24. "Exámenes, exámenes y más exámenes."

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Comenzó la semana de exámenes y el castillo se sumió en un inusitado silencio. Las chicas habían perdonado a Harry, pero aún estaban dolidas por lo que había dicho. Los alumnos de tercero salieron del examen de Transformaciones el lunes a la hora de la comida, agotados y lívidos, comparando lo que habían hecho y queján­dose de la dificultad de los ejercicios, consistentes en trans­formar una tetera en tortuga. Hermione irritó a todos porque juraba que su tortuga era mucho más galápago, cosa que a los demás les traía sin cuidado. Noa estaba muy nerviosa, aunque lo había hecho perfectamente. Maddie no estaba preocupada, aunque su tortuga tenía una tapa de tetera en vez de caparazón. «Qué más da» decía, «preocuparme no subirá mi nota».

—La mía tenía un pitorro en vez de cola. ¡Qué pesadi­lla...!

—¿Las tortugas echan vapor por la boca?

—La mía seguía teniendo un sauce dibujado en el capa­razón. ¿Creen que me quitarán puntos?

Después de una comida apresurada, la clase volvió a subir para el examen de Encantamientos. Hermione había tenido razón: el profesor Flitwick puso en el examen los en­cantamientos estimulantes. Harry, por los nervios, exageró un poco el suyo, y Ron, que era su pareja en el ejercicio, se echó a reír como un histérico. Tuvieron que llevárselo a un aula vacía y dejarlo allí una hora, hasta que estuvo en condi­ciones de llevar a cabo el encantamiento. Maddie y Noa, por su parte, dieron un examen estupendo. Pero, como era de esperar, Flitwick se mostraba simpático con Maddie y disgustado con Noa, aunque habían obtenido el mismo resultado. Aquello fastidió a Noa, pero, como sabía que no modificaría su nota, no se preocupó demasiado. Después de cenar; los alumnos se fueron inmediatamente a sus respectivas sa­las comunes, pero no a relajarse, sino a repasar Cuidado de Criaturas Mágicas, Pociones y Astronomía.

Hagrid presidió el examen de Cuidado de Criaturas Má­gicas, que se celebró la mañana siguiente, con un aire cierta­mente preocupado. Parecía tener la cabeza en otra parte. Había llevado un gran cubo de gusarajos al aula, y les dijo que para aprobar tenían que conservar el gusarajo vivo du­rante una hora. Como los gusarajos vivían mejor si se los de­jaba en paz, resultó el examen más sencillo que habían teni­do nunca, y además concedió a Maddie, Noa, Harry, a Ron y a Hermione muchas oportunidades de hablar con Hagrid.

—Buckbeak está algo deprimido —les dijo Hagrid inclinándose un poco, haciendo como que comprobaba que el gusarajo de Harry seguía vivo—. Ha estado encerrado demasiado tiempo. Pero... en cualquier caso, pasado mañana lo sabremos.

Aquella tarde tuvieron el examen de Pociones: un absoluto desastre (excepto para Maddie, obviamente). Por más que lo intentó, Noa no consiguió que espesara su «receta para confundir», y Snape, vigilándo­la con aire de vengativo placer, garabateó en el espacio de la nota, antes de alejarse, algo que parecía un cero (al menos en la mente de Noa, que estaba por explotar de los nervios).
A media noche, arriba, en la torre más alta, tuvieron el de Astronomía; el miércoles por la mañana el de Historia de la Magia, en el que Noa y Maddie escribieron todo lo que Florean For­tescue les había contado acerca de la persecución de las bru­jas en la Edad Media, y hubieran dado cualquier cosa por poderse tomar además en aquella aula sofocante uno de sus helados de vainilla y chocolate. El miércoles por la tarde te­nían el examen de Herbología, en los invernaderos, bajo un sol abrasador. El peor examen de Maddie. Tenían que identificar y preparar tónicos para ciertas plantas. Maddie no pudo preparar bien los tónicos, si siquiera pudo identificarlas. Cuando le mostraron la primera planta, que era una mandrágora, ella dijo "gusarajo" en una mezcla de materias que se le había producido en la cabeza. Cuando volvieron a la sala común, con la nuca quemada por el sol y deseosos de encontrarse al día siguien­te a aquella misma hora, cuando todo hubiera finalizado.
El penúltimo examen, la mañana del jueves, fue el de Defensa Contra las Artes Oscuras. El profesor Lupin había preparado el examen más raro que habían tenido hasta la fecha. Una especie de carrera de obstáculos fuera, al sol, en la que tenían que vadear un profundo estanque de juegos que contenía un grindylow; atravesar una serie de agujeros llenos de gorros rojos; chapotear por entre ciénagas sin pres­tar oídos a las engañosas indicaciones de un hinkypunk; y meterse dentro del tronco de un árbol para enfrentarse con otro boggart.

Pequeñas Black y el Prisionero de Azkaban [TERMINADA] [Libro III] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora