Capítulo dos

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Mis pies trotaban sobre el asfalto con firmeza, mis manos se aferraban a la correa de mi bolsa, mi respiración jugaba con el aire agitado en mis pulmones, el atardecer estaba por irse, necesitaba ir lo más rápido posible para llegar a tiempo al club.

Las calles estaban solitarias como de costumbre y eso me ayudaba a seguir libre con mi camino, desacelere un poco mi paso cuando las luces en colores led aparecieron ante mi, los pasillos de estas calles eran iluminadas con cientos de letreros atractivos de los clubs, donde al caer la noche decenas de mujeres se posan en las esquinas en busca de un cliente a quien complacer a cambio de unos cuantos dólares, donde jóvenes son sometidas a trabajar bajo fuerza, muchas de ellas son de otros países quienes buscaban el "sueño americano" como ellas le llaman,  y han terminado en el lado contrario de la ciudad. Muchas son traficadas de algún lugar del país y esparcidas por este sitio.

Este lado de la ciudad es conocida como la zona prohibida, la "zona negra", donde los hombres sin pulcro, vienen en busca de una distracción infraganti.

Pero lo que los demás no saben es que aquí se ve pasar desde hombres; pobres, médicos, policías - quienes son los  más cercanos - los de alta sociedad, hasta los políticos más importantes del estado, quienes aveces se aparecen con sus hijos para que ellos prueben lo mejor.

La sociedad no sabe lo que ellos pagan para que todo quede encubierto, nadie allá afuera sabe lo que pasa en este lado de la ciudad. Todos saben sobre este sitio pero solo pocos se atreven a venir y descubrir lo cuan repugnante puede ser.

Lástima que a mi me ha tocado vivir en ello.

Doblo en una esquina mientras mis pasos siguen el ritmo de mi respiración, acomodo un poco mi cabello hacia atrás para tener mejor vista en mi camino, hoy necesitaba llegar dos horas antes de lo normal, necesitaba practicar para el show de esta noche y me había agarrado la tarde.

Decido entrar por la puerta trasera así que me introduje en el callejón, empujo la puerta de metal, un suspiro de cansancio sale de mis labios cuando veo la figura de Marilyn frente a un espejo, ¿por qué tuvo que llegar temprano exactamente hoy?

—¡Hey, hola princesa! —el énfasis en sus palabras me revolvía el estómago, la hipocresía en su voz hacía que me ardieran los tímpanos—. Digo,  te puedo decir princesa  ahora que ya te mandas sola y puedes hacer lo que se te la gana ¿no?

Doy un suspiro y trato de calmarme, estábamos completamente solas,  jamás la he tratado ni con el poco respeto con el que me trata ella a mi, no sé porque trata de opacarme con sus malos comentarios e insultos, pero nunca la he insultando, me da  pena ofenderla más de lo que ella misma lo hace.

Marilyn ha estado más tiempo aquí, tanto, que nadie se ha atrevido a preguntarle el porqué,  ella puede ser unos dos años mayor que yo, es difícil adivinar su edad por el daño que el maquillaje a provocado en su piel y por su cuerpo bien desarrollado y formado, no le cálculo más de 25. Es la encargada de enseñar a las nuevas y tiene voz de mando en este cuarto, por su mal humor y carácter no se da a conocer, aunque muchas dicen que era la amante de Marco y no me cabe duda de que ese rumor sea cierto.

Camino hacia mi escritorio, y dejo caer mi bolso en la silla  cuando estoy demasiado cerca.

—¿A caso el gato te comió la lengua? — mi cuerpo reacciona  en brinco cuando es capas de captar la voz de Marco sobre mis hombros.

Crudo | Harry Styles |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora