Capítulo 7

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—El peor día de mi vida—

Kenny estaba en la sala de espera junto a su madre. Ya habían pasado dos semanas desde que se realizó el examen y el corazón le latía a mil por hora esperando los resultados. A su lado, escuchaba cómo su madre no dejaba de morderse las pocas uñas que le quedaban. Siempre había tenido esa manía. Para que dejara de hacerse daño, Kenny le tomó una de sus manos y la puso en su cabeza mientras se recostaba en sus piernas. Estaba cansado. Ella empezó a acariciarlo y juguetear con su cabello. Se sentía tan bien estar así con ella, a pesar de la situación.

—Ya verás que todo saldrá bien, mi amor —lo animó ella, dándole un suave beso en la frente.

Kenny no quería hablar de eso, pero en ese momento se sentía protegido en los brazos de su madre. Por eso comentó sus temores en voz alta: 

—¿Y si algo sale mal? —preguntó.

Su madre tardó en responder. Kenny supuso que ella tenía el mismo temor.

—Nada saldrá mal —dijo fingiendo tranquilidad, pero Kenny notó un dejo de angustia en su voz. Luego añadió más para tranquilizar a su hijo—. Ten fe, cariño.

Kenny quiso insistir, pero guardó silencio. Recordaba por todo lo que su familia había pasado cuando estuvo en tratamiento. Todo el dolor, la tristeza y la preocupación. Todos los sacrificios.

—Ya no quiero que sigan gastando más dinero por mi culpa —afirmó.

Su madre continuaba jugueteando con su cabello. 

—Nada de esto es tu culpa y lo sabes. 

Poco después, la puerta se abrió lentamente y el doctor se acercó a ellos, serio. Les pidió que entraran a su oficina pues necesitaba hablar con ellos en privado. Ambos tomaron asiento frente al escritorio. Bajo la mesa y, sin que nadie más que ellos dos lo notara, su madre tomó de la mano a Kenny para recibir los resultados. 

—Tengo buenas y malas noticias —anunció el doctor. Se acomodó las gafas y tomó unos papeles de su escritorio. 

—¿Cuáles son las buenas, doctor? —preguntó la madre de Kenny con la voz temblorosa. 

—Las buenas son que todo salió bien —explicó el hombre sin dejar de observar los papeles. Luego, levantó la vista y se dirigió hacia Kenny—. Veo que has mejorado bastante desde tu último tratamiento —lo felicitó—. Pronto no tendrán que preocuparse nunca más. 

—¡Eso es maravilloso! —exclamó su madre, contenta, mientras besaba emocionada la frente de su hijo. Pero Kenny no se alegró. Aún faltaba la mala noticia. 

—La mala noticia es que encontramos pequeños residuos del cáncer en tu lóbulo frontal —explicó el doctor—. El tratamiento lo está eliminando poco a poco. Solo te pido que te cuides mucho ya qué tu condición podría empeorar. Es importante que evites situaciones estresantes. 

Kenny y su madre salieron del hospital y se dirigieron a casa. Ninguno habló durante todo el trayecto. Lo único que quería Kenny en ese momento era estar solo con sus pensamientos. Al llegar, subió a su habitación para esperar a Rosa quien le llevaría la tarea del día.

Tomó una ducha para eliminar el olor a hospital que aún traía.
Rosa llegó a los pocos minutos y, aunque su madre la anunció, Kenny no la escuchó. Cuando su amiga abrió la puerta lo encontró casi desnudo. Ambos gritaron, asustados.

—¿No sabes tocar? —preguntó Kenny buscando la toalla para cubrir su cuerpo. 

—Lo siento —se disculpó Rosa—. Sabes que nunca toco —añadió.

Amor A Ciegas [GAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora