—Debió haber sido el viento—
Las piernas de Nick temblaban mientras caminaba en dirección a su casa. Al abrir la puerta, empujó una botella de alcohol. El lugar olía asqueroso. Nadie lo había limpiado esos últimos días. Al pasar por la cocina, pudo ver una montaña de platos sucios. Había comida en la mesa rodeada de moscas. Soltó un suspiro. Sabía que él tendría que encargarse de todo ese desastre.
Recorrió toda la casa, pero no había señales ni de su padre, ni de Sebastian. Seguramente su hermano ya se había ido a la escuela. No tenía que pensar mucho para saber que su padre estaba en la calle pidiendo dinero o robando. Llegó a su habitación y arrojó su laptop sobre la cama. Luego, se cambió de ropa para ir a la escuela.
Nada más llegar, se encontró con Larry, quién no paraba de hablar de los planes que tenía para las vacaciones. El baile de invierno estaba cerca y después vendrían las vacaciones navideñas. Nick no estaba muy entusiasmado. Cuando no había escuela debía pasar más tiempo en su casa.
—Entonces… —preguntó Larry sacándolo de sus pensamientos—. ¿Vas a invitar a Kenny al baile?
Nick suspiró. Lo había pensado, pero sabía que era imposible. Aún no sabía cómo salir de ese embrollo de fingir ser Sebastian.
—Cuando se entere, no creo que se lo tome muy bien —admitió Larry con sinceridad—. Habría sido mejor que nunca hubieras fingido ser otra persona.
Nick frunció el ceño. Por un momento pensó en cambiarse de nombre a «Sebastian». Pero sabía que eso no solucionaría nada, le había mentido a Kenny desde el comienzo.
—¡Por fin apareces, tarado! —lo saludó Sebastian dándole un amistoso golpe en la cabeza—. Me dejaste solo con Joshua por una semana.
—Lo siento —se disculpó.
—No pasa nada, me fui a casa de mi novia desde el miércoles —Sebastian se encogió de hombros, restándole importancia.
—¿Dejaste solo a papá? —preguntó Nick, preocupado—. ¿Si quiera sabes si está vivo?
Sebastian volvió a encogerse de hombros.
—No me interesa —se despidió.
Cuando Sebastian se fue, Larry continuó con la conversación en el lugar en que la habían dejado:—¿Cómo piensas ir al baile con él sin que sepan que eres gay? ¿Vas a salir del closet?
Nick no había pensado en eso. Quería ir al baile con Kenny más que nada, pero ni siquiera había tenido en cuenta ese tipo de detalles. Temía la reacción de las personas si se enteraban que estaba enamorado de un hombre, y más la de su hermano. También estaba Kenny. No sabía si él sentía lo mismo.
Poco después se toparon con Kenny, quién caminaba con su bastón. No era fácil encontrarlo sin la compañía de su amiga, así que Nick aprovechó el momento. Se despidió de Larry y se dirigió silenciosamente hasta el ciego.
—¿Quién soy? —preguntó Nick sorprendiendo a Kenny por detrás. Cubrió sus ojos con ambas manos, para que tuviera que adivinar. No pasó mucho hasta que se sintiera cómo un tonto.
—¿Sabes que no necesitas hacer eso, verdad? —respondió Kenny con una leve sonrisa—. Sé que eres tú, Sebastian.
—¿Cómo supiste que era yo? —fingió sorpresa, con el fin de seguirle el juego.
—Reconocería esa voz donde fuera —respondió Kenny encogiéndose de hombros. Luego, se quedó serio. Pensativo.
—¿Qué pasa? —Nick se preocupó por su súbito cambio de actitud.
Kenny guardó silencio por un momento, como si estuviera buscando las palabras para responder.—¿Puedo tocarte? —preguntó, finalmente.
El corazón de Nick dio un vuelco. Su cabeza había dado miles de vueltas imaginando cosas que no debía. No supo qué responder.
—¿Puedo tocar tu rostro? —aclaró Kenny—. Sí que eres un pervertido.
Nick se dio cuenta que los pasillos estaban casi desocupados, así que, con cuidado, tomó la mano de Kenny y la puso sobre una de sus mejillas. Al sentir la tibieza de Kenny sobre su piel, no pudo evitar que un estremecimiento, muy agradable, lo invadiera por dentro.
Kenny deslizó lentamente su mano sobre el rostro de Nick, memorizándolo. Recordó cómo lo había descrito Rosa e intentó formarse una imagen mental con lo que sentía. Frunció el ceño. Su amiga había hablado de su cabello largo, pero él lo sentía corto. No le dio importancia, probablemente se lo había cortado hacia poco. Rozó sus gruesos labios con la punta de sus dedos y sintió una descarga eléctrica recorrer su cuerpo. Lo tomó tan desprevenido que lo obligó a bajar su mano. Pronto echó en falta el tacto de Sebastian en su piel.
—Eres muy guapo —confesó Kenny. Nick sintió una punzada de felicidad. No pudo evitar que una sonrisa sutil se formara en sus labios.
Al levantar la mirada, descubrió que la amiga de Kenny se acercaba.
—Me tengo que ir —se despidió.
Esa misma tarde, el padre de Nick llegó a la casa. Se tambaleaba, estrellándose con todo lo que encontraba a su paso. Estaba ebrio. Un hombre mayor, con una barriga prominente lo acompañó hasta la cocina. Le ofreció un poco de su mercancía. Joshua se la inyectó. Una descarga momentánea de adrenalina invadió su cuerpo, pero pronto necesitó más. Tenía que conseguir dinero para comprarla.
—Espérame aquí —pidió a su acompañante entre tartamudeos. Apenas podía mantener los ojos abiertos.
Subió a buscar algo de valor en las habitaciones de sus hijos. Primero entró a la de Sebastian, donde encontró un anillo. Después se pasó por la de Nick. Encontró su laptop sobre la cama. No podía creer su suerte. La tomó para revisar que estuviera en buen estado. La abrió. Lo que encontró lo dejó tan aterrado que la dejó caer de nuevo sobre la cama: en el aparato, dos hombres mantenían relaciones sexuales.
Tenía que haber un error. Su hijo no podía estar viendo eso. Para comprobarlo, decidió abrir su correo electrónico y leer sus mensajes. Encontró un intercambio de correspondencia entre Nick y Larry. «Si tanto te gusta, deberías invitar a Kenny al baile». Leyó.
Poco después, bajó y le entregó las cosas a su acompañante a cambio de un poco más de sustancia.
—Tengo un trabajo para ti —dijo al hombre antes de que se marchara.
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Amor A Ciegas [GAY]
RomanceEn la vida hay muchas formas de ver el mundo, una de ellas es a través del amor. Ese sentimiento que se mueve de forma misteriosa entre las personas, juntándolas gracias a la atracción mutua. Ése que es a primera vista. ¿Pero qué pasa con el amor a...