La profecía (pausada)

Ataque en Hogwarts

Narrador P.O.V

Miércoles por la mañana, hacía exactamente una semana desde que Draco y Hermione habían sido atacados. Una semana en la que nuestra chica misteriosa fue sentensiada a muerte si no complía con su cometido. Una semana en la cual la intriga de lo que pasaría de ahora en adelante hacía acto de presencia. No había señales de otros ataques, como los que hubieron durante la época de clases. Por el momento estaba todo tan tranquilo, que llegaba a desesperar a todo aquel que supiera lo que estaba sucediendo.

El ministro de magia, Kingsley Shacklebolt, trataba y trataba de iniciar una investigación pero el jefe de los Aurores, David Miller, se negaba rotundamente. Según él, no habían suficientes datos para iniciar la dichosa investigación, además no quería comprometer a su equipo porque no sabían a lo que se enfrentaban.

—Idiotas –pensaba Kingsley.

Si no tuviera tantos asuntos que atender, él mismo hubiera iniciado la causa. Solo le rogaba a Merlín que nada malo pasara de ahora en adelante, ya suficiente tenía con todo lo que pasaba a su alrededor y otra desgracia haría que todo se salga de control.

**
Jueves por la mañana, otro día en el que la tensión se notaba en el aire, esa incertidumbre que se apoderaba de todos estaba latente por doquier.

Draco Malfoy, se levantó como cualquier día, con la diferencia que justo esa mañana, se llevaría una gran sorpresa. Algo adormilado entró en la ducha y comenzó a enjabonarse con lentitud, estaba cansado de estar encerrado. Su padre, que se había enterado de lo sucedido, solo lo dejaba salir para ver a su madre, ya ni por los jardines se atrevía a pasear porque su padre lo más probable es que hiciera un escándalo.

Flash back

—Hijo, ya estás aquí.

—¿Padre? ¿Qué haces en casa? –preguntó Draco a la vez que cerraba la puerta.

—Vine a tomar un baño y de paso a saber cómo te encontrabas pero, cuando llegué no estabas.

—Oh… sí, es que, —estaba nervioso, debía inventar una excusa de manera urgente– verás, salí a caminar un rato.

—¿A dónde? –preguntó Lucius.

—Fui al mundo muggle, quería ya sabes, alejarme de aquí un rato.

—De acuerdo –el rubio pensó que había logrado engañar a su padre, así que decidió marcharse a su cuarto hasta que el susodicho preguntó– ¿Y por qué vienes tan desarreglado?

¡Por Merlín Santo! Había olvidado que no venía en óptimas condiciones después de haber corrido para salvar la vida de Hermione y la de él. Ahora tendría que contarle todo, excepto que andaba con la castaña, en un parque, merendando, disfrutando de la vida.

—Fui atacado –respondió con simpleza.

—¿Por un muggle? –su cara se estaba tornando roja de ira.

—No… era un mago. Pero no logré ver su cara, solo sé que todos los hechizos protectores que lanzaba no servían porque eran inhibidos.

—¿Qué? Eso es imposible.

—Lo sé, pero la persona que me atacó debe ser muy poderosa.

—Ya lo creo –dijo pensativo– a partir de ahora solo saldrás de aquí si quieres ver a tu madre.

—¿Por qué? –cuestionó el rubio menor con un leve tono de molestia.

—Si te atacaron fue por algo, tu madre no me perdonaría jamás si te pasa algo. Tu seguridad está primero, tienes prohibido salir de aquí.