XXXIII

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Tu rostro,

cambiante

se tergiversa rápidamente,

y ya no es el mismo que hace unos segundos.

¿Cómo pretendes que siga esas metamorfosis?

Entre tanto,

yo no doy crédito,

a esa conducta. 

Quién sabe con que vendrás mañana,

¿quién sabe?

Y yo te perdono, 

aunque me destruyes,

en miles de fragmentos,

aunque muero,

sin poder entenderte. 

¿Por qué esa persecución desesperada?

Una terquedad que yace viva entre las raíces

como una costumbre intrínseca del alma.

No bulle la selva, 

no aminoras el paso, 

porque eres así,

y no vas a esperar a nadie, 

vas a aplastar a quien sea, 

porque nadie te domina, 

y porque tú, 

eres vil y traicionera. 


Drayos y Centenas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora