Capítulo 11

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—El cuchillo en mi espalda—

Joselyn se encontró con Enric mientras se dirigía a la escuela. Apenas la vio, se acercó a ella para interponerse en su camino y coquetearle. Pasó su mano por su cabello, mojado de sudor, para parecer más galán. Al parecer había estado entrenando en la mañana.

—¿Qué quieres? —preguntó molesta, intentando seguir su camino.

—Tranquila, solo quería invitarte a cenar esta noche —dijo él sin darse cuenta que apestaba.

  Joselyn levantó una ceja y rio.

—Ya, en serio, ¿qué quieres? —preguntó sin tomarlo en serio. Su fama de mujeriego no le ayudaba. Sentía que solo quería llevársela a la cama.

—Quiero hacer las cosas bien y ganarme tu corazón —confesó él, frustrado.

Joselyn le recordó, de nuevo, que no estaba interesada en él. Solo lo veía como un amigo y quería que las cosas continuaran de esa forma entre ellos.

—¿Estás segura que te gustan los chicos? —preguntó Enric, de pronto.

—De hecho, tengo novio —respondió ella con aire de superioridad—. No quería partirte el corazón, pero tú no dejas de molestar…

—Me gustaría conocer a ese novio tuyo —la interrumpió Enric sin creerle una sola palabra.

Ella lo miró con sorpresa, no se iba a dejar ganar por él.

—Bien —dijo antes de marcharse.

Joselyn estaba tan metida en sus pensamientos que no se dio cuenta que Rosa la llamaba hasta que la tuvo al lado. La chica la había estado esperando en la entrada de la escuela.

—¿Que tienes? —preguntó Rosa al ver que algo molestaba a su amiga.

—Es un maldito… —murmuró Joselyn por lo bajo, se veía muy enojada—. ¿Cómo se atreve a preguntarme eso?

—¿Quién?

—¡Enric, maldita sea!
Joselyn le contó rápidamente a Rosa todo lo que había sucedido de camino ahí.

—¿Por qué dijiste que tenías novio?

Rosa se veía confundida.

—Estaba insinuando que soy lesbiana —gruñó Joselyn. Todavía temblaba por culpa del enojo—. ¡No quiero que todos piensen que soy una maldita lesbiana! 

Al escuchar lo último, Rosa sintió que su corazón se rompió en mil pedazos. Era como si Joselyn la hubiera apuñalado justo donde más le dolía. Para guardar la compostura ante su amiga, dio media vuelta y se marchó. Joselyn no hizo nada para detenerla.

Al mediodía Kenny y Rosa comían sentados debajo de un árbol en el patio de la escuela. La rubia, agobiada, no dejaba de quejarse de Joselyn. Kenny comía su sándwich en silencio. Quería darle el espacio a su amiga para que se desahogara. De pronto, él sintió que una serie de pasos se acercaban a ellos pisando la hierba. Reconoció a uno como Joselyn, pero no sabía quién era su acompañante.

—Chicos —los saludó la recién llegada—, les presento a Anthony, mi novio.

El dolor en el pecho que había acompañado a Rosa todo el día aumentó. Sintió, por un momento, que quería salir corriendo de ahí. No tenía las fuerzas para ver a la chica que le gustaba con otra persona, especialmente después de lo sucedido en la mañana. Mordió su labio tratando de evitar que le temblara. No quería echarse a llorar ahí mismo.

—Mucho gusto —saludó Anthony, con una voz muy cordial y un acento Mexicano. Rosa solo lo veía con desprecio, no podía entender qué le había visto Joselyn, si tan solo era un flacucho moreno.

—Tengo que ir a clase —se disculpó la rubia levantándose de su lugar.

—¿Qué le pasa? —preguntó Joselyn mientras la veía marchar. 

—No sé —respondió Kenny terminando su almuerzo—. Tú deberías saberlo.

Ella no dijo nada más. Joselyn y su nuevo novio se despidieron de Kenny y se marcharon, dejándolo solo. Para poder regresar a su salón de clases, Kenny desplegó su bastón.
Sabía que su amiga la estaba pasando mal. Quería encontrarla pronto para hacerle compañía.

De pronto, chocó contra alguien. Se sobó la frente mientras escuchaba algunas risas. Una mano, mucho más fuerte que la de él, le arrebató el bastón y lo empujó, haciéndolo caer al suelo.

—¿Dónde está tu guardaespaldas? —preguntó. Era la voz de un hombre. Kenny recordó que la había escuchado antes, en una situación similar, cuando había conocido a Joselyn.

—Aquí está, imbécil. —El corazón de Kenny dio un brinco al reconocer la voz de Sebastian.

Nick golpeó al joven que estaba molestando a Kenny, haciéndolo caer también. Al verlo en el suelo, se le abalanzó para seguirlo golpeando. Estaba muy enojado por lo que le acababa de hacer. Kenny era alguien muy preciado para él y no iba a permitir que le hicieran daño. Sin embargo, escuchó como Kenny pedía que se detuviera. Le obedeció. Caminó hasta él y lo tomó del brazo para ayudarlo a levantar. Luego buscó su bastón. No fue fácil, ya que el agresor lo había lanzado lejos.

Caminaron juntos hasta alejarse de ese lugar. Kenny le agradeció por haberlo salvado.

—¿Qué harás hoy saliendo de clases? —preguntó Nick con un poco de nervios. No sabía cómo pedirle a Kenny que pasaran un rato juntos.

—Ambos iremos a estudiar a la biblioteca —le recordó Kenny—. Quedaste en ayudarme a estudiar…

—¡Ya recuerdo! —mintió Nick temiendo hacer quedar mal a su hermano—. Casi lo olvido. 

Nick acompañó a Kenny hasta el salón de clases y luego inventó una excusa de ir al baño para salir de ahí. A Kenny no le importó, aprovecharía el momento para hablar con Rosa. Cuando llegó al puesto de su amiga no la encontró ahí. Se preguntó dónde estaría. No tenía caso quedarse ahí esperándola.

Al sentarse en su lugar de siempre, pudo sentir que alguien se sentó detrás de él.

—¿Tan rápido? —preguntó Kenny pensando en lo poco que había tardado Sebastian en ir al baño y volver. 

—Sí —respondió su compañero—. El descanso acabó.

A Kenny no le gustó mucho su tono soberbio. Odiaba cuando se comportaba como imbécil con él. Trató de disimular su enojo cambiando de conversación.

—¿A dónde querías que fuéramos a la salida?

—Iremos a la biblioteca, ¿lo olvidaste? —preguntó Sebastian, irritado—. Si no te importa, estoy terminando de copiar la tarea.

Amor A Ciegas [GAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora