XVIII

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— ¿ESTÁS ESCUCHANDO ALGO DE LO QUE TE ESTOY DICIENDO, GREY?

— ¿Ah? Lo siento. –Bajé el volumen de la música, haciéndome el tonto.– ¿Qué decías?

Puso los ojos en blanco y negó, molesto. Yo sólo reí y lo miré de reojo, sin dejar de prestar atención al frente mientras conducía.

— Tranquilo, sí te estaba escuchando, pero sigo sin entender de dónde conociste a esa tal Caitlin.

— Eso no es relevante... –Volteó a ver por la ventana.– Gira a la derecha y estaciónate.

Hice lo que dijo, pero fruncí el ceño al ver el local.

¿Qué clase de lugar era este?

Chicos rudos andando en motocicletas y autos retro, chicas Pin Up, calaveras, tatuajes... cosas raras. Parecía que habíamos viajado en el tiempo, y que ahora estábamos en una especie de fuente de sodas darks de los años 50.

— Creí que vendríamos a una tienda skater... –Dije al bajar del auto, mirando con desconfianza a los chicos que fumaban, recargados en el capó de sus autos.–

— Bueno, aquí hay una mezcla de todo lo que nos gusta: Vehículos, tatuajes, chicas, diversión.... Un lugar libre y amigable. –Sonrió con amplitud y entró al local.–

Stefan se acercó por detrás hacia un chico que jugaba pool, chocaron los cinco y se abrazaron. Al parecer eran buenos amigos. Se acercaron ambos a mí.

— Mira Chris, él es nuestro amigo, Cristóbal. Cristóbal, este es mi hermano Christian.

— ¿Qué onda, Chris? –Alzó la mano, quizá querría que chocara mi mano contra la suya, así que lo hice. Sonrió. Se veía satisfecho.– Así que... Problemas con Ryan, ¿eh?

— No hemos sabido nada de él desd...

— Desde esta mañana. –Interrumpió Stefan. Odiaba que lo hiciera, pero supuse que él era el que debía hablar. Total, era su amigo, y sabría cómo tratar con él.–

— Pues apareció por aquí, tomó algunas cervezas y se marchó. –Se encogió de hombros.–

— ¿En serio? Bueno, supongo que tendremos que seguir buscando... Gracias. –Se dio media vuelta, con intención de irse.–

— No puede ser que sea lo único que haya pasado. –Dije, un tanto molesto, mientras tomaba el brazo de mi hermano para retenerlo en el lugar.–

— Christian, si él no vio ni escuchó nada más es porque no pasa nada más. Vámonos a seguir buscando, ¿sí?

— Ya oíste a tu hermano, amigo, así que...

— Yo no soy tu amigo. –Lo interrumpí, frunciendo el ceño. Caminé hacia él para tenerlo de frente, lo más cerca posible, pero él retrocedió hasta que la mesa de billar se interpuso en su camino. ¿Tenía miedo?–

— En primer lugar: –Numeré con los dedos.– Eres amigo de mis hermanos, mas no mío. Segundo: No creo eso de que Ryan vino y se fue, así que si no me dices la verdad juro que...

— ¡¿Me estás amenazando, idiota?! –Puso las manos en mis hombros, queriendo apartarme, pero al ver que yo no tenía intención de siquiera dar un paso atrás se arrepintió de su acción, retirando las manos.–

— Estoy seguro de que no te quieres meter conmigo. –Sonreí de lado, casi burlón, lo que le molestó más aún.–

Miró a Stefan, que estaba un poco más atrás mío, volteé a verlo también, Stefan lo miró durante unos segundos y luego volteó a mí, Cristóbal me miró y yo, al sentir su mirada, volteé a verlo. Era un intercambio de miradas bastante ridículo, pero eso me hacía sospechar que algo estaban escondiendo estos chicos.

Cristóbal miró hacia afuera del local, como cerciorándose de que todo estuviera en orden. Volvió a nosotros la vista y nos hizo una señal para que lo siguiéramos.

— Cristóbal, no creo que sea buena idea... –Escuché a Stefan decir entre dientes.–

— Oye, creo que tu hermano debe saber la verdad.

¿Verdad? ¿Qué verdad? Sólo esperaba que Ryan no estuviera en peligro.

Después de pasar por una cortina de cuentas entramos a una habitación con luces tenues. Había un par de sillones al rededor de una mesa de centro blanca. Era como una sala de estar. No entendía porqué Stefan no quería que entráramos.

— Y... ¿Esto qué tiene que ver con Ryan? –Dije mientras le echaba un vistazo al lugar.– ¿Puedo? –Dije, señalando uno de los sofás de aparente ecocuero café oscuro, con la intención de querer sentarme.–

— Claro, claro, toma asiento... Lo necesitarás.

— Cristóbal... –Decía Stefan, a modo de casi súplica.–

— ¿Sabes qué? –Dijo Cristóbal, con la paciencia totalmente colmada.– Iré al grano, porque creo que lo mejor es que tu hermano sepa en lo que andan, porque a la próxima que algo como esto suceda y en cualquier otra parte, no estaré para ayudarlos.

— ¡¿De qué rayos hablan?!

Cristóbal volteó a mí, dio un suspiro, como para ordenar las ideas en su cabeza y se metió las manos a los bolsillos.

— Tus hermanos son buenas personas, pero... No han sabido guiar bien sus gustos. ¿Entiendes lo que digo?

Fruncí el ceño. Claro que no entendía.

— Mira, seré más simple todavía. –Continuó el chico.– Tus hermanos no vienen sólo a jugar pool. Ellos toman y se drogan, ¿comprendes? Y... Ryan vino a eso hoy pero... Creo que algo salió mal.

— ¿QUÉ? –Exclamé, levantándome de golpe. Era inaudito.–

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