-diecinueve.

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  Bill estaba en la cocina de la cabaña con una manzana a medio comer en la mano, esperando por el castaño. Ya había pasado poco más de la media noche y él aún no se dignaba a regresar, y cuando le preguntó a Will sobre su paradero, nada bonito le dijo. Wendy. Otra vez esa chica, esa pelirroja con actitud rebelde pero a la vez relajada y despreocupada. Bill se comparó con ella, y se dio cuenta que perdería estrepitosamente contra una chica de perfectas curvas, suave cabello y hermosa sonrisa. Después de todo, ella y Dipper ya habían tenido una cita, y lo único que el castaño podría estar haciendo en casa de Wendy era más que claro.

  Intentó dejar de pensar en esas cosas, de torturarse a sí mismo de esa manera, y caminó en círculos por la cocina algunos minutos más hasta que terminó sentándose sobre la mesada. Y en cuanto lo notó, se había deshecho de la manzana al terminar de comerla, cuando no quedaba más que el corazón de la fruta. Sonrió al pensar cosas más tontas respecto al corazón de la manzana.

  Oyó la puerta de la cabaña abrirse lentamente, como si quisieran ingresar sin que nadie lo notara, y luego unos débiles pasos en su dirección. Bill pensó saber quién era, y un escalofrío le recorrió el cuerpo erizándole la piel. ¿Realmente la idea de Will era buena? ¿Iba a arriesgarse así? Ya no pudo cuestionarse más nada, pues tenía a ese castaño de ojos de color chocolate a unos pasos de él, viéndole con una pequeña sonrisa, y su corazón volvió a latir con fuerza.

  Traidor, fue todo lo que pudo pensar Bill en ese momento.

—Creí que estarías durmiendo —susurró Dipper, acercándose poco a poco, intentando que Cipher no notara sus intenciones.

  El otro negó; —Quería hablar contigo sobre algo que lleva molestándome —jugó con sus dedos.

  Bill quería levantar la vista de sus temblorosos dedos y encarar a Dipper como se debía, decirle todas y cada una de las cosas de frente y con claridad, pero sabía muy bien que, en el amor, era bastante cobarde. Y se sentía aún más cobarde al no poder mantener la mirada en Dipper por sólo saber que él también estaba viéndole. Era realmente patético.

—Bien, puedes decirme entonces, aquí estoy —dijo Dipper con una impecable sonrisa en sus labios, ya junto al rubio. Sabía que tarde o temprano la tentación podría con él y volvería a besarlo, una y otra vez, hasta que ya ninguno pudiera olvidarse del sabor de los labios del otro.

—No quiero que vuelvas a besarme —esta vez habló con seriedad, y sus ojos logrando mantenerse sobre el castaño al menos unos cinco segundos seguidos, y eso era un gran logro para Cipher.

  Se quedaron en silencio un par de segundos más, y Bill estaba a punto de empezar a morderse las uñas por la inquietud que le causaba el no poder escuchar los pensamientos de Dipper. No parecía contento, eso sí, una pequeña mueca adornaba sus labios y sus manos habían ido directo a sus bolsillos. Pero luego de forma tan repentina Dipper se había acercado y terminado entre las piernas del rubio.

  Las mejillas de ambos estaban teñidas en rojo, por ser esa la posición más comprometedora en la que estuvieron alguna vez, y porque sus narices se rozaban, casi podían sentir la respiración del otro. Bill a nada estuvo de dar a ver su descontento ante esa situación con un leve empujón, pero fue cuando Dipper le robó un casto beso y lo dejó ya sin palabras.

—Esto sonará raro —Dipper rió y negó, mientras sus manos fueron a la cintura del demonio que tenía enfrente, ese que tenía una expresión en la cara que era de lo más tierna y encantadora—, pero contigo mando mi heterosexualidad a la mierda, y me encanta. Sólo tú me haces sentir así, Bill.

  Si Will estuviese ahí ya se habría echado a reír y a burlarse de los pensamientos que Bill estaba teniendo en ese momento. Estaba actuando como toda una niña enamorada, más que emocionada cuando esa persona especial le dirigía sólo una simple mirada. Pero, ¡Dipper le había dado más que una simple mirada! Tenía razones para emocionarse, a su parecer.

—Si no quieres que vuelva a besarte, de acuerdo, lo entiendo —asintió lentamente, pero luego volvió a sonreír—. Pero repítemelo en la mañana, ahora déjame disfrutar al menos mis últimos besos contigo.

  Y antes de que Bill pudiese negarse —lo cual no estaba por hacer, de hecho ni siquiera se le había pasado por la cabeza tal idea—, Dipper había atrapado sus labios una vez más en un beso que ni con un golpe en la cabeza podría olvidar. Nada le podría evitar fantasear en las noches con esos besos, sonrojándose y abrazando la almohada o a su dormido hermano, que ahora con cuerpo humano sería como dormir junto a una vaca sedada que patea como si estuviese en un octágono de lucha.

  Las manos de Dipper se pasearon por la cintura y los muslos de ese enamorado demonio con lentitud, acariciándole. Le gustó de una manera increíble cuando había introducido una mano de forma desprevenida dentro de su camiseta y se había sobresaltado de la sorpresa. Sus mejillas en ese momento le parecieron de lo más bonitas, y no pudo evitar empezar a acariciarle la piel con la yema de sus dedos.

  Bill soltó una pequeña risa sobre los labios de Dipper en cuando sus dedos habían alcanzado un punto donde ya empezaba a hacerle cosquillas, y el castaño sonrió ampliamente.

  No recordaba que fuera tan encantador escuchar a un demonio reír.

—o—

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Love is for humans [BillDip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora