Capítulo 22

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—Liberación—

Kenny se despertó esa mañana con un fuerte dolor de cabeza. De nuevo, sentía que no podía respirar. Veía al hombre subir sobre su pecho, causándole una fuerte presión. No podía guardar más ese secreto o le haría daño. Debía contárselo a alguien. Bajó en busca de su madre. La buscó por toda la casa, hasta que la encontró en el garaje, limpiando su auto.

—Amor, ¿qué haces despierto tan temprano? —dijo la mujer, mientras se limpiaba las manos con un trapo.

—¿Están papá o Sarah? —preguntó Kenny con la voz entrecortada, sentía que su corazón quería salir de su pecho.

—No —respondió ella—. Ellos salieron, ¿por qué?

—Necesito hablar contigo.

—¿Qué pasó? ¿Estás bien? —La mujer tocó su frente para revisar si tenía fiebre.

—No, no estoy enfermo —Kenny se alejó de ella y comenzó a respirar un poco más rápido.

—¿Entonces, qué sucede?

Kenny jugó con sus dedos, nervioso. Sus manos no paraban de temblar. Aún no sabía si contarle a su madre o no, pero necesitaba sacarlo de su pecho… esos pensamientos no lo dejaban dormir en la noche.

—Intenté regresar solo la noche del baile… —empezó. La dificultad para respirar volvió, pero él hizo un gran esfuerzo por seguir hablando—. Me perdí, y un hombre se ofreció a ayudarme…—Kenny no pudo evitar que las lágrimas se escurrieran de sus ojos. Su madre se acercó a él y lo abrazó. Kenny siguió contándole todo, mientras lloraba en sus brazos.

—Dios mío…. Kenny. Lo siento tanto, cariño. Yo... Yo… debí haber ido por ti al baile. Lo siento mucho, mi amor —balbuceaba su madre sin dejar de abrazarlo—. ¿Por qué no me contaste antes? —La mujer se sentía una estúpida por no haber notado las señales.

—Tenía mucha vergüenza… —confesó Kenny limpiando sus lágrimas—. Por favor no le cuentes a papá —pidió.

Ahora que su mamá sabía lo que le había sucedido, Kenny sintió cómo la opresión en su pecho se iba. Esa horrible experiencia siempre se quedaría grabada en su memoria y el dolor persistiría, pero lo importante era aprender a vivir con ello.

Rosa estaba por llegar a la casa de Kenny. Quería contarle sobre el malentendido que tuvo con Sebastian ese día en la feria. No sabía exactamente lo que sucedía. Pensó que, tal vez, Kenny podría explicarle. Apenas la Señora Larsson le abrió la puerta, ella la saludó y se dirigió a la habitación de Kenny. No llamó a la puerta, sabía que su amigo no le iba a abrir. Estaba escuchando música deprimente a todo volumen. Fue hasta la cama y se acostó junto a él. Luego le contó todo.

Kenny la escuchó en silencio. Se sintió un poco mal por Sebastian. Pero después sintió enojo. No estaba seguro qué cosas vivió con él y qué cosas vivió con Nick. Cuando su amiga terminó de hablar, fue su turno de darle una explicación.

—¿Piensas volver a hablar con Nick? —preguntó Rosa luego de escucharlo. Kenny negó rotundamente, su orgullo no le permitía hacerlo—. Las personas mienten porque tienen miedo de lo que sienten. —Rosa trató de hacerlo comprender—. También tienes que entenderlo a él, no sabes cómo es su vida.

—Pero me mintió…

—Entonces… ¿si algún día te miento, dejarás de hablarme?

Kenny lo pensó.

—Creo que no —dijo—. Eres mi amiga.

—¿Y él qué fue para ti?

Kenny recordó todos los momentos en los que estaba seguro que pasó con Nick.

Esa tarde, Rosa fue a la casa de Joselyn. Estaba invitada a una fiesta en el Jacuzzi. Rosa, Joselyn y Antony se relajaban bajo las aguas tibias y burbujeantes hasta que un celular sonó y Anthony corrió a contestar.

—¿A dónde vas? —preguntó Joselyn al verlo tomar sus cosas con afán.

—Tengo que irme, emergencia familiar —respondió apurado—. Te llamo luego.

Anthony salió rápidamente y ambas chicas se quedaron en el jacuzzi un rato más.

—Es tan misterioso —dijo Rosa, mientras sostenía su copa de vino y le daba un sorbo. Ella no tomaba mucho, pero beber vino en una copa, mientras se relajaba en el jacuzzi, la hacía sentir elegante.

—Ay, olvidó su traje de baño —suspiró Joselyn, mientras sostenía la prenda mojada de su novio y la hacía a un lado.

Para no estar las dos a solas, intentaron invitar a Larry, pero estaba castigado y Enric estaba fuera de la ciudad con su familia. Al ver que nadie más iría, ambas chicas decidieron matar el tiempo jugando «Verdad o bebida». Cada una se hacía una pregunta y si no quería responderla tenía que tomarse un shot de tequila que Joselyn sacó de la alacena de su padre.

Joselyn comenzó. Le preguntó a Rosa si le gustaría tener hijos. Sin pensarlo dos veces, Rosa respondió que sí. Incluso le dijo los nombres que había pensado.

—Del uno al diez, ¿qué tan bien beso? —preguntó Rosa cuando llegó su turno.

Joselyn sonrió con incomodidad y tomó el shot de tequila. No le gustaba mucho, le hacía arder la garganta.

Siguieron haciéndose preguntas por casi media hora hasta que ambas se cansaron. Salieron del Jacuzzi con el fin de vestirse. Rosa no dejaba de observar a Joselyn mientras se secaba, haciéndola sentir incómoda. Cuando menos se lo esperó, se acercó a ella y empezó a pasar su toalla por su cuerpo. Joselyn quedó sin palabras, no sabía qué hacer y temía volver a repetir lo de aquella noche.

Recordaba todo lo que sucedió en la cama de Rosa: las caricias, los besos y el placer. Había disfrutado de su encuentro con su amiga, era verdad. Pero tenía miedo. De nuevo sentía la tibieza del aliento de Rosa sobre su piel. No le hacía daño a nadie si se dejaba llevar… Joselyn decidió tomar iniciativa esta vez y levantó a Rosa mientras la besaba. La sentó en la mesa de billar para estar más cómodas.

En la puerta, Anthony las observaba en silencio. Había vuelto para recoger su traje de baño. Cerró la puerta y salió de ahí sin que las chicas se dieran cuenta de su presencia.

Amor A Ciegas [GAY] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora