-veintitrés.

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¿Dije mañana? Quise decir en mil años xdxd

—o—

  Dipper no había vuelto a la cabaña en ningún momento, ni siquiera pasó la noche allí. A Will no le importaba, Ford no lo notó por haberse encerrado en su laboratorio, Stan y Mabel no estuvieron en la cabaña por otra de sus apuestas tontas, y Bill ni siquiera sabía si estaba molesto porque no apareció para dar la cara o preocupado porque no lo vio en lo que restaba del día. Y ninguno de los demonios podía asegurar que Wendy se presentó a trabajar aquella mañana.

  Will se sobresaltó al oír la puerta de la nevera al cerrarse, y cuando levantó la mirada sólo pudo encontrarse a su gemelo-no-tan-gemelo desayunando leche con cereales, de pie, con la cadera apoyada en la mesada. No parecía haber sido víctima del insomnio y eso lo alivió un montón.

—¿Cómo te sientes al respecto de lo que ocurrió ayer? —preguntó mientras apoyaba sus codos en la mesa. Cuando Bill le miró, Will no pudo hacer más que sonreírle levemente.

  Bill se encogió de hombros y volvió su vista hacia su desayuno, antes de relamerse los labios y mirarlo una vez más, algo inquieto.

—Ya me lo esperaba, ¿sabes? —negó un poco, y se acercó a paso lento para dejar el tazón en la mesa y sentarse frente al de cabellos celestes— Siendo sincero, supongo que ya lo sabía, pero quería creer que podríamos tener algo bonito en un futuro no tan lejano.

  Volvió a encogerse de hombros y hundió la cuchara dentro del tazón, llenándola con cereales húmedos y aún un poco crocantes. Aunque no hizo más que repetir esa acción un par de veces, ignorando la mirada que tenía Will sobre él. No hacía más que ponerle algo incómodo.

  Will extendió su mano hacia la de Bill y la posó encima, acariciando su cálida piel con su pulgar.

—Entenderé si quieres irte de esta cabaña. Podemos ir a la dimensión de Tom y comer nachos.

  Bill entreabrió los labios para contestar, pero luego simplemente pareció pensárselo una vez más y terminó negando con la cabeza y llevando una cucharada de cereales a la boca. Ninguno de los dos dijo nada durante algunos minutos en los que Will no hizo más que observarlo y pensar en una solución, aunque su instinto maternal sólo quería abrazar a Bill el resto del día e intentar hacerle sentir mejor con besos y risas.

  Una vez el tazón estuvo completamente vacío y limpio en su lugar original, fue cuando Bill se dignó a pronunciar una palabra dirigida al demonio de cabello celeste.

—¿Crees que al fin aprenda?

  Will frunció el ceño con confusión y guardó silencio un corto período de tiempo, antes de apoyar los antebrazos en la mesa e inclinarse ligeramente hacia delante, con una curiosa mirada.

—¿Dipper? —por la forma en la que Bill lo miró, lo entendió por fin— ¿Tú? Bill —se puso de pie y avanzó hacia él con rapidez—, amar es hermoso, es la única maldita cosa en esta vida que vale la pena —Bill iba a hablar, a decirle que otra cosa por la cual vivir era la pizza con mucho queso, pero Will ni siquiera le dejó abrir la boca lo suficiente cuando colocó su mano encima de ella—. Sé que ahora la has pasado mal, y la vez anterior igual. Y es normal, ¿entiendes? Es tan malditamente normal que aterra. Sé que podrás encontrar con quien ser feliz, estoy seguro, me juego la vida en ello.

  Cuando Will retiró su mano de los labios de su gemelo fue capaz de apreciar su bonita sonrisa, esa que le hizo sentir que no todo estaba perdido aún. La felicidad estaba todavía al alcance de la mano y era cuestión de hacer bien las cosas para que Bill pudiese alcanzarla. Aunque aún ninguno de los dos supiera qué debían hacer, si largarse un tiempo de aquella dimensión o enfrentar a Dipper y sus estúpidas acciones. Sin embargo, lo que Bill decidiera hacer estaba bien para él.

