Adoquines.

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Hace mucho tiempo dejé atrás esos recuerdos.

Siempre estaba tu silueta.

Cualquiera. 

El recuerdo de mis pies sobre cada  pedazo de concreto, caben perfectamente. Solía mirar las tiendas alrededor del gran camino, no puedo olvidar los hermosos zapatos que deseaba tener en la vitrina, y que tu no podias comprarme, lo recuerdo, tu rostro que sonreía apenado, para transformarse en una expresión ilusoria de pura determinación.

Noches.

Bajo las luces del farol, mis pequeños pies cruzaban la enorme y alta división, la línea que dividía los adoquines en dos partes, como si fueran dos caminos que debes tomar. Y allí estabas tomándome de la mano, ambos estábamos; miraban para no perderme, y yo miraba las estrellas, oía la música, veía las burbujas y la ropa colgante, lo amaba. 

Casi alegórico es recordarnos, recordarte.

Adoquines. 

A los que siempre volvía, aunque me marchara.

Una y otra vez, año tras año. 

Como si no importara.

Recuerdo, como si fuera ayer, nuestras conversaciones, y cuando juntos nos dirigíamos a casa, adoquines que, no desaparecen, ¿o tal vez sí? Y que con el tiempo quedaron vacíos, y la noche ya no los pintaba igual, era tristeza, y trabajo convertido en hambre. 

Los adoquines que pisé contigo cuando mis pies eran mas grandes, pero aún mas pequeños que los tuyos, eran solo piezas sin vida,  tu eras solo alguien.

Tú te marchaste.

Día. 

Octubre. 

Mis pies alli tras tu silueta.

Persiguiéndote, observandote, con el corazón frenético, una y otra vez, nos mirábamos, y era feliz con ese amor.

Un día.

No lo recuerdo.

Escapes.

Misiones imposibles, tu cara eufórica, estábas emocionada, preocupada, todo a la vez, y estábamos contigo.

Pensé que era afortunada de estar allí.

Me gusta observar los cambios.

Evoluciones, como una flor que florece en pleno verano.

Y ahora piso los adoquines que caminé con tanta gente, sola, y observo las tiendas, como lo que una vez fueron, y casi puedo ver reflejado en el cristal, mi cuerpo evolucionar.

Ahora que lo pienso, justo allí, ocurrió la magia.

Ojalá pudiera capturar los recuerdos en una película, y capturarlos tal como fueron, y verme caminando, en el boulevard, y volver a ver esas aventuras, el corazón latiente eufórico, mis pisadas solitarias, mis charlas, las risas,y sobre todo, aquellos cinco años preciados.

Ojalá existieran las máquinas del tiempo.


Drayos y Centenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora