Capítulo 9

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—El lobo y la oveja—

El timbre de la escuela anunció que las clases habían terminado. Kenny guardó sus cosas con tranquilidad, mientras Sebastian lo esperaba afuera del salón. Esa tarde habían quedado en ir a la casa de Kenny después de clases. Como Nick no aparecía, Sebastian seguía mandándole mensajes a su hermano para intercambiar lugares, como habían quedado. Al ver que Kenny se demoraba en salir, Sebastian aprovechó para buscar a Nick a su salón de clases. Lo encontró conversando con un grupo de chicos. Sin mediar palabra, lo tomó del cuello de su camiseta y lo jaló consigo hasta su salón.

—¿Qué quieres? —preguntó Nick, mientras era arrastrado. 

—El ciego te espera afuera —respondió. Antes de que su hermano pudiera decir algo, añadió—: No te atrevas a hacer ninguna tontería que me haga quedar mal. 

Cuando llegaron, Kenny ya no estaba en el salón de clases, así que tuvieron que buscarlo por la escuela. Lo encontraron a la salida, molesto. Nick tomó el lugar de Sebastian y acompañó a Kenny hasta su casa, sin que le dirigiera la palabra. Como no se tenían confianza, Kenny usaba su bastón para guiarse, haciendo que el trayecto fuera más lento que lo normal.

—Casi te caes, idiota —lo regañó Nick cuando Kenny tropezó—. Ten más cuidado —añadió. 

—¿Desde cuándo te preocupas por mí? 

—No me preocupo por ti —exclamó Nick con fingida indiferencia—. Solo no quiero que te rompas una pierna y luego tener que cargarte hasta tu casa. 

—Podríamos ir más rápido si tú me guías —dijo Kenny, tomándolo del brazo. Esa sensación… esos brazos le resultaban familiares.

—Espera… ¿Qué haces? —preguntó el rubio soltándose. Observó a todos lados, avergonzado. Aún estaban cerca de la escuela y no quería que uno de sus amigos fuera a verlo. 

Cuando llegaron a la casa de Kenny, su madre los recibió con una sonrisa y les ofreció un poco de la pasta qué había preparado. Kenny no la aceptó, quería terminar la tarea en cuanto antes. Pero Nick sí.

Kenny suspiró, irritado, y no tuvo más remedio que quedarse y acompañarlos. Antes de comenzar a comer, la familia rezó para agradecer por los alimentos. Nick se sorprendió de que la familia de Kenny fuera tan religiosa. Cuando terminaron de rezar, Nick empezó a comer. Quedó fascinado con la sazón de la Señora Larsson. Desde que su madre se fue, no probaba una comida tan deliciosa. Ahora solo comían comida congelada y unas cuantas recetas que él aprendió de su madre.

—¿Traes tus apuntes de la clase? —preguntó Kenny cuando ambos subieron a la habitación a estudiar. Nick observaba para todos lados, curioso. Se imaginaba que la habitación de un ciego sería un poco más ordenada. 

—Creo que si —respondió al cabo de unos segundos, mientras buscaba en la sucia mochila de su hermano—. Aquí están. 

—¿Puedes leerlos, por favor? —pidió Kenny.

La letra de Sebastian era horrible, por lo que Nick a duras penas pudo leer lo que estaba escrito ahí. Kenny se rio de él en más de una ocasión. Nick estaba seguro de que lo consideraba un tonto.

Mientras leía, Kenny sacó una especie de regla métrica, pero con agujeros por todos lados y comenzó a picar una hoja con una aguja. 

—¿Qué haces? —preguntó Nick, asombrado por lo que hacía.

—Es escritura Braille —explicó Kenny. 

Nick no entendía nada, solo podía ver una hoja llena de agujeros. 

—¿Que dice ahí? —preguntó lleno de curiosidad.

—Nada, tú solo sigue leyendo. 

Al cabo de unos minutos Nick estaba cansado de tanto leer. Debía detenerse a cada rato para que Kenny pudiera escribir con tranquilidad. Cada tanto, Kenny pasaba sus manos sobre las hojas, tocando los puntos para leerlos. Nick observaba todo con asombro. Pensó en todo el esfuerzo que hacía Kenny en la escuela para seguirles el paso a los demás.

Las horas pasaron y ambos, por fin, terminaron el ensayo de historia. Estaba anocheciendo. Los dos estaban cansados. Kenny le ofreció un vaso de agua a Nick y éste aceptó.

Nick se quedó solo en la habitación esperándolo. Se acercó a la tarea de Kenny para poder analizar las hojas mejor. Tenía mucha curiosidad por saber lo que había escrito ahí. Sentía los puntos en las hojas, pero por más de que se esforzaba eran solo eso: puntos. No entendía cómo alguien era capaz de leerlas. Su mirada pasó de las hojas a la máquina de escribir especial que estaba sobre la cama. Tenía seis botones que Nick presionó una y otra vez hasta que su mirada se posó sobre un rincón lleno de discos de vinilo. Caminó hasta ellos. Estaban acomodados en orden alfabético. Estaban marcados con etiquetas en Braille en el lomo. Nick intuyó que esa era la razón por la que estaban tan bien ordenados, a diferencia del resto de cosas en la habitación. Buscó entre los discos hasta que encontró uno que le llamó la atención, era uno de sus artistas favoritos. Sin pensarlo dos veces, lo puso en el tocadiscos y se recostó en la cama, disfrutando del aroma de Kenny en sus almohadas. 

—¿Pusiste uno de mis discos? —Lo sorprendió Kenny, llevaba las bebidas en las manos.

—Espero que no te moleste —se disculpó Nick tomando el vaso de agua que le había llevado el chico. Ambos se sentaron en la cama para escuchar la música—. No sabía que también te gustaba Alec Benjamin. 

—Me encanta —contó Kenny—. Sus letras me ayudan a imaginar el mundo... Aunque de una forma un poco deprimente —añadió.

Nick asintió con la cabeza.

—Eso es lo que me gusta de él —coincidió Nick—. Siempre dice las cosas como son, sin miedo a lo que los demás piensen.

Ambos movían la cabeza al ritmo de la música. Sus manos descasaban sobre la cama, muy cerca una de otra. Cuando se dieron cuenta, se encontraron y una descarga eléctrica recorrió sus cuerpos. Era una nueva sensación para ambos, agradable. Sus rostros se acercaban más y más. Kenny pudo sentir las respiración de Nick acercase a él. De pronto, Nick se dio cuenta de lo que estaba a punto se hacer y se detuvo. 

—Creo que mejor me voy —se despidió levantándose de la cama. Salió de la habitación.

Kenny estaba sin palabras. No tenía idea de lo que estaba sucediendo, pero estaba seguro de que estuvieron a punto de besarse.

Antes de salir de la casa, Nick recordó que aún tenía la billetera, así que buscó la habitación de los padres de Kenny. La encontró al fondo del pasillo. Dejó la billetera sobre la cama, encima de unos papeles del hospital. Antes de marcharse, Nick alcanzó a leer, por encima, las palabras «Cáncer cerebral». Como no era de su incumbencia, no les dio importancia.

Amor A Ciegas [GAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora