-diecisiete.

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  Aquel verano parecía ser el más lluvioso de todos, con nubarrones grises y truenos cada dos por tres, similar a la situación en la que pasaba la retorcida mente de Bill Cipher. Se estaba torturando a sí mismo con innumerables formas en la que Dipper lo rechazaría y humillaría si llegase a decirle lo estúpidamente enamorado que le traía, aunque lo tenía bien merecido luego de casi haber destruido la existencia misma.

  Su mente divagaba, se torturaba, quería bajarse del sofá de un salto y correr a abrazar al castaño para revelarle sus sentimientos que tanto había intentado esconder, aunque tan bien no le salía. ¿Cuántos puñetazos le daría Dipper? ¿Uno, dos? Estaba seguro que entre tres y cinco; sus dientes acabarían en el suelo si fuese por ese chico con la constelación en la frente. Llegaba a pensar que incluso perdería su forma física a manos de ese cerebrito.

  Nada ni nadie habría podido sacarle de sus pensamientos, excepto el grito de Stanford Pines a unos pasos de distancia.

—¿Qué quieres, Sixer? —murmuró con cierta molestia, ¿quién se creía para interrumpir sus pensamientos sobre la única cosa viviente que lo tenía en esa cabaña?

—Dipper no ha regresado, ve a buscarlo.

  La molestia por la presencia del otro era mutua, claramente. Pero Bill estaba seguro que podrían dejar sus diferencias a un lado por un momento si se trataba de la seguridad y bienestar de Dipper, o al menos él estaba dispuesto a hacerlo, y le daba igual que Stanford no lo hiciera.

—Está lloviendo —fue lo único que salió de sus labios.

  Pensó mejor en sus palabras, ¿era mas importante el bienestar de Dipper o su propia salud? No tuvo que volver a meditarlo, Bill podía empaparse hasta el alma si se trataba de su Pino.

—Bien, iré —habló mientras se ponía de pie, y antes de que Stanford pudiera pensar en una respuesta o advertencia, el rubio ya había salido de la cabaña.

  A diferencia de como pensó, ya no estaba lloviendo, pero los truenos y el aspecto del cielo daba a entender que en cualquier momento les caería el diluvio encima. Se dispuso a encontrar a Dipper antes de que eso ocurriera, y se echó a correr hacia el pueblo ignorando totalmente el lodo en sus zapatillas y sus calcetines embarrados.

  Y antes de que lo notara, ya estaba en el pueblo con sus ojos recorriendo cada centímetro del lugar en busca de esa cabellera castaña bajo la gorra azul y blanca que siempre la cubría. Y sí que lo encontró, pero hubiera rogado de rodillas no haberlo hecho. Vaya forma de romper un corazón que besarte a otra persona frente al restaurante donde acababan de cenar.

  Sus ojos se fijaron sobre ambos adolescentes que compartían un bonito momento. Dipper tenía una sonrisa en su rostro mientras sus brazos rodeaban la cintura de aquella pelirroja de la que se había enamorado algunos veranos atrás, y Bill no supo qué pensar. Dipper no había sonreído cuando se besaron.

  Inhaló fuertemente en un inútil intento de contener las lágrimas, y se marchó de la forma más silenciosa que pudo, pasando totalmente desapercibido debido a los truenos, les agradecería si pudiera.

  Cuando estuvo ya lo suficientemente lejos, o al menos así él lo consideró, bajó la cabeza y cubrió sus labios con una de sus manos. ¿Por qué tenía que llorar? ¿Por qué tenía que ser tan débil? Fue un iluso, un completo iluso por creer que un amor como el que sentía por Mason Pines podría ser correspondido, más que iluso fue un completo estúpido. Pero... no, no tenía toda la culpa él, Dipper se llevaba la mayor parte, fueron sus sonrisas quienes le enamoraron después de todo, sus risas, el brillo en sus ojos al hablar de anomalías con su tío abuelo, esa constelación en su frente que le hacía recordarle cada vez que observaba el cielo.

  No...

  Su puño chocó contra un pino, y sus amargas lágrimas le bañaron las mejillas. Frunció el ceño, molesto. ¿Por qué dolía tanto? Y se dio cuenta que era el mismo dolor que tanto le divertía cuando le ocurría a alguien más; esta vez no le divertía, para nada. Y sólo porque él era quien lo estaba sufriendo.

  Se sentó, recostando la espalda en el árbol en busca de apoyo y abrazando sus piernas. Sentado bajo aquel pino era lo más cercano que podría estar a él, y era patético. No, más que eso. Era completamente ridículo.

  Ocultó su rostro, intentando ahogar su llanto. Si tan solo hubiera oído los consejos de su demonio amigo y se hubiera quedado de piedra nada de eso estaría pasando, no estaría dejando salir tan horrible dolor por medio de lágrimas y leves sollozos. No estaría sufriendo por un saco de carne.

  Levantó la cabeza y se limpió las lágrimas con las mangas, decidido. ¿Quién era Dipper Pines para hacerle llorar? Nadie, otro saco de carne más del montón. ¿Qué derecho tenía para causar su llanto? ¿Desde cuándo había puesto su felicidad en manos de un humano? Bill Cipher viviría sin amor hasta el fin de sus días, su corazón volvería a endurecerse y esta vez no se molestaría siquiera en intentar repararlo, ¿para qué?

  Después de todo, el amor es para humanos, y siempre había sido así.

—o—

Si se ponen a pensar esto es una versión mejor del prólogo ahre

Adivinen quien aprobó sus exámenes y pasó de año, sssssta nena.

Volví con todo chiquibeibis. 😎👌

Pero después me acuerdo que el 13 empiezo las clases y se me pasa ahre

Love is for humans [BillDip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora