Capítulo 14

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—Juntos caeremos—

Kenny volvió solo a su casa. Rosa estaba ocupada con los preparativos del baile y por eso había quedado de encontrarse con sus compañeros del club en el centro comercial. El sonido metálico de los frenos de una bicicleta sonó cerca de él.

—¿Te llevo a casa? —Kenny se alegró de escuchar la voz de Sebastian.

—¿Es eso una bicicleta? —preguntó por más de que ya sabía la respuesta. Llevaba tantos años sin subirse a una que le daba un poco de miedo.

Nick rio.

—Sí.

—Prefiero caminar —afirmó Kenny dando un par de pasos hacia atrás.

—Te prometo que no te pasará nada —insistió Nick tomándolo de la mano para ayudarlo a subir—. Agárrate fuerte —pidió mientras comenzaba a pedalear.

Kenny sintió primero el aire frio golpear sus mejillas, luego recorrer el resto de su cuerpo haciéndolo creer que se elevaba. Se imaginó a sí mismo como un ave que salía volando hacia el cielo. Le gustó. Nick observaba el cambio sutil de sus expresiones por el rabillo del ojo. Le agradaba verlo feliz, disfrutando. Pensó en todas las cosas que a las que Kenny había tenido que renunciar por culpa de su condición y se prometió a sí mismo hacer lo posible por ayudarle a experimentar todo aquello que se había perdido desde entonces.

Un auto tocó la bocina con fuerza, muy cerca de ellos. Nick siguió pedaleando como si nada hubiera pasado. Por estar distraído se había pasado una luz roja y estuvieron a punto de ser arrollados.

—¿Qué fue eso? —preguntó Kenny un poco asustado por el ruido.

—No fue nada —respondió Nick. No quería que Kenny decidiera no volver a montar más en bicicleta por culpa del susto—. Ya casi llegamos —avisó.

La casa de Kenny estaba atestada de personas elegantes que salían y entraban. Kenny había olvidado por completo el evento de caridad para la iglesia que su madre había organizado, por más de que ella estuvo hablando de eso toda la semana. Se sintió un poco apenado con ella por eso, sin embargo, como con el resto de eventos que ofrecía su madre en su casa, él no quería estar ahí. Siempre se sentía fuera de lugar.

—¿Quieres pasar? —preguntó Kenny, nervioso a su acompañante antes de que se marchara—. No quiero aburrirme solo.

Nick sonrió. La verdad era que no tenía ganas de marcharse tan rápido, por lo que aceptó la invitación.

—Entonces, aburrámonos juntos.

Después de ayudar a bajar a Kenny, Nick encadenó su bicicleta en la entrada. Kenny entró a la casa apoyándose en el brazo de su amigo. Nick estaba nervioso al darse cuenta cómo la gente los volteaba a mirar. Sin embargo, pronto entendió que no lo estaban juzgando. Varias personas se acercaron a saludar a Kenny con aprecio.

—Llegaste, cariño —lo saludó su madre apenas lo vio—, y trajiste a tu amigo.

La mujer llevaba una bandeja con bocadillos en su mano para ofrecer a los invitados. También entregaba unos suéteres con temática del evento y les pidió a los chicos que se los pusieran para mostrar su apoyo.

—Un gusto verla de nuevo, Señora Larsson —saludó Nick.
—Por favor, llámame Sofía —pidió la mujer.

Kenny se despidió de su madre. No quería pasar más tiempo en la fiesta del necesario. La música y las multitudes lo aturdían.

—Iremos a mi cuarto, mamá —explicó, llevando a Nick en dirección a su habitación.

La mujer solo los miró, extrañada. Le pareció curioso que su hijo aún sostuviera a su amigo del brazo, cuando sabía que él era perfectamente capaz de navegar en su casa sin ayuda de nadie.

Al llegar a la habitación, Nick se quitó la chaqueta de mezclilla que traía puesta. Era su favorita por que traía muchos parches que la hacían ver bien. Se puso el suéter que la madre de Kenny le había dado. Tenía el nombre de la iglesia, pero no le importaba. Kenny hizo lo mismo. Nick no pudo evitar observar su cuerpo cuando se ponía el suéter, las costillas se le marcaban y tenía varios moretones en su piel.

—¿Qué te pasó? ¿Por qué tantos moretones? —preguntó Nick preocupado.

—Son de todas las veces que me he caído —susurró Kenny, apenado.

Abajo, en la fiesta, la madre de Kenny se llevaba una mala sorpresa al encontrarse frente a frente con una de sus rivales de la iglesia.

—Gran fiesta —dijo una mujer mayor con un tono sarcástico —, aunque los bocadillos están un poco salados —comentó haciendo una mueca con la boca.

—Gracias, Halana —respondió Sofía tratando de disimular su incomodidad—. Me alegra que hayas podido venir…

—No deberías dejar que tu hijo se ande paseando por ahí agarrado de un chico —la interrumpió Halana, bajando la voz. Miró a ambos lados para cerciorarse de que nadie más la escuchaba—. Las personas podrían pensar que es…homosexual. —Se persinó al terminar de decir la palabra, como si nada más nombrarla hubiera cometido un pecado mortal.

Sofía apretó tanto los labios que se le pusieron blancos. Realmente detestaba a esa mujer.

—Agradecería que te metieras en tus propios asuntos —dijo dando media vuelta para volver a la cocina. Allí se encontró con su esposo y la pequeña Sarah.

—Todos están ansiosos por comenzar la subasta —le avisó él luego de darle un beso en la mejilla.

—Ve a buscar a tu hermano —pidió la Señora Larsson a su hija.

Ella obedeció.

Sarah abrió la puerta de la habitación y corrió para abrazar a Kenny.

—Adivina qué hice hoy —pidió la pequeña, sonriendo. Sacó algo de su bolsillo y lo apretó con fuerza en su mano.

Kenny trató de adivinar, en vano.

—Te hice un una pulsera —dijo poniendo el regalo en las manos de Kenny.

La pequeña le puso una pulsera hecha de ligas elásticas, que había hecho ella misma en la escuela. Siempre le traía algún regalo cuando hacían manualidades. Kenny le agradeció a su hermana pequeña por el regalo y le dio un fuerte abrazo.

Nick se dio cuenta que era más de las dos de la tarde, su turno estaba por empezar. Se despidió de Kenny y su hermana. Tomó su bicicleta y se dirigió al cine lo más rápido posible, no quería llegar tarde de nuevo.

Esa noche, antes de irse a dormir, Kenny hizo su cama. Antes de empezar, escuchó el sonido de algo suave qué calló al suelo. Al levantarlo, se dio cuenta que era una chamarra de mezclilla. Podía sentir el material. No era suya, de eso estaba seguro. Lo más probable era que Nick la hubiera olvidado. Podía sentir su aroma impregnado en ella. Inhaló profundamente y sintió como si él estuviera a su lado. Después de eso, abrazó la chamarra y se recostó en su cama. Lo que no sabía era que mientras lo hacía, su madre lo miraba a través de la puerta que había dejado entreabierta.

Amor A Ciegas [GAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora