Secuestro

1.5K 99 16
                                    

Narrador P.O.V

Dos días​ habían​ pasado desde lo ocurrido. Lucius volvió a tener esa mirada fría y sombría, su aspecto nuevamente era muy desaliñado y las grandes ojeras no se hicieron esperar. ¿Cómo podía conciliar el sueño si su amada esposa estaba desaparecida?

Draco por su parte estaba colérico, su humor empeoraba a medida que transcurrían las horas. Nada lo alegraba, ni siquiera el que Hermione estuviera a su lado apoyándolo en un momento tan difícil. No quería hacerle daño, no de nuevo. Por eso la mantenía lo más alejada posible de él con tal de que no le pasara nada.

Hermione no lo veía así, de un tiempo hasta acá no podía alejarse, no podía dejarlo solo, tenía la necesidad y la obligación de verlo bien, de hacer que se sintiera mejor. La angustia la carcomía por dentro, tanto así, que con tan solo pensar su corazón se aceleraba​, su respiración se entrecortaba. Los nervios la traicionaban y lo único que le pedía a Merlín era que esa estúpida profecía no existiera para así, estar tranquila.

Era mucho el daño que nuestra chica misteriosa hizo en tan poco tiempo; ataques a personas inocentes, la casi completa destrucción de Hogwarts y ahora, el secuestro de Narcissa Malfoy.

¿Hay solución a todos los problemas que aquejan a la comunidad mágica?

Claro que sí, pero nadie quería hacer algo al respecto, el ministro quería que los aurores se pusieran en campaña para hacer todo lo que estuviera a su alcance y así, parar todo esto. Pero no, nadie hacía nada, con suerte estaban buscando a Narcissa, y solo porque se trataba de la esposa de Lucius Malfoy.

Lo que más les molestaba a todos era eso, la incompetencia de los que trabajaban en el ministerio. El ministro Shacklebolt no sabía qué más hacer, todo tipo de responsabilidad caía sobre él y ni la culpa tenía de tener trabajadores de esa clase. ¿Ganaba algo despidiendo a las personas? No, con eso solo traería más problemas y esa no era la idea.

**
Tercer día. Hermione se levantó temprano aquella mañana, había pasado una pésima noche de tanto soñar con la madre de Draco. Sí, estaba asustada a más no poder. Algo le decía que nada estaba bien, que ese día sería muy largo y que quizás, no tendría fin.

Equivocada no estaba. Ahora más que nunca deberían estar en alerta, lo que pasara de aquí en adelante sería esencial a la hora del juicio final. ¿Qué hacer en medio de la desesperación? ¿Qué pensar en momentos de crisis? ¿Hacia dónde escapar cuando no quedan salidas? Tantas preguntas sin respuestas, tantos dilemas sin resolver. Hermione sabía que nada sería fácil, sabía que se venían tiempos difíciles y solo podía pensar una cosa: proteger a Draco.

El rubio pensaba de manera distinta y concreta: proteger a Hermione y encontrar a su madre. No pensaba en otra cosa que no fuese eso, quería que todo terminara pronto. Ya no quería nada más, no quería seguir luchando contra la corriente. Quería ser libre de toda responsabilidad por una vez en su vida, quería vivir tranquilamente y en armonía junto a las personas que quería.

Estaba tan concentrado pensando en todo lo que pasaba en su vida, que no se dio cuenta que su padre había entrado en la habitación.

—Hijo –habló mientras se pasaba una mano por su desaliñada barba– ¿Crees que podamos hablar?

—¿Sobre qué, padre?

—Sobre tu madre… –su voz se quebró.

—¿Qué pasa con ella? –tragó en seco.

—Iré en su búsqueda. No me puedo quedar aquí sin hacer nada, esperando a que llegue algún día.

—¿Estás seguro? –Lucius asintió– Entonces iré contigo.

La profecía (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora