazando Pokémon pero, según lo que contaron los testigos, se había puesto a pelear con un chico que le ganó en una batalla. La verdad ese juego no era lo que me preocupaba.

Ryan había consumido drogas y alcohol. No sé cómo no cometió alguna otra estupidez. Se creían tan grandes y malos haciendo todo eso, pero se estaban dañando a sí mismos, y a los que les rodeaban.

Ya de camino a casa les di la charla típica antidrogas, la misma que me había dado papá a su misma edad. No quería que cometieran los mismos errores que yo, pero al parecer todo apuntaba a que seguían de cierta manera mis pasos.

Papá hizo lo mismo, además de castigarlos por tiempo indefinido. Sabía que me odiarían por un tiempo, pero lo hacía por su bien.

7 pm | Casa de papá

Nina preparaba la cena, papá estaba en su estudio y los chicos conversaban en sus habitaciones. Yo estaba en la sala viendo televisión, aunque deseaba estar en mi cama y dormir toda la noche, pero me habían invitado a cenar, y no me podía negar. Tenía hambre, sueño... De todo, y por este par de mocosos.

Alguien llamó a la puerta, y como nadie se dignaba a abrir fui yo. De todos modos yo era el que más cerca estaba. Vi por la mirilla de la puerta, pero cuando vi quién era se me heló la piel.

¡Destiny! Había olvidado por completo que nos juntaríamos. ¿Qué haría? Este día iba de mal en peor...

No me quedaba nada más que abrir.

— Destin...

No pude terminar, pues al apenas verme llevó su mano a mi mejilla, y no con buenas intenciones, precisamente, sino para plasmar en ella una bofetada legendaria.

— ¡Auchh! ¡Oye! –Dije a la vez que me sobaba la cara. La chica tenía mano dura...–

— Eso es por dejarme esperando como tonta. –Entró a la casa y fue hacia las escaleras. Quizá Stefan le habría dicho que viniese.–

— ¡No fue mi intención! Yo...

— Christian, de verdad no me interesa lo ocupado que hayas estado. No trates de justificante. Y, si me disculpas, tengo asuntos más importantes que atender. –Y sin más subió.–

Tuve que ir a la cocina por algo helado para ponerme en mi algo hinchada mejilla, aunque no pasé desapercibido.

— ¡Christian! –Exclamó Nina al verme la roja mejilla.– ¿Qué te pasó?

— Nada. –Suspiré mientras abría el congelador.– ¿Cuánto falta para la cena?

— Oh, nada, ya está lista prácticamente... ¿Te ayudo? No puedes ponerte directamente el frío.

Fue corriendo por una pequeña toalla para envolver la bolsita de hielos que había sacado y me la entregó así, con una cálida sonrisa en el rostro.

— Ahí tienes. ¿Se siente mejor?

— Sí... La verdad es que sí. –Sonreí de lado.– Gracias, Nina. En serio no te hubieras molestado...

— Christian, yo quiero a tu padre, y a tus hermanos los quiero como si fueran mis hijos, y a ti siempre te querré como... –Hizo una pausa, quizá pensando lo que estaba a punto de decir, y suspiró suavemente.– Yo te quiero por quien tú eres, pero si tú no me quieres a mí, lo entiendo...

Miré atentamente sus ojos y su expresión. No sabía qué decir, o hacer, sólo atiné a acercarme y darle un abrazo, corto, pero había nacido extrañamente de mí. Fue un momento incómodo, pero a la vez hacía que me diera cuenta de que... Nina no merecía mi desprecio.

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