Unas horas después de haber llegado a Londres, tomé un taxi hasta la casa a las afueras de la ciudad, en la que me quedaría hasta que mi costilla sanara por completo. Pasaría un tiempo ahí y mis padres ya lo sabían, por lo que vendrían a visitarme un par de días al pasar por Londres.
La casa era bastante grande. Unas cuantas ventanas con marcos blancos al igual que la puerta. El jardín delantero, el techo que se suponía era negro y las chimeneas, una a cada extremo, todo cubierto por la nieve. Lo único que no era blanco o estaba cubierto por nieve eran las paredes de ladrillo. Todo era simétrico, perfectamente calculado y sin errores.
Tomé la llave ubicada en el marco de la ventana que estaba a la derecha de la puerta, tal como Aldana me lo había indicado y abrí la puerta. Me costó un poco ya que se había pegado al marco por el hielo, pero lo logré después de hacer algo de fuerza.
Al entrar, un aroma a vainilla me recibió inmediatamente, haciéndome sentir como en casa. Cerré la puerta a mis espaldas y me propuse abrir las cortinas para que entrara algo de luz.
Caminé a la cocina, calenté agua y recordé dónde me había dicho Aldana que su tía guardaba las hebras de té. Lo preparé y me dispuse a subir para encontrar la habitación de huéspedes que mi amiga había dicho que podía utilizar si no quería irrumpir en el cuarto de su tía. Así que volví a la sala, subí las escaleras y tomé el pasillo de la izquierda. La última puerta al final del pasillo sería mi lugar, mi escondite, mi "cueva" como le gustaba decir a Aldana y a mi madre. En fin, sería la habitación de la que sólo saldría para buscar algo de comida durante las próximas seis semanas. Aunque el doctor dijo entre cuatro y seis, no me arriesgaría a que mi costilla estuviera a medio sanar cuando comenzara mi nueva vida. No desearía tener recordatorios permanentes de algunos acontecimientos de este último mes y medio.
Ya en la habitación, me recosté en la cama. Me sentía tan cansada... el suceso con Christopher e Iago no me había dejado dormir en las últimas dos noches y el viaje me había resultado agotador con tanta turbulencia y el dolor de la fractura. Cerré los ojos y, aunque sabía que me iba a costar dormir, lo intenté. Puse la mente en blanco un rato, hasta que sentí que el aburrimiento era tanto que me dificultaría aún más el poder quedarme dormida. Abrí los ojos y me quedé mirando el techo, alto y blanco. Di un gran suspiro, luego otro. Volví a cerrar los ojos, haciendo presente la imagen de Bowie sonriéndome cálidamente. Las comisuras de mis labios se curvaron un poco hacia arriba.
Bow... te extraño. ¿Qué estarás haciendo en este momento?
Giré la cabeza y con un ojo observé el reloj en la mesita de noche al lado de la cama. Éste marcaba las diez de la mañana.
Debe estar durmiendo. Es temprano.
Continué pensando en Bowie por un rato, hasta que logré quedarme dormida.
El cielo era más blanco que gris. La arena tibia se metía entre los dedos de mis pies. Las pocas plantas y árboles que había a mi alrededor estaban secos, marchitos por el sol. Estaba caminando, segura de que tenía que hacerlo y en esa dirección, pero no entendía el motivo. Mis piernas se movían solas, no podía controlarlas al igual que el resto de mi cuerpo. En otro momento me hubiera sentido desesperada, pero algo me decía que todo estaba bien y que no me pasaría nada malo si continuaba.
Llegué a visualizar un auto viejo, de un azul muy gastado, reflejaba tanto los rayos del sol que traspasaban las nubes. Me acerqué notando que mi corazón latía cada vez más fuerte, la calma se me escapaba, pero sentí algo de alivio cuando un par de brazos salieron por la ventana y luego una cabeza. Aún estaba lejos, pero podía deducir que era Bowie, con su cabello castaño oscuro y las facciones de su cara. Traía un nuevo peinado y un sweater azul marino arremangado. Parecía pensativo, mirando en una dirección.
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Prometo Encontrarte y Enamorarte {Parte 1}
Ficção AdolescenteElla siempre soñó con el chico perfecto, pero ningún chico se había fijado en ella y jamás se imaginó que fuera posible. No tuvo una vida fácil, eso ya no es un secreto. Un día su vida da un giro inesperado en cuestión de segundos. Tendrá que hacer...