—No sé que hacer —dijo Bill en a penas un murmullo mientras, con la cadera aún apoyada en la mesada, acercaba a Will a sí mismo para apoyar su frente en el hombro contrario. El peliazul lo abrazó, dejando algunas caricias en su espalda en forma de consuelo—. Creo que hablaré con él.

  Y todos los deseos de ayudar a Bill con su problema amoroso abandonaron por completo la mente de Will. Se separó, a nada de darle un golpe —no tan fuerte, claro está— en la cabeza para ver si lograba razonar correctamente. Después de todo lo que hizo Dipper, ¿no podía simplemente odiarlo y desearle la muerte, como a las otras miles de criaturas que no le habían hecho ni la mitad del daño causado por ese castaño?

  Por un momento dudó, y retrocedió lentamente algunos pasos hasta que se encontró con la mesa y apoyó las manos en ella. Miró a Bill con una pequeña mueca que el rubio entendía con claridad, pero no dijo mucho. Era como si no le importase que Will sólo quería protegerlo y ayudarlo en ese momento más que nada.

—Sólo quiero decirle una última cosa, lo prometo. Luego iremos a la dimensión que tú quieras.

  Will no aceptó pero tampoco hizo un ademán de negarse, simplemente esperó junto a su demonio favorito a que ese castaño volviese a la cabaña. Algún día debía hacerlo, ¿no?

(...)

  Tres horas. Will y Bill deambularon por la cabaña sin hacer absolutamente nada durante tres horas, hasta que la puerta de la cabaña se abrió dejando ver a un Dipper empapado de pies a cabeza por la repentina llovizna. Will se puso a maldecir en su mente, había estado a dos segundos de marcharse con Bill.

  El rubio se acercó a Dipper pero mantuvo distancias, y ninguno de los otros dos presentes podría adivinar qué estaba sintiendo, pues el rostro de Bill se mantenía casi inexpresivo. Daba cierto miedo el no tener al Bill de siempre enfrente, ese que se sonrojaba por cumplidos y sonreía casi en todo momento.

  Will, por darles privacidad, abandonó rápidamente la cabaña por la puerta de la tienda.

—Los humanos son muy extraños.

  Dipper no se sintió ofendido por tan simple comentario, porque supo que tenía toda la razón, y quizás hubiera sido mejor si se ofendiese y le dijera lo contrario. Cualquier cosa sería mejor que observarlo en silencio sin saber qué decir. Quería arreglar las cosas con él pero no sabía cómo hacerlo, se sentía inútil, como cuando Stanley le obligaba a hacer las tareas más pesadas el primer verano que estuvo en el pueblo.

—Son capaces de herir a quienes quieren —continuó Bill. Dipper jamás había visto tanta calma en él. Se sentía como el mar, tan tranquilo en un momento y al otro te caía encima una gran tormenta.

  Dipper por fin dio un paso hacia delante, y aunque no quedó muy cerca del rubio, alargó el brazo hacia el frente. En su mano sostenía un ramo de flores, tan hermosas como el ramo que toda enamorada desea que le regalen. Lo que a Bill le llamó la atención fue que no estaban empapadas como quien las sostenía, que de alguna manera lograron salvarse del clima del pueblo.

  Bill pensó, por un momento, que ese era el fin. Que no podría evitar tomar las flores y le sonreiría, que todo se transformaría en un círculo vicioso y jamás podría abandonar ese pueblo. Pero no fue así, Bill simplemente lo observó, sin deseos de aceptar las rosas.

  Lo primero que hizo fue pensar, ¿qué siento ahora? Su propia pregunta le desorientó un poco. Ya no sentía deseos de querer arreglar las cosas, o de abrazarlo y perdonarle las desgracias. Simplemente... nada. No sentía nada.

  Y en ese momento lo entendió. Las sonrisas, los besos, las palabras bonitas, las miradas, la rosa. Dipper había intentado enamorarlo adrede. Y, como manda cupido, Bill automáticamente había dejado de sentir el más mínimo aprecio hacia aquel saco de carne. No supo que decir en ese momento, no sabía si molestarse o alegrarse pues, ¡era libre de ese humano!

  Lo que Bill no sabía y no iba a enterarse hasta después de marcharse, era que algo se había encendido dentro del corazón de Dipper poco antes que el suyo se apagase.

Love is for humans [BillDip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora