Capítulo 23

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—La vida es un juego de equilibrio—

Nick vivía temporalmente en la casa de su mejor amigo. Su padre seguía sin dirigirle la palabra. Para no estar solo con Joshua, Sebastian había salido a visitar a unos parientes lejanos por parte de su madre. A Nick le preocupaba un poco que su padre estuviera solo en casa, temía por su seguridad. Decidió mejor no pensar en eso y centró su atención en el videojuego que jugaba con Larry.

—¡Vamos! —dijo Larry con la respiración agitada, mientras seguía presionando el mismo botón lo más rápido que sus dedos se lo permitían—. Mételo bien —se quejó.

—Eso intento. —Nick no dejaba de ver la pantalla. El Segundo control, que le tocaba usar a él, era muy viejo y tenía algunos botones atascados—. Está duro.

Un par de pasos se escucharon por la escalera. La abuela de Larry abrió la puerta lentamente, cubriendo sus ojos.

—¿Están decentes? —preguntó asomándose.

—¡Abuela! —el pelirrojo dio un respingo. Estaba tan concentrado en el juego que no esperaba encontrar a nadie más en la habitación. La pantalla les anunció que habían perdido. Larry suspiró, derrotado—. Claro que sí.

—Es mejor preguntar antes de llevarse un mal trago. —La abuela se encogió de hombros, restándole importancia. Luego continuó—: Iré a la plaza, ¿se les ofrece algo?

—Sí, necesito ir a… —respondió Larry, levantándose para ir en busca de su billetera.

La abuela lo detuvo, con expresión seria.

—Tú estás castigado, joven —lo interrumpió, cruzando sus brazos.

Larry se quejó. Le daba pena que su abuela lo tratara como un niño pequeño delante de su amigo. Por su parte, Nick necesitaba ir a la plaza para recoger su cheque del trabajo.

En cuanto Nick llegó a la plaza, fue a su lugar de trabajo para recoger su paga. Al salir, se sentó un momento a descansar en la fuente del medio de la plaza. Recordó el día que empujó a Kenny al agua. Viéndolo ahora, no entendía por qué en ése momento le pareció gracioso. ¿Qué tenía en su cabeza cuando pensó que esa sería una buena manera de ganar su amistad?

Podía sentir la brisa de la fuente sobre su rostro. Recordó que nunca le compró el celular que le prometió por haber descompuesto el suyo ese día. Buscó una tienda de celulares. Le conseguiría uno con asistente por voz.

Luego, se dirigió a la casa de Kenny.

Sabía que Kenny no quería saber nada de él, pero solo quería disculparse y entregarle el celular que le estropeó. Cuando tocó la puerta, le abrieron ambos padres y la pequeña Sarah. Al parecer estaban a punto de salir. La mujer lo reconoció de inmediato y lo saludó amistosamente, pero algo desconcertada.

—¿Está Kenny? —preguntó Nick con las manos escondidas en su bolsillo.

—No. Se acaba de ir —respondió ella.

—¿Sabe a dónde fue?

—Creo que fue a buscarte a tu casa, iba con un amigo…

Al escucharlo, Nick salió corriendo. Tenía miedo de que Kenny se encontrara con su padre y él le hiciera daño.

Mientras tanto, Kenny caminaba sujetándose al brazo de Anthony. Podía sentir la chaqueta de cuero que su amigo vestía. Por su parte, Kenny traía puesta la chamarra de mezclilla que Nick había olvidado en su casa.

El moreno le había ayudado a conseguir la dirección de Sebastian por medio de Joselyn sin hacerle ninguna pregunta. Rosa lo había convencido de hablar con Nick. Por más de que él seguía molesto, en el fondo estaba deseoso de escuchar su voz de nuevo.

No quería contárselo a nadie, pero se sentía un poco débil. Por eso había trastabillado en más de una ocasión sin que su acompañante se diera cuenta, ya que parecía inmerso en su teléfono.

—Es aquí —anunció Anthony.
Brevemente le describió el lugar. Por lo que le dijo, Kenny supo que estaban en un barrio de mala muerte. Aun así, le pidió que se quedara fuera, ya que deseaba hablar en privado con Nick.

Cuando Kenny tocó la puerta, se abrió sola. Le pareció un poco extraño, pero aun así entró. Un terrible hedor a putrefacción invadió sus sentidos. No podía creer que Nick viviera en ese lugar. Kenny movía su bastón de un lado a otro y lo único que escuchaba era el tintineo de las botellas de vidrio. Llamó a Nick, pero nadie le respondió. Kenny encontró las escaleras y subió. En su ascenso tropezó con algo grande que estaba tirado en el suelo, no supo lo que era y solo siguió caminando por la casa. La madera crujía bajo su peso. Kenny sintió temor, así que decidió marcharse de ahí.

Volvió sobre sus pasos hasta la puerta principal. Llamó a Anthony para regresar, pero no lo encontró. Ir hasta ese lugar había sido una mala idea desde el principio. De pronto, alguien lo agarró por detrás.

—¿Quién soy? —preguntó una voz familiar, cubriéndole los ojos con sus manos.

Kenny supo inmediatamente que se trataba de Nick. Sintió los pálpitos de su amigo contra su espalda. Estaba agitado, como si hubiera estado corriendo. Aun así, parecía aliviado.

—Tengo algo que decirte —dijo Nick, soltándolo. Caminó hasta quedar frente a Kenny. Puso ambas manos sobre sus hombros—. Perdóname por todo lo que te hice pasar, nunca fue mi intención hacerte daño —se disculpó. Luego acarició suavemente su mejilla, antes de continuar—: Desearía volver atrás y hacer las cosas de otra manera… Tenía miedo… Era demasiado tarde para contarte la verdad.

Kenny no tenía palabras para expresarle lo que sentía por él. La verdad era que lo había extrañado desde el momento en que se alejó de él aquella noche. Lo sabía. Sabía que ya no importaba nada de lo que había pasado entre los dos más que el hecho de que estaban juntos de nuevo. Tomó a Nick del cuello de la camisa y lo acercó hasta sí para besarlo. Cuando sus labios se tocaron, Kenny sintió un cosquilleo en su estómago. Lo atribuyó a su emoción. Sin embargo, poco a poco perdió las fuerzas. Su cuerpo se hizo tan pesado que le costaba respirar. Lo último que supo es que estaba cayendo.

Nick alcanzó a sostener a Kenny antes de que éste chocara contra el suelo. No sabía qué pasaba. Llamó su nombre con la esperanza de hacerlo volver en sí, pero no sucedió.

—¿Qué pasó? —preguntó Anthony, preocupado. Lo habían alertado los gritos.

Ambos decidieron que lo más rápido sería llevarlo ellos a un hospital, ya que las ambulancias tardaban en llegar a ese vecindario. Nick levantó a Kenny y lo cargó en sus brazos hasta el auto de su padre que permanecía estacionado fuera de su casa. A Joshua le habían suspendido la licencia, por eso no lo podía usar. Nick recostó a Kenny en la parte trasera, mientras Anthony esperaba las llaves.

—¡Mierda! Él tiene las llaves —gruñó Nick, molesto, refiriéndose a su padre.

—No las necesito —respondió Anthony, sin darle mucha importancia.

Anthony cortó algunos cables y en un abrir y cerrar de ojos logró encender el auto. Condujo hasta el hospital más cercano lo más rápido que pudo. Nick veía, impotente, como Kenny sudaba profusamente. La piel de su rostro empezó a teñirse de un leve color azul. Se asfixiaba.
Cuando llegaron al hospital, una enfermera les ayudó a subir a Kenny en una camilla y luego lo condujo a través de unas puertas donde ni Nick, ni Anthony podían seguirlo.

Anthony llamó a Joselyn para que le avisara a la familia del chico que estaba en el hospital.

Ambos se quedaron ahí, sentados, esperando alguna respuesta.

Amor A Ciegas [GAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora