4. "El tren."

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A la mañana siguiente, Tom despertó a Noa y a Maddie, sonriendo como de costumbre con su boca desdentada y llevándoles dos tazas de té. Ambas se vistieron, y Noa trataba de convencer a Emily de que volviera a la jaula cuando Ron abrió de golpe la puer­ta y entró enfadado, poniéndose los calcetines.

-Cuanto antes subamos al tren, mejor -dijo-. Por lo menos en Hogwarts puedo alejarme de Percy. Ahora me acu­sa de haber manchado de té su foto de Penelope Clearwater. -Ron hizo una mueca-. Ya saben, su novia. Ha ocultado la cara bajo el marco porque su nariz ha quedado manchada...

-Tengo algo que contarte -comenzó Maddie, pero la in­terrumpieron Fred y George, que se asomaron a la habita­ción para felicitar a Ron por haber vuelto a enfadar a Percy.

Bajaron a desayunar y encontraron al señor Weasley, que leía la primera página de El Profeta con el entrecejo frun­cido, a Harry, que miraba a un punto fijo mientras bebía su té, y a la señora Weasley, que hablaba a Ginny y a Hermio­ne de un filtro amoroso que había hecho de joven. Las tres se reían con risa floja.

-¿Qué me ibas a contar? -preguntó Ron a Maddie cuan­do se sentaron.

-Más tarde -murmuró Maddie, al mismo tiempo que Percy irrumpía en el comedor.

Con el ajetreo de la partida, ni Maddie ni Noa tampoco tuvieron tiem­po de hablar con Ron. Todos estaban muy ocupados bajando los baúles por la estrecha escalera del Caldero Chorreante y apilándolos en la puerta, con Emily, Hedwig y Hermes, la lechuza de Percy, encaramadas en sus jaulas. Al lado de los baúles había un pequeño cesto de mimbre que bufaba ruidosa­mente.

-Está bien, Crookshanks -susurró Hermione a través del mimbre-, te dejaré salir en el tren.

-No lo harás -dijo Ron terminantemente-. ¿Y la po­bre Scabbers?

Se señaló el bolsillo del pecho, donde un bulto revelaba que la rata Scabbers estaba allí acurrucada.
El señor Weasley, que había aguardado fuera a los co­ches del Ministerio, se asomó al interior.

-Aquí están -anunció-. Vamos.

El señor Weasley condujo a Maddie, Noa y Harry a través del corto tre­cho de acera hasta el primero de los dos coches antiguos de color verde oscuro, los dos conducidos por brujos de mirada furtiva con uniforme de terciopelo verde esmeralda.

-Suban, niñas -dijo el señor Weasley, mirando a ambos lados de la calle llena de gente. Maddie y Noa subieron a la parte trase­ra del coche, y enseguida se reunieron con ellas Harry, Hermione y Ron, y para disgusto de Ron, también Percy.
El viaje hasta King's Cross fue muy tranquilo, compa­rado con el que habían hecho en el autobús noctámbulo. Los coches del Ministerio de Magia parecían bastante normales, aunque Noa vio que podían deslizarse por huecos que no podría haber traspasado el coche de Albert. Llegaron a King's Cross con veinte minutos de adelanto; los conductores del Minis­terio les consiguieron carritos, descargaron los baúles, sa­ludaron al señor Weasley y se alejaron, poniéndose, sin que se supiera cómo, en cabeza de una hilera de coches parados en el semáforo.
El señor Weasley se mantuvo muy pegado a Harry du­rante todo el camino de la estación, mirando de reojo a Maddie y a Noa, con desconfianza.

-Bien, pues -propuso mirándolos a todos-. Como so­mos muchos, vamos a entrar de dos en dos. Yo pasaré primero con Harry.

El señor Weasley fue hacia la barrera que había entre los andenes nueve y diez, empujando el carrito de Harry y, se­gún parecía, muy interesado por el Intercity 125 que acababa de entrar por la vía 9. Dirigiéndole a Harry una elocuente mi­rada, se apoyó contra la barrera como sin querer. Harry lo imitó.
Luego, Maddie y Noa suspiraron y, casi tomadas de la mano, atravesaron la barrera.
Un instante después, cayeron de lado a través del metal sólido y se encontraron en el andén nueve y tres cuartos. Le­vantaron la mirada y vieron el expreso de Hogwarts, un tren de vapor de color rojo que echaba humo sobre un andén reple­to de magos y brujas que acompañaban al tren a sus hijos. De repente, detrás de ellas, Arthur y Harry aparecieron Percy y Ginny. Jadea­ban y parecía que habían atravesado la barrera corriendo.

Pequeñas Black y el Prisionero de Azkaban [TERMINADA] [Libro III] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora