20. Detectives hasta el final

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Conan nos miró con incertidumbre, todavía sujetando a la criminal.

-¡Vamos, chaval! ¡¿Es que quieres morir?! -gritó ella.

 Yo me había quedado de piedra. Nuestro plan había fallado. Estaba segura de que íbamos a morir. La criminal no nos dejaría escapar, nos retendría allí, y después, nos abriría un agujero en la cabeza, como hizo con mi ejemplar de La sombra del barón el día anterior. Porque tenía que haber sido ella, la que intentó asesinar a Shinichi Kudo.

 Lentamente, Conan la soltó y se puso de pie. Retrocedió despacio hasta donde nosotros estábamos y alzó las manos en señal de rendición. Mientras tanto, la criminal ya había recuperado la pistola y nos apuntaba con ella. Y en la otra mano, el interruptor de la bomba. No había forma de escapar. 

 Miré a Conan, para ver si se le ocurría algo, pero él parecía preocupado, mirando a la mujer a la cara. Supuse que cuando la desarmó no tuvo mucha ocasión de pararse a mirar. De repente, abrió mucho los ojos y habló despacio.

 -Keiko.

 Me costó un poco recordar dónde había oído ese nombre antes. Sabía que me sonaba mucho, pero no lo ubicaba. Solo cuando vi la mirada acusativa que dirigía Conan a su padre, se me encendió una bombilla.

 Keiko era el nombre de la niña del caso que acabó en un incendio de una cabaña de madera. El incendio del que solo habían sobrevivido aquella niña, Conan y su padre, al salir milagrosamente por un hueco muy pequeño. El incendio que había provocado que Kudô prohibiese a Conan ser detective, obligándolo a crear a Tantei-Kid para resolver casos. 

 -Eres Keiko, ¿verdad? -preguntó Conan. La chica no respondió, tan sólo siguió apuntandole con la pistola.

 -Claro que es ella. -dijo Kudô.- Por eso me quiere matar. Porque su abuela murió en ese incendio.

 -¡Ella era mi única familia! -gritó ella, de repente, apuntándole.- ¡No tenía a nadie más en el mundo, y tú me la quitaste! ¡El incendio fue tu culpa, y encima tú sobreviviste! ¡Eres un monstruo egoista! ¡Te colaste por ese maldito agujero antes que ella, y por eso ella murió!

 -¡No me colé antes que ella!-trató de defenderse él.- ¡Ella... ! Yo... Yo era el único que cogía por el hueco, ella no podía salir de todas formas.

 -¡Eso es mentira! ¡Mi abuela era más pequeña que tú, en todos los sentidos! ¡Si tú saliste, ella también podría salir! -dijo Keiko, con rabia. Kudô pareció venirse abajo de repente. Se quedó callado, con una tristeza inmensa grabada en la mirada. Pero no culpabilidad.

 Mientras tanto, yo le daba vueltas en la cabeza a su discusión. Conan, cuando me había contado la historia, había dicho que él, con ocho años, había tenido que salir arrastrándose. ¿Cómo era posible que su padre hubiera cogido por el mismo sitio?

 Entonces, un ruido interrumpió todos nuestros pensamientos.

 -¡Suelte el arma ahora mismo! -se oyó una voz grave, a nuestras espaldas. Los cuatro miramos hacia ese sitio, pero allí no había nadie. Tras un instante, yo me volví otra vez hacia Keiko, que seguía apuntándonos, pero buscando con la mirada el origen de aquella voz.

 Tras ella, desde el otro lado del pilar central, surgió una pequeña figura, que iba corriendo hacia la mujer armada. Solo la reconocí cuando impactó contra sus piernas. Era Irene-chan, la hermana pequeña de Conan. El golpe solo hizo que Keiko se tambalease un poco, pero recuperó el equilibrio. Conan y Kudô gritaron al mismo tiempo su nombre.

 La criminal la rodeó con el brazo izquierdo y la alzó. Con la mano derecha, apuntó con la pistola a la cabeza de la pequeña. Mi cabeza en ese momento era un caos de pensamientos sueltos. ¿Cómo habíamos acabado así? ¿De dónde había salido la niña? ¿Moriríamos todos? ¿Había algo... algo que pudiera hacer?

 -¡Si no se muestra ahora quien haya hablado, me cargo a la niña! -gritó hacia nuestra espalda. Irene, en su brazo, hacía un movimiento peligroso. Y entonces, la pequeña gritó.

 -¡AHORA!

 Antes de que ninguno de nosotros tuviese tiempo de reaccionar, otra pequeña sombra asomó tras Keiko y la criminal cayó al suelo, de repente. 

 Irene se había apañado para caer de pie, y sujetaba entre sus manos el interruptor de la bomba. A sus pies, yacía la mujer inconsciente. Yo no tenía palabras, todavía estaba procesando lo que acababa de pasar. Conan salió corriendo a abrazar a su hermana pequeña, y entonces me fijé en la segunda sombra que había visto.

 -¡¿Akemi?! -pregunté, atónita. Ahí estaba. La niña que había dejado en casa de los Kudô, y a la que tenía que cuidar. Estaba tocando algo en un reloj de pulsera que yo nunca le había visto. Cuando me oyó, levantó la cabeza y me saludó como si nos acabásemos de encontrar en su casa. Tras ella apareció otro más.

 -Os dije que saldría bien.-comentó Dai, sonriendo. Él llevaba puestas unas gafas que reconocí como las de Irene, pero uno de los cristales estaba emitiendo una luz un tanto rara, como si fuera una pantalla.

 -¿Ya hemos acabado? -se oyó otra voz desde atrás. Me volví y allí estaba Kenji, el miembro restante de los Himitsu Shonen Tantei Dan. Llevaba una pajarita roja en la mano, que agitó en forma de saludo. Yo no entendía del todo qué había pasado, pero entendía que los niños nos habían salvado la vida.

 -Niños... -empezó Kudô Shinichi, con un tono serio. Todos le miramos, y los pequeños dieron un paso hacia atrás. -Eso que habéis hecho, ha sido terriblemente arriesgado y muy, muy precario...

 Todos contuvimos la respiración. 

 - ...pero nos habéis salvado la vida. Muchas gracias. -los niños sonrieron, aliviados. -Aunque haré que cada uno de vuestros padres os castigue por hacer algo tan peligroso. -Se oyó un "Jooo..." general.

 Entonces llegó la policía. Esposaron a Keiko, que seguía inconsciente, y uno de los detectives la llevó en brazos hasta el coche patrulla. 

 Uno de los policías era Kojima-keiji, que resultó ser la madre de Kenji. Al enterarse de lo ocurrido de mano de Kudô, estableció allí mismo el castigo pertinente, entre quejas del niño. Además, nos explicó como los niños se habían colado en su coche, y luego escabullido entre la multitud que huía de la torre. "Tal y como habíamos planeado", según Akemi.

 Después, volvimos a casa, todos juntos. Era ya completamente de noche, y nos habían citado dentro de dos días para ir a declarar al cuartel general de la policía. Pero mientras tanto, todavía había tiempo. Tiempo de irse a dormir, y de charlar y de cualquier otra cosa... 

 Todo el tiempo del mundo para mi chico con un nombre extraño.


Conocí a un chico con un nombre extraño. [DConan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora