-tres.

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{Dedicado a SrDestruccion. Vos sabés por qué, beibi 7u7r}

  Dipper ingresó a la habitación a pasos lentos pero seguros, hasta llegar a su cama en donde se sentó y le dirigió a su hermana una mirada cargada de intriga mientras elevaba una ceja, cruzándose de brazos.

—H-hola —musitó el pequeño demonio celeste, poniéndose de pie para caminar hacia su gemelo y sentarse a su lado, intimidado por la nueva presencia del castaño.

—Hola, Will —murmuró con cierto desinterés, colocando sus palmas sobre sus piernas—. Mabel, ¿por qué los dejaste entrar?

  El demonio más joven llevó una galleta a su ojo al mismo tiempo que sus párpados se transformaban en una especie de labios, comiéndola con gusto ante su muy buen sabor. Su ojo brilló levemente por la delicia que acababa de probar, y tomó otra galleta para acercarla al rostro de su hermano.

  Dipper giró los ojos irritado, no soportaba del todo la presencia de los demonios aunque estuviera consciente de la poca amenaza que ellos presentaban; Bill había perdido gran parte de sus poderes al ser desintegrado en la mente de su tío, y Will no lastimaría ni a una mosca, por lo que relativamente estaban a salvo.

  Aún no se acostumbraba a que ambos seres isósceles se aparecieran de vez en cuando por aquella zona del bosque sólo para molestar, aunque el pequeño demonio celeste sólo insistía a los ancianos para que le permitiesen a Mabel salir al bosque a jugar con él.

  Mabel jamás se había negado, el problema eran sus tíos.

—Pues porque está lloviendo, hace frío y le temen a la oscuridad —dijo con obviedad, girando los ojos y llevando una galleta hasta sus labios.

—Yo no le temo a la oscuridad —habló de forma arrogante el pequeño demonio amarillo.

—Bueno, bueno. Will le teme a la oscuridad —rió.

  El cuerpo del mencionado adquirió un leve tono escarlata, dando a entender que se había sonrojado de la vergüenza. Desvió la mirada hacia el piso, tanteando con algo de nerviosismo la galleta con sus dedos.

—¿Y Bill por qué se quedará aquí?

—¿Tengo que pedirte permiso a ti para pasar la noche en esta cabaña? —frunció el ceño el ser amarillo.

—No, pero...—

—Entonces calla y resígnate —se cruzó de brazos, interrumpiéndolo.

  Dipper masculló un par de groserías y se puso de pie para caminar hacia la salida de la habitación en busca de su tío; al desaparecer tras la puerta, Bill se hizo hacia atrás hasta que su espalda quedó apoyada en el piso con la vista en el techo.

  Mabel lo vio unos segundos, preguntándose en qué o quién estaría pensando, pero luego cayó en cuenta de que su hermano se había ido.

—Ay no, Dipp —se puso de pie y corrió hacia el laboratorio, en donde supuso estaría su gemelo, sin siquiera molestarse en cerrar la puerta de su habitación.

  Al llegar e ingresar el código en la máquina expendedora para abrir la entrada al sótano, bajó las escaleras rápidamente hasta dar con el elevador. Luego corrió hasta toparse con Stanford con un microscopio sentado frente a su escritorio, con Dipper a su lado anotando en una libreta lo que el anciano le dictaba.

—Las diversas sustancias químicas no han hecho efecto en el ADN hallado en los ropajes del leñador, seguirán las pruebas hasta encontrar una respuesta concreta —leyó el castaño lo que había acabado de escribir.

—Muy bien —se alejó del microscopio y se acomodó los lentes mientras se giraba hacia su sobrino—. ¿De qué querías hablar?

—De Bill y Will —interrumpió Mabel antes de que su hermano hablara—. Quieren pasar aquí la noche.

—Bien, diles que vengan —fue lo único que dijo el anciano antes de ir a la habitación contigua, en la cual nadie -ni siquiera Dipper- tenía permitido entrar.

  Ambos castaños abrieron sus ojos como platos por la sorpresa de tan espontánea y pacífica respuesta ante la presencia de dos demonios en su hogar, y quedaron un par de segundos en silencio.

  Dipper llevó sus manos a su cabello y lo desordenó con algo de rabia por lo sucedido, mientras bufaba sonoramente.

—Vamos brobro —rió Mabel, tomándole de la muñeca para llevárselo consigo.

  Al salir del elevador y cerrar la puerta secreta de la máquina expendedora, estuvieron a punto de subir por las escaleras hasta que oyeron un pequeño y casi imperceptible sonido en la cocina.

  Se miraron con confusión, y luego de echarle una ojeada a la sala y notar que su tío seguía allí en el sillón durmiendo, fueron hasta el origen del sonido, encontrándose con Will de pie junto a su hermano con el diario que Dipper estaba escribiendo por su cuenta, mientras que Bill estaba parado con las puntas de sus pies con uno de sus brazos extendido hacia arriba intentando alcanzar la fuente de galletas que estaba sobre la mesa.

—Mira Bill, este diario tiene bastante información, y acertó en muchas cosas —el demonio celeste halagó la investigación impresa en el diario.

—Ese chico se meterá en problemas un día de estos —murmuró, mientras tomaba su sombrero de copa y lo ubicaba en el piso para pararse sobre él y llegar a las galletas.

  Mabel rió ante la escena, ante sus acciones, y se acercó a ellos para tomar a Will en brazos —teniendo cuidado de no tocar demasiado sus bordes, aunque desconociera la razón por la cual les afectaba tanto— y girarse hacia su gemelo, sonriente.

—¿Qué crees que haces, Estrella Fugaz? —cuestionó el demonio amarillo, cruzándose de brazos aún de pie sobre su sombrero.

—Ford quiere hablar con ustedes, así que andando —habló ciertamente irritado el castaño, tomando a Bill en brazos sin el mismo cuidado que recibió su igual.

—Eh, eh, Pino, los bordes —frunció el ceño.

—¿Por qué tanto problema por eso? —giró los ojos, y sonrió de lado para luego empezar a frotar con fuerza aquellas partes tan sensibles para los demonios.

  Bill abrió su ojo como plato y, antes de que pasara algo que lo avergonzara por completo, llevó su pequeño puño con fuerza hacia el ojo del castaño, logrando liberarse cuando éste llevó ambas manos a su rostro.

  Parpadeó un par de veces y abrió ambos ojos para fulminar con la mirada al demonio amarillo, quien estaba con la respiración muy levemente agitada y la vista fija en el suelo, mientras retorcía sus dedos.

—No vuelvas a hacerle eso —habló Will con ira, apretando sus pequeños puños y arrugando las mangas del suéter de Mabel, poco antes de arrojarle el diario a Dipper con claras intenciones de herirlo, aunque éste lo atrapó antes de que lo golpeara.

  Bill se acercó a pasos lentos a la castaña y le jaló suavemente de su media cual niño tímido, haciendo que ella se pusiera de cuclillas para cargarlo con su brazo libre. Se puso nuevamente de pie, y le dirigió una mirada un tanto recriminadora a su gemelo, quien giró los ojos.

  Ninguno dijo nada más, y se encaminaron hacia el laboratorio en completo silencio.

Love is for humans [BillDip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora