Love is for humans [BillDip]

-epílogo.

Nadie notó mi referencia a spiderman en el cap anterior -cries-

—o—

  Habían pasado dos meses desde que Bill, debido a las insistentes peticiones de Dipper, había decidido mudarse a la Cabaña del Misterio con él. Stanley estuvo de acuerdo cuando pensó en que a ese demonio le faltaba algo de la disciplina que podría darle él siendo su jefe en la tienda -en otras palabras, lo dejó quedarse para que trabajara-, y Ford, bueno, él también aceptó, pero la decisión la tomó a la ligera porque ni siquiera estaría en la cabaña los siguientes seis meses.

  Las habitaciones no eran un problema, porque Mabel también había tomado una loca y repentina decisión sin pensarlo demasiado; ni siquiera había dudado en empacar sus pertenencias e ir a vivir con Wendy, en una bonita y pequeña cabaña que compraron con sus ahorros. Cuando esa noticia llegó a Dipper, no supo cómo reaccionar; porque siempre pensó que su hermana terminaría casándose con un chico, y porque le tomó por sorpresa que de todas las personas del pueblo, fuese Wendy su próximo enamoramiento. Pero de cualquier manera, estaba muy feliz por ella.

  Así que todas las noches de los últimos dos meses habían sido una tortura para Dipper, porque tuvo la oportunidad de ver a Bill durmiendo casi desnudo, balbuceando y babeando al otro lado del cuarto, pero sólo podía hacer eso, observarlo. Tenía sueños en los que se acostaba a su lado y Bill lo rodeaba con un brazo aún sin despertar; amanecía con una sonrisa, porque al menos en sus sueños sí lo había logrado.

  Dipper decidió trabajar también en la tienda de la cabaña sólo para pasar tiempo con Bill, y usaban esas horas para hablar y tontear a escondidas de Stanley. Y aunque habían muchas otras cosas que a Dipper le gustaría hacer a escondidas con Bill, no mencionaba ninguna palabra al respecto. Porque estaba genuinamente agradecido de que Bill estuviera con él en esos momentos, después de todo lo que había hecho. No podía pedir más.

  Aunque habían momentos, muy intensos e inevitables, donde pensaba que poco a poco se iba hundiendo más, que le gustaban cada vez más esos ojos negros y ese cabello rubio. Y eran momentos en los que paseaban por el bosque, charlando de cosas triviales, donde Bill revelaba uno que otro dato para el estúpido diario al que a Dipper ya le daba completamente igual.

  Antes usaba a Bill para completar el diario, mientras que ahora usaba el diario para estar con Bill. Se sentaban uno al lado del otro, en la colina donde se habían dado ese primer beso que empezó con todo, esperando por el atardecer. Dipper siempre observaba en silencio la primer estrella que aparecía en el cielo, y con una pequeña esperanza le pedía un deseo. Era el mismo cada día: poder ser feliz junto a Bill.

  Aunque Bill no diese señales de estar enamorado otra vez de Dipper, ninguno perdía la fe. Sabían que tarde o temprano esos sentimientos volverían, y quizás, si tenían suerte, las cosas tendrían un mejor resultado que la primera vez. Sólo debían ser pacientes.

—Es raro estar en el bosque y que no haya ni siquiera señales de vida.

  Bill, que al igual que Dipper esperaba por la primer estrella, bajó la mirada del cielo para observar al castaño a su lado. Le dedicó una media sonrisa y simplemente se encogió de hombros, poco antes de volver de regresar sus ojos hacia el cielo. Allí estaba la estrella, y con su llegada lo hizo también un deseo.

—Los animales no quieren interrumpirnos.

  Dipper sólo asintió, estando de acuerdo con sus palabras, y colocó su cabeza sobre el hombro izquierdo de Bill. Algo que siempre, desde que volvieron a juntarse en la colina, quiso hacer, pero nunca había tenido el valor suficiente. Cerró los ojos, y pidió su deseo a la estrella como ya se le había hecho costumbre.

  El corazón de Bill empezó a latir con fuerza al tener la cabeza de Dipper sobre él, y lo único que hizo ante aquello fue sonreír con amplitud. Las cosas mejorarían a partir de ese momento, porque Bill se aseguraría que fuese así.

—Te quiero, Pino.

—o—